Un Informe… más o menos
Natalia Vidales Rodríguez
SemMéxico. 02 de septiembre 2019.- Como se esperaba no hubo –cual era costumbre en los grandes informes de antaño, cuando los mandatarios eran tlatoanis aztecas cuyas decisiones cimbraban a la nación– ninguna gran nueva en el “tercer” informe del Presidente López Obrador, lo cual decepcionó incluso a algunos de su fanáticos que esperaban algún parto de los montes propios de la 4T.
AMLO dio, durante su discurso de casi dos horas, un informe de esos que no le gustan ni a él: obviamente elaborado por tecnócratas con datos mañosamente comparados con los del pasado para significar el avance, aunque ciertamente que el Presidente logró aderezarlos con su habitual populismo.
Pero aquí no se trata de aprovecharse de la ocasión para darle más golpes a la piñata en que los medios han convertido al Presidente por su insulso informe.
Aquí no repetiremos sus logros ni sus errores que ya están en los medios, salvo referirnos a ciertos momentos donde AMLO, como Trump, como Bolsorano y como Boris Johnson, recurren a las fake news como si nada, confiados en que su popularidad se los permite. Entreparéntesis diremos que esos políticos jamás hubieran llegado al poder si no hubiese sido por la desesperación de la gente dispuesta a agarrarse de cualquier clavo ardiendo con tal de salir de los políticos anquilosados de siempre.
Mejor les preparamos una reseña del evento: si Usted no fue invitado al informe no sabe de la que se salvó: las sillitas (como de cumpleaños) en que acomodaron a los 500 invitados especiales eran de lo más incómodas, y lo juntas unas a las otras hacían difícil (como en el cine) pretender salir de ahí una vez acomodados. Quien no se preparó y lo ultimó alguna necesidad menor, sufrió ahí las de Caín; y además estuvieron al rayo del sol de la media mañana. Pareciera que AMLO quiso mostrarles así a los funcionarios lo que siente el pueblo cuando acude a un acto político.
Antes de que AMLO dijera una palabra, lo aplaudieron en tres ocasiones (cuando la maestra de la ceremonia anunciaba su arribo), pero durante su discurso el aplausómetro solo registró 13 momentos que no llegaron realmente a ser interrupciones, porque AMLO es un experto en hacer la pauta para dar cabida a las ovaciones. Sin embargo, ninguna de ellas les valió el motivo a los asistentes el entusiasta resorte de levantarse de sus asientos y vitorearlo de pie. Porque no hubo motivo para ello, ni quien se animara a poner el ejemplo, corriendo el riesgo de que nadie lo siguiera.
Previo a la entrada al recinto, los comunicadores bromeaban acerca de que, en realidad, no se trataba del primer informe, sino del tercero, luego de que –recordaban– a los cien días del régimen AMLO había ya dado todo un mensaje a la nación, y luego el pasado 2 de Julio con motivo de su triunfo electoral, otro. Pero se llevaron una sorpresa cuando el telón del evento oficialmente se refería ¡al Tercer Informe de Gobierno! (olvidando que el Presidente había anunciado desde su toma de posesión que daría un informe “cada tres meses”) y entonces los mexicanos tendremos 18 ( tres por año) informes en el sexenio, en otro de los grandes cambios de la 4T.
Otra novedad fue que el Presidente no se envolvió en la bandera nacional (“ese trapo” la han llamado por igual conservadores y liberales a lo largo de la historia dependiendo con qué intereses la hagan ondear) para dar el informe rompiendo con esa tradición ( sin olvidar que sí lo hizo cuando el 2006 se autoproclamó Presidente Legítimo de la República).
Otro detalle fue que el Presidente solo mencionó ayer a tres nombres propios: al millonario de Forbes Carlos Slim, a Carlos Salazar Lomelí, del Consejo Coordinador Empresarial, y a Antonio del Valle también de la ipé, pero se olvidó de rememorar a Juárez, a Hidalgo, a Morelos, a Benito Juárez, a Madero, o a Cárdenas, autores de las anteriores transformaciones del país a la suya (nótese la ausencia de alguna mujer).
Mientras AMLO hablaba en el Palacio Nacional acerca de los conservadores “moralmente derrotados” que se oponen a su cambio, por fuera se manifestaban varias ONG´S de avanzada, sobre todo de mujeres, reclamando seguridad y respeto a sus garantías constitucionales, pero el Presidente las ignoró en su informe para no contradecirse.
Y cuando AMLO tocó, de pasadita, el tema del respeto a los Derechos Humanos, pareció morderse la lengua luego de haberse negado a acatar varias sendas Recomendaciones de la CNDH, una de ellas relativas a reponer el programa de las Estancias Infantiles, criminalmente canceladas y que dejó en el desamparo a casi un millón de niños en la República.
Afortunadamente el primer mandatario no utilizó ya más el calificativo de fifís para referirse a sus opositores, y una sola vez, ya al final del informe, mencionó la palabra conservadores, con la cual ha intentado dividir y retrotraer al país al siglo antepasado, el XIX, cuando en México solo había dos partidos políticos, el liberal y el conservador, a cual más de los dos, por cierto, encerrados en sus extremismos.
AMLO reconoció, ni modo, que el problema de la inseguridad es un saldo más que pendiente (al parecer el crimen organizado no quiso quedarse fuera de la ocasión y arreció su furia en los días previos al informe), pero continuó arriba del macho de que no importa que el país no crezca económicamente, porque de todas maneras “hay bienestar” (sic).
Así, continuó con su teoría de que no solo se trata de vivir con más, sino de vivir mejor ( sic, sic); y, desde luego, y como en este mismo espacio lo vaticinamos la víspera, evitó llamar al mayor esfuerzo y trabajo de los mexicanos que es, en realidad, la única manera de salir de pobres, en vez de estar esperando que Presidente nos saque del apuro.
Un dato: dijo –y es cierto– que las remesas que los mexicanos en los Estados Unidos (esos que se fueron a trabajar y no de paseo, como el Presidente dice que logrará que solo para eso vayamos para allá) envían, significa el mayor ingreso de divisas al país, como si fuese un logro y no el oprobio el que millones de mexicanos tengan que trabajar lejos de sus familias para poder mantenerlas.
De principio a fin el mensaje de AMLO, respecto del estado –bastante mal, por cierto– en que se encuentra la nación, fue muy parecido al de sus antecesores (salvo por lo de las sillas): los reporteros se refirieron al cierre de calles para que los invitados de lujo llegaran sin problemas al Palacio; el Presidente no fue interpelado por nadie durante su discurso; y al terminar lo despidieron entre vítores.
Y de las drogas, nada, cero, cuando su tráfico y consumo en México es el principal problema de seguridad pública y generador de los grandes índices de violencia que estamos padeciendo.
Aunque sí hubo una diferencia: el mensaje a los mexicanos fue antes ( a las diez de la mañana) de que la Secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, entregara el informe al Congreso de la Unión (a las cinco de la tarde), rompiendo con las formas aunque eso sea ya, en realidad, lo de menos.