Luz de Gas
* El control absoluto de la víctima
Martha Canseco González
SemMéxico, 29 julio 2019.- “Eréndira, ya no estaba segura de nada había dejado las llaves de la casa junto al florero, no estaban, era la tercera ocasión en la semana que las extraviaba y cuándo le preguntó a Raúl si las había tomado, respondía lo mismo, -¡estás loca, yo tengo las mías!, ¿para qué quiero las tuyas?-”, (lo cierto es que Raúl le escondía las llaves y sólo las dejaba a la vista cuando Eréndira ya estaba desesperada).
“Charlotte, una vez, lo esperé en una cafetería, pero no vino. Me dijo que lo había soñado, que no habíamos quedado. A veces Antoine me decía que le había pedido que fuéramos a ver una película concreta al cine y yo no me acordaba. Decía cosas a nuestros amigos que eran falsas: que me planteaba cambiar de trabajo, que había visto a tal amiga el otro día…Estaba totalmente perdida. A base de pruebas, comprendí que era él quién tenía un problema y lo dejé antes de volverme loca”.
Estos son dos testimonios, uno de una persona que lo subió a FB y el segundo viene en la revista “Colección Feminista” la cual a su vez lo toma de Pikara Magazine.
Son dos ejemplos de un tipo de violencia de género en éstos casos, llamado “Gas Light” que tiene como objetivo lograr el control absoluto de la víctima haciéndole pedazos la autoestima y la autoconfianza, convenciéndola de que la realidad que vive es falsa con el fin de que dude de su propia salud mental.
Su nombre viene de una película norteamericana “Gaslight” de 1944 dirigida por George Cukor y actuada por Charles Boyer e Ingrid Bergman. La protagonista vive cómo su marido le intenta convencer de que los ruidos que escucha en el ático, son fruto de su imaginación y altera todo el entorno de la mujer. Para lograrlo, desaparece algunas de sus pertenencias y atenúa las luces de gas, haciéndole creer a ella que brillaban con la misma intensidad de antes, señala Colección Feminista.
Cuarenta años después del estreno, la psicología reconoció el fenómeno y lo integró como una forma más de abuso psicológico contra las personas.
Se caracteriza por ser un tipo de violencia cotidiano y constante que se compone de pequeños detalles, en ocasiones imperceptibles, cómo una gota de agua que constante logra perforar la piedra, pero cuyo efecto mina, agota y vacía a quienes lo sufren.
Primero a la propia víctima y luego a su entorno les confunde porque va acompañado de una falsa bondad por parte del victimario: “lo digo por tu bien”, “yo sólo quiero tu bienestar”, “te lo digo con el fin de que cambies”.
Es muy parecido a lo que ahora conocemos cómo “bulling”, y que si lo analizan bien, resulta ser una especie de tortura. De hecho, en Brasil, éste tipo de violencia en el ámbito familiar, ya está reconocido como terrorismo.
Hasta dónde sé aquí en Hidalgo aún no está tipificada ésta clase de violencia, de hecho sólo requeriría una adición a la ley ya en vigencia e integrarla cómo una modalidad más, nada complicado.
Así que, sí el Congreso quiere seguir apoyando los derechos humanos de las hidalguenses, aquí tienen tela de dónde cortar.
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