Opinión| Su rostro es el fiel reflejo del dolor

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Teresa C. Ulloa Ziáurriz*

SemMéxico, Ciudad de México, 30 de enero del 2023.- Conforme pasan los años, se va minando la salud de las madres de hijas desaparecidas, las arrugas de sus rostros se acentúan y multiplican y el brillo de sus ojos se pierde hasta caer en la opacidad del dolor.

Los ojos son el reflejo del alma y los ojos de Doña Celia, o Rosa Isela, o Maribel, o la mama de Dany, incluso la mamá de Perla Brigitte que sólo tiene un año desaparecida, en Zacatecas y aunque los perpetradores, un médico compañero de Perla que era enfermera, ya se encuentra sentenciado a 60 años de cárcel y su hermano que se encuentra prófugo, ya a Perla nadie la está buscando, sólo su madre.

O las lágrimas que corren de sus ojos cuando se acuerdan de la desaparición de sus hijas, Jessica, Yamile, Ma. José, o Daniela Xóchitl, y los años que han pasado esperando que las llamen o toquen a sus puertas y sean ellas, las noches de desvelo, sus voces apagadas, sus manos que tiemblan y que ha forzado a que cada una haya encontrado distintas formas para sobrevivir.

Unas que se suman a las búsquedas en vida, porque les duele mucho buscar a sus hijas bajo el protocolo postmortem. Otras aceptan esos protocolos tanto en vida como postmortem. Otras prefieren exigirle al gobierno que las busque.

Sus ojos se quedan perdidos en lontananza, como buscando en el infinito a sus hijas, buscando consuelo, buscando respuestas, sin darse por vencidas. Hay veces que su dolor y la incertidumbre brotan por sus poros. Su salud va menguando con el paso del tiempo. E inclusive, de qué sirve que detengan a los que desaparecieron a sus hijas, como en el caso de Yamile, que los jueces del estado de Morelos los absolvieron a pesar que su hermana los reconoció sin temor a equivocarse; o como el caso de Perla Brigitte, que como ya uno de los perpetradores está sentenciado en Zacatecas, ya nadie la busca, ni se esmeran por ejecutar la orden de aprehensión que está pendiente de ejecutarse, a pesar de que hay muchos indicios y pruebas de que fue víctima de trata para la explotación sexual.

María José desapareció el 21 de septiembre de 2010, en Tecámac, Estado de México, cuando tenía 11 meses de nacida y se sospecha que fue robada para adopción internacional, a pesar de que el hombre que se la llevó ya está sentenciado y dice que mató a la bebé, pero María José sigue desaparecida.

O el caso de Jessica Cerón, que despareció el 13 de agosto de 2012, en Jiutepec, Morelos, con un embarazo a término y Doña Celia, su mamá, la sigue buscando, a ella y a Max, su bebé.

Daniela Xóchitl desapareció el 31 de mayo de 2006, a la edad de 6 años, de su propia casa, en Tultitlán, Estado de México, mientras su mamá se había ido a trabajar, y estaba a cargo de su nana, también se sospecha que fue extraída de su hogar para la explotación sexual infantil, hasta el día de hoy, no aparece.

Y como estos hay miles de casos que el Estado Mexicano va dejando en el olvido, ante su ineficiencia en la búsqueda.

Incluso, aunque, hay suficientes elementos que permitan sospechar que se tratan de casos de trata, la FEVIMTRA no los investiga, hasta que hayamos rescatado o localizado a la víctima, y se manda a las madres a que se formen a la Fiscalía de Desaparición Forzada y por Particulares, en la Fiscalía General de la República, o en las Fiscalías de los Estados, donde ponen funcionarios/as sin compromiso y sin experiencia en la búsqueda de personas desaparecidas, víctimas de trata y cualquier modalidad de explotación. Y justo esa Fiscalía de Desaparición Forzada cuenta con pocos Ministerios Públicos Federales y pocos recursos, lo que provoca que los casos se apilen en espera de turno, ya que les corresponden más de 50 Carpetas de Investigación a cada Ministerio Público.

Hoy en México, hay 100,000 personas desaparecidas, un poco más de 33,000 son mujeres y niñas. Por cada desaparecido y desaparecida hay una madre, una hermana, una hija, una novia, que las está buscando. Por eso decimos que sus rostros son el claro reflejo del dolor…

* Directora de la Coalición Regional contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe (CATWLAC por sus siglas en inglés).

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