Soledad Jarquín Edgar
SemMéxico, Oaxaca, 22 de diciembre 2025.- La silla vacía dejó de ser un concepto aplicable en aquellas familias donde la ausencia era producto de la muerte por enfermedad, por vejez o quizá por un lamentable accidente.
La silla vacía tiene en México se redefine a partir de las últimas cuatro décadas como resultado de la violencia estructural machista y patriarcal y, claro, por la violencia generalizada que surge como parte del dominio cada vez mayor, aunque digan lo contrario, por la presencia del llamado crimen organizado, los cárteles, las células delictivas y todo lo que alimenta, desde el poder, su existencia.
La silla vacía entonces es por las personas que faltan a la mesa en estas fiestas de fin de año plagadas de alegría, esperanza, renovación frente a un nuevo principio, y que, sin embargo, no alcanzan a todas las personas.
Sillas vacías habrá en miles de hogares este año, puede ser una o más sillas vacías producto de la violencia feminicida y la violencia generalizada. Me refiero a los hijos-hijas ausentes, los arrebatados por la violencia vicaria, del feminicidio y la desaparición de mujeres y de miles de hombres, y una lamentable cantidad de homicidios dolosos de mujeres y hombres en todo el país donde, tampoco hay cuenta exacta, aunque sí una vergonzante actitud de decir que ya son nuevos tiempos, que todo mejoró y, peor aún, que “eso ya no pasa”.
La silla vacía tiene el dolor de la ausencia, la impotencia frente a la impunidad, la rabia de la incertidumbre, el fracaso e incapacidad de las instituciones públicas de todos los niveles y en todos los poderes, y claro desde hace varios sexenios, porque los resultados oficiales no han sido la respuesta que desde hace décadas requirió el país.
La silla vacía de mi hija es el demoledor resultado de omisiones, complicidad y corrupción…sí, pero había más. En cinco meses recorrí 17 entidades del país y
encontré decenas de sillas vacías en cada una de esas más de 20 ciudades visitadas en esos estados del país.
Sillas vacías en hogares de personas conocidas y de otras mujeres, principalmente mujeres, que tuve la suerte de conocer. Es como escuchar la misma historia protagonizada por personas distintas en el norte o en el sur y en el centro del país. Sin duda, para cientos de familias hubo silencio por muchos años, como la historia de Ana sobre su hermano desaparecido hace varias décadas, que frente a las amenazas privó la inmovilidad, no se hacía público, incluso por recomendación de los ministerios públicos. Hoy se hace público, las madres buscadoras salieron a las calles a buscar a sus hijas e hijos o como las madres del feminicidio que buscan justicia.
Sillas vacías, no tengo duda, serán un símbolo del horror para llenar la plaza del zócalo de cada ciudad o municipio, sillas vacías que un día dejaron de ocupar nuestras hijas e hijos, sólo para recordar que existieron, que ya no están, que nos falta la verdad y la justicia.
Sillas vacías, no tengo duda, en las instituciones, porque, aunque están ocupadas por el funcionariado, sus actos de simulación, sus nulas respuestas, es porque no están, se han ido hace mucho tiempo, se volvieron nulidades, dejaron de ser personalidades.



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