Dulce María Sauri Riancho
SemMéxico, Mérida, Yucatán, 31 de julio, 2025.- Algunos distinguidos analistas insisten en que la presidenta Claudia Sheinbaum debería deslindarse, de una vez por todas, del incómodo senador por Tabasco, Adán Augusto López Hernández, actual coordinador de Morena en el Senado.
Argumentan que su cercanía con personajes acusados de colusión con el crimen organizado —en particular, con su exsecretario de Seguridad— daña la legitimidad de su gobierno y contamina el relato de continuidad con cambio que la presidenta intenta construir.
A contracorriente de quienes ven un nuevo oficialismo libre de lastres, yo afirmo que ese deslinde es prácticamente imposible.
No por incapacidad ni por debilidad, que sí las hay, sino porque Claudia Sheinbaum y Morena no pueden desprenderse de Adán Augusto sin afectar la raíz que los sostiene a ambos.
Permítanme explicarlo con una metáfora natural. Pensemos en un árbol: raíz, tronco y ramas.
La presidenta Sheinbaum es una rama vigorosa y frondosa, que cobija aves, insectos y hasta uno que otro oportunista político.
Tiene follaje, proyecta fuerza, se agita con el viento de los tiempos y tiene vida propia. Pero no es el tronco.
Ese papel lo ocupa el Movimiento de Regeneración Nacional, con sus múltiples corrientes, bifurcaciones e injertos.
El tronco es visible, se puede palpar, se sacude pero no se mueve.
Lo esencial de un árbol está enterrado: son sus raíces. Las raíces de Morena están sembradas en Tabasco.
Y no fue en 2011, cuando se fundó el movimiento, ni desde 2014, cuando obtuvo su registro como partido.
Mucho antes. En esa tierra pantanosa —fértil para la resistencia política— comenzó a gestarse el obradorismo.
Fue Andrés Manuel López Obrador quien sembró el árbol, cuando aún militaba en el PRI.
Desde finales de los años 70, y de forma más clara con su candidatura a la gubernatura por el Frente Democrático Nacional en 1988, comenzó a crecer un movimiento de oposición que combinaba denuncia social, narrativa épica y fidelidad personal.
El árbol empezó a crecer torcido para desafiar al sistema, y se aferró a la tierra tabasqueña con raíces profundas y propias.
En 2019, el periodista Roberto Barboza publicó en La Silla Rota una lista de los 13 tabasqueños cercanos a AMLO.
Ahí figuran nombres clave: Octavio Romero Oropeza, Javier May Rodríguez, el general Audomaro Martínez. Sorprendentemente, no aparece Adán Augusto López Hernández.
¿Es eso prueba de que fue un advenedizo, un colado de última hora?
De ninguna manera.
La relación de López Obrador con los López Hernández tiene décadas. No empezó con Adán Augusto, que es diez años menor.
Empezó con Payambé, su padre, abogado que fue de la familia López Obrador en situaciones críticas y, después, notario de AMLO y defensor de sus causas y de sus procesados.
Mientras AMLO salía del PRI y organizaba la primera Caravana por la Democracia en 1991, Adán Augusto estudiaba en Francia y asesoraba a Roberto Madrazo desde el poder.
Dos trayectorias opuestas pero paralelas… y cercanas.
La elección de gobernador en Tabasco de octubre del 2000 ganada por el PRI, fue anulada por el Tribunal Electoral dos días antes de la toma de posesión, el 1o. de enero de 2001.
Era urgente nombrar un gobernador interino. Como presidenta nacional del PRI, viví de cerca esa coyuntura.
Adán Augusto sonaba como opción de consenso: coordinador de campaña del candidato anulado, pero con una imagen moderada.
Salí en vuelo de la CDMX con su nombre como candidato. Al aterrizar en Villahermosa, el escenario había cambiado.
Madrazo me notificó que Adán había declinado. El consenso se desmoronó.
Surgió Enrique Priego, que rindió protesta el 31 de diciembre.
La historia no termina ahí.
El PRD, el PAN y el Verde impugnaron la designación del interino: se había realizado con un gobernador aún en funciones y por una legislatura saliente.
Los forcejeos jurídicos derivaron en adelantar la elección extraordinaria para el 5 de agosto de 2001.
En ella, Adán Augusto intentó disputar la candidatura a Manuel Andrade sin éxito.
Pasaron algunos años que, en la política tabasqueña, siempre son pantanosos.
En 2006, Adán reapareció como diputado local por el PRD y coordinador de su bancada. Luego fue diputado federal (2009-2012) y senador (2012).
Participó en la fundación de Morena y fue parte de su grupo parlamentario en el Senado.
En 2018, fue postulado a la gubernatura por su estado natal. Ganó con amplio margen y derrotó al PRD, que gobernaba entonces.
Tabasco volvía a ser bastión obradorista.
En su gobierno, Adán nombró como secretario de Seguridad a Hernán Bermúdez en 2019.
El general Audomaro Martínez, hombre de confianza presidencial y director de la Agencia Nacional de Inteligencia, habría revisado los antecedentes.
No era cualquier estado. Era Tabasco. La tierra madre, la raíz. Puedo conceder que, en otras entidades, se podrían “colar” algunos personajes con antecedentes oscuros o desconocidos en las áreas de seguridad.
Pero no en Tabasco. Ahí no caben excusas. Se conocía a todos, hasta al chofer. Que esa “liebre” se escapara habla mal de varios. ¿Falta de control? ¿Exceso de confianza? ¿Complicidad?
Cada quien saque sus conclusiones.
La pregunta no es si Adán sabe demasiado como para ser prescindible. La pregunta es otra: ¿puede el árbol de Morena sobrevivir si se le arranca parte de su raíz más profunda?
¿Aguantaría solo con la parte que representan Octavio Romero y Javier May, el general Audomaro Martínez, Rafael y Nico Mollinedo?
¿Cambiaría Morena la esencia de su raíz fundacional? ¿No se pudrirían también sus frutos?
Lo que ahora sabemos es que el tronco morenista está plagado de termitas políticas: expriistas, experredistas, expanistas arrepentidos, ex de todo. Mordisquean asiduamente la suculenta madera del poder.
Y la rama presidencial, la más gruesa y frondosa, es ignorada por algunos de esos bichos que prefieren estar en el árbol sin rendir cuentas ni seguir instrucciones.
Ni austeridad, ni recato. Como ya no pueden vacacionar en Estados Unidos, Nueva York y Miami incluidos, sin riesgo de escándalo o detención, optan por destinos más exóticos. Islas, resorts de lujo, safari en África.
Total, merecen la abundancia.
Porque al árbol de la 4T no se derrumbará por los vientos del cambio de una ciudadanía todavía aletargada, sino por las podas mal calculadas y peor ejecutadas.
Arrancar una raíz profunda, sin saber qué tan profundo llega o qué sostiene, puede terminar secando las ramas más prometedoras.
Adán Augusto es raíz, Claudia es rama. Al tiempo…
*dulcesauri@gmail.com
Licenciada en Sociología con doctorado en Historia. Exgobernadora de Yucatán.