Lore Díaz
SemMéxico, Guadalajara, Jalisco, 14 de enero, 2022.- México es un país en el cual la impunidad reina cuando hablamos de violencias contra las mujeres, donde más del 90 por ciento de denuncias se quedan sin recibir justicia. Esto en sí mismo ya es alarmante, sin embargo, es importante mencionar que las denuncias realizadas son mínimas en comparación con el número de mujeres que día a día viven algún tipo de violencia.
No todas las mujeres que han vivido algún tipo de violencia tienen los recursos necesarios para realizar una denuncia. Las mujeres que tienen los recursos y deciden hacerlo recorren un camino complejo, pues hay un contexto machista que culpabiliza a la víctima en las esferas de lo público y privado en lugar de responsabilizar al agresor. Hay una revictimización por parte de las instituciones, reviviendo y haciendo más traumático el episodio de violencia. Los procesos son largos dejando en manos de la víctima el seguimiento y compilación de pruebas para demostrar la veracidad de su denuncia. Por otro lado, en algunos casos no se garantiza la seguridad de la víctima por parte de las instituciones, exponiendo a que el agresor vuelva a violentar.
Este artículo no está enfocado en dejar puesta la desesperanza y abonar al reinado de la impunidad, al contrario, lo que busca es resaltar que la denuncia no solo es un proceso legal. Si bien, es totalmente necesario e importante tener justicia, la denuncia también tiene una dimensión simbólica. El levantar la voz es reconocer que lo que se vivió es injusto, es visibilizar la violencia y colocar al agresor como responsable de ello, es valioso e importante señalar que no es culpa de la víctima vivir este tipo de violencia y que no se debe ser violentada nunca.
Realizar una denuncia puede ser una herramienta transformadora, en la cual se tiene el poder de pasar de ser víctima a sobreviviente, es una forma de resistir ante esta violencia feminicida, de recuperar el control y lograr que esta violencia sea una situación vivida y no sea algo que defina a la vida misma. Finalmente puede ser un proceso que se acompañe con sororidad y con redes de apoyo siendo esto un sostén cálido para transitar en este camino, el cual no debería de algo que se viva sola, las redes salvan y acompañan. Denunciar es hacer que nuestra voz se escuche.
“Nunca más tendrán la comodidad de nuestro silencio” Maremoto Maristain
*Mtra. en Psicoterapia Interdisciplinar
lorediazorozco@hotmail.es
Colaboradora de Cladem Jalisco