Opinión| ¿Más vale un mal acuerdo que un buen pleito?

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Saúl Escobar Toledo

SemMéxico, Cd. de México, 7 de febrero, 2025.- El lunes pasado, 3 de febrero, se anunció un acuerdo entre Canadá, Estados Unidos y México que suspendió “por un mes” el aumento de los aranceles anunciado por el presidente Trump. Dicho arreglo supongo, obedeció a un razonamiento que frecuentemente recomiendan los abogados: “más vale un mal acuerdo que un buen pleito”.

Para Trump, el precio que tuvo que pagar fue echarse para atrás de una amenaza reiterada desde el principio de su mandato. Se exhibió ante el mundo como un gobernante chantajista que, sin embargo,  tuvo que ceder ante la presión, fundamentalmente, de diversos sectores empresariales de su país que advirtieron el enorme costo que suponía para la economía estadounidense la imposición de  los aranceles.

Se ha dicho que Trump buscaba básicamente tres objetivos: proteger a la industria manufacturera e incitar a los inversionistas a regresar a EU; aumentar los recursos del gobierno para compensar la disminución de los impuestos; y utilizar ese instrumento para presionar políticamente a otras naciones para aplicar políticas relacionadas básicamente con el flujo de drogas e inmigrantes. Sólo logró, con Canadá y México, pactar acuerdos en este último aspecto. Los otros dos quedaron, por lo pronto, relegados y sujetos a negociación.

De esta manera, el mandatario estadounidense quedo exhibido como una persona que actúa sin tener conocimiento de las consecuencias de sus actos. No obstante, las amenazas para emprender una guerra comercial pueden repetirse en cualquier momento.

Canadá por su parte, al igual que nuestro país, ganó tiempo para negociar y tratar de evitar las consecuencias económicas de los aranceles, pero cedió en el caso de las drogas con fuertes medidas como la vigilancia reforzada en la frontera, incluyendo un llamado “zar del fentanilo” que hará una lista de los carteles “terroristas” para asegurar la vigilancia de la narcotráfico y encabezará una fuerza conjunta con EU para combatir al crimen organizado y el lavado de dinero.

México como se sabe tuvo que ceder también en este asunto con la promesa de desplegar 10 mil soldados en la frontera. Sin embargo, ya no se dijo nada de las acusaciones de que el gobierno mexicano tiene “alianzas intolerables con los carteles”. Al contrario, Trump reconoció que puede llegar a acuerdos con  la presidenta Sheinbaum. El costo para nuestro país será alto pues el despliegue de las fuerzas militares se utilizará principalmente para detener a los migrantes mexicanos y de otras nacionalidades, con peligrosas consecuencias en materia de derechos humanos. Se convierte, así,  de nueva cuenta en el guardián, al servicio de EU, contra las personas que desean llegar a esa nación.

Así las cosas, los tres gobiernos ganaron y perdieron en la negociación. Un arreglo que puede durar un tiempo por ahora indeterminado y con resultados inciertos para todas las partes involucradas. No obstante, hay que reconocer como lo han hecho los empresarios mexicanos y estadounidenses que la presidenta actuó, dadas las circunstancias, con inteligencia y logró, por lo pronto, suspender los famosos aranceles.

El gobierno mexicano entiende que uno de los problemas más serios en la relación con EU consiste en frenar el tráfico de fentanilo y combatir a los carteles del crimen organizado.  Argumenta, con razón, que dicha tarea tiene que contar con la colaboración respetuosa de su vecino del norte por lo menos en un asunto toral: el tráfico de armas. Según la presidenta, Trump aceptó abordar este problema, aunque el comunicado oficial del jefe de la Casa Blanca no dice nada a este respecto.

Para lograr avances significativos en estos asuntos se requiere una estrategia conjunta, integral, y sin medidas de fuerza dictadas unilateralmente por Washington. No está claro si EU ayudará eficazmente, estorbará para empeorar las cosas,  o se limitará a declaraciones estridentes que no resolverán nada o casi nada. Por lo pronto, y a reserva de que haya resultados en la mesa de negociación, nuestro gobierno  tendrá que dar resultados más palpables. Resolver el problema de la inseguridad, la violencia y el control del crimen organizado en algunas porciones del territorio nacional es fundamental para que México logre un mejor bienestar, en todos aspectos, de la población mexicana.

