Florencio Salazar
Nada más simple que la poesía. Es como un pájaro. Basta dejarlo en libertad. Jaime Jaramillo Escobar.
Nadie me lo dijo… reciente poemario de Gela Manzano (Los libros del perro, CDMX, 2024), es una elegía agrupada en tres partes: Flor de cactus, 20 poemas; Segunda parte, 14; y tercera parte, 22. Total 56 poemas impresos en 96 páginas, que contienen centenas de versos.
La edición es pulcra. Lamentablemente, no tuve ocasión de leer, sopesar ni abanicar sus hojas, porque recibí la versión por PDF, y como resultado de la impresión me pareció un volumen voluminoso. Ahora,
en el decoroso libro, leo en la contraportada coincidencias con opiniones de Ethel Krauze.
Los poemas tienen una sola emoción con sus muchas variables: el dolor por la pérdida del ser entrañable,
del amor evaporado, la más honda nostalgia, la rebeldía contra lo inevitable, el cuestionamiento al
Supremo. Largo y sostenido duelo en la poética de Gela Manzano.
Descubrir, por el golpe del mazo, la realidad de lo conocido pero impensable y vivirlo, trasmitirlo,
publicarlo, hacerlo de los demás, por una voz que no puede, no quiere, ahogarse. Este poemario me
recuerda, inevitablemente, la novela Lo que no tiene nombre de Piedad Bonet. La Dolorosa continúa en
las madres sufrientes.
Gela Manzano reclama: “Nadie me dijo que en medio del dolor/ se elige el vestido mortuorio/ las rosas
blancas/ que coronarán tu cabeza en reposo./ escoger los cirios/ que te alumbrarán el vuelo/ de alondra
mientras se ahoga/ el grito desgarrado que atraviesa mi cuerpo”.
Se advierte en el lirismo el afán para desdoblar al yo sin reposo en la dualidad humana. Las sombras que
pueblan los sótanos de la conciencia parecen emerger hacia la luz en las imágenes de lo indeseable
aunque sea, o parezca, alcanzar la pureza.
La energía de Gela brota de sus nervios, los mismos que pretenden hacer que pierda la cordura. Ella
prefiere la fuerza de sus debilidades y, en la anáfora y el paralelismo, insistir de diferentes modos la
inaceptable ausencia de la hija amada.
El lector descubrirá en estos textos un solo poema, que narra la biografía de Gela Manzano y del ser
perdido, la búsqueda de respuestas en los sepulcros de sus antepasados, los pasos que quisiera desandar
para recuperar lo ya imposible.
La poeta reclama: “Son muchas las preguntas/ que me obligan a callar/, a detener las plegarias/ todo
tiene una mudez apocalíptica/ y no soy generosa/ para entender y agachar la cabeza/ ante la muerte”.
A la muerte solo la vence la memoria, por eso la autora escribe, describe, imagina, evoca y,
rítmicamente, va dejando huellas, testimonios, que desea imborrables. La poeta afirma: “Regreso al
tiempo de tu nacimiento”.
La poesía se revela aquí como un tutorial sobre el enfrentamiento a la íntima tragedia; pero también
como acta de notario, da fe del insobornable sentimiento, de la angustia incesante de la que surge la
poesía.
Gela Manzano ha logrado construir versos aparentemente sencillos, “sin adornos; en todo caso, buenos”,
como propone Ezra Pound. No llega al hiperrealismo de Roberto Bolaño, pero hay tal claridad en su
mirada poética que al abrir sus sentimientos estos son transparentes.
Como académica de larga data, gestora cultural, narradora y poeta, Gela Manzano sabe lo que enfrenta
al concebir y publicar un poemario de una sola emoción sostenida. Es un desafío para la autora y los
lectores.
“En el lenguaje literario –dice Arturo Souto– las palabras multiplican sus funciones. El escritor trabaja
con todas ellas. Algunas de las más significativas son la musical, la afectiva, la evocativa, la conceptual y
la simbólica”.
Estas funciones están presentes en la obra de Gela Manzano.
Musical: “Abuela, seca mis lágrimas, con tu delantal/ oloroso a hierbabuena, resguárdame/ en tu cocina
de ajos y cebollas”.
La afectiva: “Sigues tan viva, palpitando/ creciste en mi vientre/ respiras conmigo, como entonces”.
Evocativa: “Mientras seas una antorcha/ en mis profundas oscuridades”.
Conceptual: “Nadie, nadie, ni Dios para explicarme”.
Simbólica: “Minúscula gota de rocío,/ navega a la deriva/ en el infinito mundo de tus ojos”.
Poemas con poesía son los de Gela Manzano. Podrá encontrarse alguno que otro verso prescindible por
referir lugares comunes. Y por ahí errores de puntuación, como bachecitos en los que cae el ritmo, pero
su resonancia se mantiene como campana de duelo. Nada de lo anterior mella el contenido. Octavio Paz
corregía poemas publicados, de manera que se liquida la creencia de que las primeras versiones están
escritas en piedra.
Sin duda, Gela Manzano ya es parte de la lirica mexicana y va creciendo.
Los invito a leer Nadie me lo dijo…