Florencio Salazar
Sentí que su voz abarcaba de pronto una dimensión más amplia.
Alejandro González
SemMéxico, Chilpancingo, Gro, 4 de marzo, 2024.-La Universidad Central de Ecuador es una casa llena de blasones. Fundada hace 404 años irradia conocimiento. Este día yergue su señorío al otorgar reconocimiento de Doctor Honoris Causa al polígrafo -en el sentido que se entrega a Azorín como talento múltiple de la escritura- a Iván Oñate (1948).
El poeta ecuatoriano ha escrito una docena de poemarios y es un profesor sobresaliente, que ha impartido cátedra en las más prestigiadas universidades de Londres, Texas, Florida Washington, Lovaina, Lieja, Lille, Nuevo León y UNAM, entre otras. Algunos poemas han sido musicalizados y sus cuentos llevados al cine.
No cometeré el absurdo de referir sobre la calidad de su obra. Prefiero recordar mis impresiones cuando lo vi, lo escuché y dialogamos a propósito del XXII Encuentro de Poetas Latinos, realizado en octubre del año pasado en la Ciudad de Aguascalientes, México.
En la lejana distancia de unos cuantos metros, en el recibidor del hotel del que fuimos huéspedes, Iván Oñate parecía una ciudad amurallada por la firmeza del rostro y la textura de la barba y la pelambre. En la proximidad física se mantiene esa imagen, pero ahora están levantados el puente levadizo y el rastrillo y se accede a una conversación alentadora.
La enseñanza de la semiótica, la interpretación de los símbolos literarios, la aventura de salir a flote con las botas cargadas de agua antes de que el mar versificara su poema sombrío. Escuchar en su voz las voces de Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez. Y tener la verosimilitud para que su poesía se eleve, como Remedios La Bella, por las sábanas hacia el insondable universo.
Supongo, que en Iván Oñate, igual que en Patrick O’brian, las palabras «fluyen más rápido que la pluma» con largos estallidos de creatividad y largos periodos de silenciosa reflexión (The Paris Review, Vol. II, Acantilado, 2021). Se advierte: «Un sueño/ Sin la tentación de alcanzarlo/ Es un sueño olvidado/ un sueño muerto». Y mantiene el discurso de poeta-filósofo: «Oh, noche/ pasos que van y vienen/ cuerpos/ que caen
cansados para siempre»
Es la poesía ensimismada en respuestas a la única pregunta que cuestiona a los seres humanos. De ahí lo notable de la poesía de Iván Oñate, despojada de artilugios; el rey desnudo que se sabe desnudo, que se surte en el lenguaje misceláneo: el tuyo, el mío y el de todos.
«El arte de la conversación quiere enseñarnos cada día que la verosimilitud de lo que se dice depende del grado de convicción de quien habla», como afirma William Ospina. Por ese motivo, el retorno de Aguascalientes a la Ciudad de México, afortunadamente para mí más largo de lo previsto, ha sido un poderoso nutriente de Iván Oñate, un dignísimo Doctor Honoris Causa (a diferencia de esos dizque institutos y colegios que en México comercializan doctorados horroris causa).
Me siento sumamente honrado de que la Universidad Central de Ecuador, me haya solicitado estas palabras, para ser leídas en el evento académico. Solo quiero agregar que hay personas recientemente conocidas, pero cuya amistad nos ha acompañado apenas colapsaron las nebulosos y se produjo la creación. Así de antigua es mi amistad con este gran poeta.
He leído del ecuatoriano La nada sagrada y El ángel ajeno, cada uno de ellos con una cálida dedicatoria.
Hemos hecho el compromiso de su asistencia a Arcadia Centro Cultural de Chilpancingo, para que comparta con esta luminosa nube de jóvenes poetas guerrerenses -destacadamente mujeres- el misterio de la poesía, que ha sido y será antes y después de la palabra.
Van magníficos los versos de Iván con la merecida toga.
*Al presente texto he agregado unas líneas más para adecuarlo a mi colaboración semanal. La ceremonia se realizó el 1° de marzo anterior.