En cuanto a la migración, el gobierno parece no tener otras alternativas que las ya expuestas: proteger a los mexicanos residentes en EU con los consulados; llevar a cabo programas de ayuda a los deportados; fortalecer el programa de refugiados; y tratar de demostrar que los trabajadores mexicanos en EU aportan significativamente a la economía de aquel país. Las protestas y ausencias de trabajadores migrantes en ciertas actividades importantes que se han presentado ya en algunas ciudades  son de gran relevancia. Sin embargo, al mismo tiempo, es posible México  tenga que  aceptar nuevas concesiones y la disminución de las remesas que llegan a las familias mexicanas.

Finalmente, en el terreno económico, ante la política agresiva de EU, han surgido voces que reclaman un “cambio de modelo” que incluya la diversificación de nuestros socios comerciales y hasta un acercamiento mayor a China. Igualmente, un plan  de sustitución de importaciones y atraer inversiones que vayan más allá de la maquila y promuevan  actividades de alta tecnología y mayor valor agregado. El gobierno ha respondido que el Plan México va en esta dirección, pero sigue insistiendo en que su estrategia consiste en mantener y fortalecer la integración de Norteamérica, es decir, incluyendo a Canadá y Estados Unidos. Ello supone mantener al país dentro del TMEC, aceptar su revisión y negociar lo mejor que se pueda esa relación comercial.  No está en sus planes alejarse de EU. Al contrario, su proyecto consiste en hacer más productiva esa alianza “para competir mejor con China”.

A largo plazo,  es indispensable construir una política industrial y comercial más beneficiosa para México. A corto plazo, no obstante,  el gobierno mexicano entiende que la integración de Norteamérica es indispensable para el desarrollo de nuestra economía.

Ante ello, no obstante,  hay cosas que se pueden y deben hacerse, como mantener y fortalecer la política salarial y de protección a los derechos laborales; y revisar su política de gasto para invertir más y mejor en infraestructura productiva y en servicios esenciales para la población en salud, educación, transporte, vivienda y otros rubros. Para lo anterior, como se ha dicho, habrá que seguir insistiendo en una reforma fiscal progresista. Sin embargo, el presupuesto recesivo acordado para este año no ayudará mucho a conseguir estas metas.

Todo esto tiene que ser revisado y, al mismo tiempo, prepararse ante la incertidumbre mundial:  nuevas medidas irracionales de EU;  conflictos armados en algunas regiones del mundo; y la guerra comercial con China que se ha recrudecido en los últimos días. Tareas complejas que requerirán no sólo del apoyo de los empresarios. También del conjunto de la sociedad

Por lo pronto, tendremos que enfrentar al gobierno de Estados Unidos, manejado por un grupo con contradicciones internas, que actúa caprichosamente y que puede causar “grandes dolores”, como dijo Trump. Un gobierno que parece guiarse casi exclusivamente por los intereses de una plutocracia y el afán de demostrar a sus votantes que puede remediar supuestos males que aquejan a su país como la migración indocumentada y el consumo de drogas.

Las declaraciones que revelan un afán expansionista en el mundo como apropiarse de Groenlandia y el Canal de Panamá, o barrer a la población palestina de su territorio no se han traducido en acciones. No obstante, la impunidad y el poder de Trump, con las que hasta ahora cuenta de manera casi absoluta, podría derivar en acciones militares de graves consecuencias.

El mundo observa con azoro, confusión y miedo a Washington. No obstante, el magnate ya dio marcha atrás, aunque sea momentáneamente, a la imposición de aranceles a Canadá y México, lo que podría demostrar que en el futuro próximo la distancia entre el discurso amenazante y las acciones que tome realmente pueden ser más evidentes. No hay que confiar en ello; tampoco descartarlo. Mientras tanto, sigue siendo válida la estrategia que reza: “lo mejor es prepararse para lo peor”. ¿Confuso? Reclamen a Trump y su equipo de gobierno.

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