Opinión | Nueva generación política, nuevos partidos

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Uno nunca sabe qué lealtades se despertarán en los momentos criticos. Paul Auster


SemMéxico, Chilpancingo, Guerrero, 2 de julio, 2024.-Los partidos opositores carecen de políticas de largo aliento para enfrentar al régimen de Morena. Dejaron pasar más de 30 años sin modernizarse y cuando ya están a punto de la agonía pretenden renovarse. Los actuales dirigentes del PAN, PRI y PRD carecen de la estatura política y del indispensable prestigio en sus liderazgos para acometer exitosamente lo que se proponen.

No creo que todo tiempo pasado haya sido mejor. Pero se extraña la clase política de líderes como Jesús Reyes Heroles, Porfirio Muñoz Ledo, Luis H. Álvarez, Felipe Bravo Mena, Heberto Castillo y Cuauhtémoc Cárdenas. Políticos de principios e ideas. Perseguían la concreción de las propuestas de sus partidos, pero propiciaban el diálogo y el debate. Celebraban acuerdos. Pugnaban con afán por una sociedad mas justa desde la perspectivas de sus respectivas militancias estadistas. Ahora tenemos políticos bisoños con viejas mañas. El último ejemplo de la política clientelar fueron las candidaturas de la triple alianza. Al escoger a sus próximos y familiares privilegiaron la subordinación. El esplendor del nepotismo político con pena y sin gloria. Cuando el influyentísimo de los líderes alcanza para favorecer en las candidaturas al hermano, la sobrina, al amigo sin mérito, la pregunta obligada es: ¿En dónde queda el reconocimiento a la militancia? Cómo se le puede decir a un compañero de partido: «Tú te haces a un lado porque va mi hijo».

Tema de fondo es la contradicción entre el sistema democrático y sus partes no democráticas. La ley de hierro de Robert Michels, sigue vigente. Élites que permanecen hasta que son desplazadas por otras. Unas más y otras menos, todas hacen de sus organizaciones partidistas sus feudos, de manera que, de partidos sin democracia, emergen los posibles legisladores, alcaldes y gobernadores, que deberían dar sustancia a nuestra democracia.

Las reformas que pretende hacer el PRI, evidentemente son apresuradas. Mas que la necesidad de cambiar de imagen, se antojan para hacer nuevos estatutos que mantengan en sus cargos a los actuales dirigentes, quienes deberían haber renunciado después de su derrota estrepitosa. De los tres partidos sólo el PAN se ocupó en el pasado, con celo hasta excedido, de la formación de cuadros. PRI y PRD -ahora incluido el PAN- quieren tener seguidores, no militantes.

Para que haya democracia en los partidos se necesita voluntad política y una serie de disposiciones simples:capacitación para los militantes, que cada militante pague su cuota y la vida democrática surja de los órganos de base. La importancia de la capacitación política es obvia; el pago de cuotas dará sentido de pertenencia y habrá de formar militantes exigentes de buenos resultados; y la vida democrática reformará al país.

Sólo partidos renovados, con verdadero compromiso democrático, podrán enfrentar a un régimen que, con sus propuestas de cambios constitucionales, va derecho y no se quita para desmantelar el precario equilibrio de poderes, vulnerar la protección que las leyes otorgan a los ciudadanos y recobrar al santanismo para configurar el país de un solo sujeto.

Entonces, si los partidos ya dieron de sí por el hartazgo que hay hacia ellos, la opción posible es la organización de uno o dos nuevos partidos. Para ello, deben surgir políticos de una nueva generación (académicos, miembros de la sociedad civil); personas con emoción social, conocimiento técnico y genuino interés en la política. 

Lo anterior pasa por eliminar las alianzas frágiles en el interior de la sociedad civil. No pueden ser considerados como lo mismo los ciudadanos organizados voluntariamente por una causa determinada y los grupos de presión -claramente los empresariales- que se organizan para la defensa de sus intereses económicos. Así la ONU los haya reconocido con una misma etiqueta, la diferencia es sustantiva: la sociedad civil no persigue fines de lucro y en el empresariado esa es su razón de ser.

Es perentorio, en este ambiente de crisis democrática, la emergencia de una nueva generación para formar nuevos partidos políticos. Y al referirme a una nueva generación política no me refiero a los ciclos generacionales, porque hay jóvenes viejos y viejos jóvenes. Nuevas caras, nuevas formas de organización, compromisos claros y contundentes, nuevos modos de hacer política popular y republicana.

México lo necesita.

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