Opinión| Furor del respetable

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David Martín del Campo

SemMéxico, Cd. de México, 17 de febrero, 2025.- Fuimos algo más de 115 millones los espectadores los que, cerveza en mano, rugimos ante los desatinos de Patrick Mahomes, quarterback de los Chiefs de Kansas City. El partido del Super Bowl fue el espectáculo televisado que más audiencia ha registrado en la historia, después del alunizaje de la misión Apolo XI en 1969.

La pregunta que surge, a medio espectáculo, es simple: ¿De dónde nos viene ese furor por el combate de los contrarios? Supongo que lo mismo se preguntaban en el Coliseo romano, cuando los gladiadores juraban ante la tribuna, “¡César, los que vamos a morir te saludan!”. Gladiadores y futbolistas, peloteros en la Serie Mundial, el matador Enrique Ponce despidiéndose de la fiesta brava en la Monumental de México. Se sentía ya viejo, a los 57 años.

Mi diccionario asegura que “amistad” es lo contrario a rivalidad. Antagonismo, hostilidad, enfrentamiento serían los sinónimos del sentimiento que aflora a cada rato en la calle, la oficina, el salón de clases. Al oficio del hostigamiento, ahora, se le llama simplemente “bullying”. Son los acosadores de siempre, los fustigadores, profesionales… que, en ocasiones, por ello mismo, alcanzan las presidencias republicanas. El elector, en ese sentido, se convierte en un masoquista indocumentado.

La rivalidad, por así decrilo, nos viene con la sangre. Los perros ladran, los lobos aúllan, los seres humanos gritamos ofiendidos “¡Carajo! ¡Te voy a romper la madre!”. Y somos felices con simplemente eso, manifestar nuestro enojo. Diría un psicólogo, es la expresión de nuestro instinto aniquilador. Que prevalezca nuestra voluntad, pese a quien le pese, así sea del Necaxa, del América, de los Pumas.

El circo ha sido por siglos la salvación de la vida en comunidad. “Pan y circo”, decían antes, hay que darle al pueblo. Y sí, en el circo rivalizaban los aurigas fustigando a sus monturas, los gladiadores defendiendo su vida con la espada, o las peleas de gallos, las carreras del hipódromo, los partidazos en el estadio Azteca. Unos que ganan y son los campeones, otros que pierden y no modo, son los “ya merito” de toda la vida.

La rivalidad asoma en todas partes y que nadie nos venga con eso de la hermandad sonriente de los pioneros, pañoleta roja al cuello, cantando himnos de hermandad unversal. “De colores, de colores se visten los campos en la primavera…”, cantaban los cursillistas juveniles cristianos de los años 60, antes que los desterraran los hippies del amor libre y el porro en comunidad.

Miguel León Portilla publicó en 1959 su antología “Visión de los vencidos”, en la que conjuntaba relatos y testimonios de los pueblos indígenas conquistados por los ejércitos combinados de Castilla y Tlaxcala. Porque hubo otra “visión”, que imperó durante siglos, que ha sido la de los vencedores. Es la historia misma, contada por los herederos de los generales y emperadores sometiendo a los derrotados, porque la guerra es la “continuación de la política” por otros medios; ya lo dijo Von Clausewitz en su tratado inmortal.

Rivalidad que viene desde el antiguo testamento, ¿quién mató a quién? ¿Abel a Caín, o Caín a Abel? ¿Y quién puso allí la quijada del burro? Placer sádico, morbo del respetable, sed de sangre en el estadio. Mejor un partido entre naciones que una guerra impía, aunque ya hubo la de Honduras y El Salvador, en 1969, llamada precisamente “la Guerra del Futbol”, contada magistralmente por el periodista Ryszard Kapuscinsky.

Así estamos cada noche ante el televisor, como el respetable cuando el Coliseo, atestiguando la violencia nuestra de cada día… los muertos de Tabasco, de Sinaloa, de Guanajuato; no con el temible “gladius” de las legiones romanas, sino con el AK-47, “cuerno de chivo”, que inventó el armero ruso Mijaíl Kalashnikov. Es la entraña misma de la obra de Shakespeare, ¿ser o no ser?, la ambición de poder y su precio en sangre.

La rivalidad acompañará por siempre la vida del homo-sapiens (¿sapiens?). Hamas vs. Israel, Patrick Mahomed vs. Jalen Hurts, Trump vs. el que se ponga enfrente. Bullying, un lindo sustantivo que ya debería incorporar la Real Academia.

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