Saúl Escobar Toledo
SemMéxico, Ciudad de México, 28 de junio, 2024.- Un informe recientemente publicado por las UNCTAD, organismo de las Naciones Unidas para el comercio y el desarrollo, ha dado la voz de alarma: las deudas públicas tanto internas como externas de los gobiernos de todo el mundo han tenido un aumento sin precedentes. En 2023 alcanzaron un máximo histórico de 97 billones de dólares, lo que representó un aumento de 5.6 billones con relación al año anterior.
La deuda pública global casi se duplicó entre 2010 y 2023, pero su incremento más notable ocurrió entre 2015 y 2018 y sobre todo en los años de la pandemia, desde 2020 hasta la fecha. En esos trece años, los pasivos de los países en desarrollo crecieron dos veces más rápido que los de los más desarrollados. Ahora representan el 30 por ciento de la deuda global, con un monto de 29 billones de dólares. De ese total, tres cuartas partes pertenece a naciones de Asia y Oceanía; 17 por ciento a países latinoamericanos; y sólo 7 por ciento a África. Sin embargo, el problema es especialmente grave en este continente.
Más importante que el monto: en conjunto, las naciones en desarrollo pagaron 847 mil millones de dólares en intereses en 2023, 26% más que en 2021. Las tasas de interés que tuvieron que pagar en el mercado internacional fueron entre dos y cuatro veces más altas que las erogadas por Estados Unidos y entre seis y doce veces superiores a las de Alemania.
Este costo tan oneroso y que se eleva cada día más, está afectando las finanzas de los países en desarrollo. La mitad de ellos destinan al menos un 8 por ciento de todos sus ingresos para sufragar el servicio de la deuda. Peor aún, 54 naciones, principalmente africanas, tuvieron que dedicar 10% de sus ingresos a este propósito. Según el informe, 3 300 millones de personas residen en países donde el pago de intereses supera el gasto en educación o salud (un resumen en español del informe está disponible en https://news.un.org.)
Así, el problema de la deuda a nivel mundial reside en los recursos que se tienen que destinar para su pago. Según el Banco Mundial, esos pagos, están aumentando los riesgos de un estancamiento económico de largo plazo “particularmente devastador para las economías más pobres donde la reducción de la indigencia se ha detenido”.
Para entender mejor este asunto hay que aclarar que el aumento de las deudas no es la causa de la crisis sino su efecto. Frecuentemente se utiliza la relación Deuda/PIB como un indicador importante para evaluar el peso de la deuda pública. Sin embargo, hay que señalar como o hacen los profesores Jomo K. Sundaram y Ndongo Samba Sylla que dicho parámetro debe verse con cautela ya que la deuda acumulada es un stock (un activo) y el PIB un flujo de tal manera que, si la deuda se utiliza para impulsar el crecimiento mediante obras de infraestructura, esa relación puede disminuir. Por otro lado, también debe tomarse en cuenta que la deuda pública es más sustentable si se contrata en moneda local. El problema se agrava si, por el contrario, se toma deuda en moneda extranjera que es lo que sucede frecuentemente en las economías menos desarrolladas. En estos casos, las condiciones de pago pueden alterarse drásticamente en su perjuicio. En cambio, los países desarrollados tienen deudas sobre todo en monedas locales. Esa diferencia lleva a que las naciones menos desarrolladas sean más vulnerables.
Y es que la mayoría de las economías en desarrollo reciben ayuda y flujos financieros insuficientes y un acceso limitado a los recursos de las instituciones multilaterales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional y otros bancos regionales. Por ello, tienen que recurrir cada vez más a préstamos en condiciones muy onerosas en los mercados financieros internacionales lo que ha provocado una estructura de su deuda mas perjudicial.
En una palabra, los problemas crónicos de los países en desarrollo para pagar su deuda y las crisis que provocan son manifestaciones de un sistema económico y financiero desigual e injusto.
El informe de la ONU propone un plan de reformas para hacer frente a la crisis de la deuda que incluye tres medidas principales: inyecciones de liquidez (préstamos de emergencia sin intereses por ejemplo en Derechos Especiales de Giro), reestructuración de la deuda soberana (para lograr plazos de pago más amplios), y reducción del costo de los préstamos a largo plazo para las economías en desarrollo.
Lo anterior supone un conjunto de cambios en el sistema financiero mundial incluyendo el papel del FMI y del Banco Mundial. Aunque la ONU ha convocado a algunas reuniones para discutir el asunto, parece que los cambios no se van a ver en el corto plazo. Así, está prevista una reunión en España en 2025 en la que se espera avanzar en soluciones para ayudar a las naciones más necesitadas y en propuestas que lleven a un modelo de financiamiento internacional más justo.
Mientras tanto, muchos países, en África y en otros continentes, seguirán sufriendo el problema de la deuda que se manifiestan en presupuestos muy reducidos en renglones cruciales para potenciar su crecimiento y mejorar el nivel de vida de su población.
En México, según la SHCP, al primer trimestre de 2024, la deuda pública representaba el 45.5% del PIB con un monto equivalente a 15.4 billones de pesos. Se estima que a final del año será de 17 billones de pesos, un aumento de casi 15 por ciento con relación a 2023. Hacienda calcula que ello significará casi el 48% % del PIB.
La deuda externa neta alcanzó en marzo de 2024, los 220 mil millones de dólares, aunque representa sólo un 24% del total; el resto, está en moneda nacional. Tuvo un aumento de 7 mil millones de dólares respecto a diciembre de 2023.
Según Hacienda, en el primer trimestre de este año, se destinaron casi 110 mil millones de pesos (mmp) al costo financiero de la deuda externa, lo que representó una disminución de 16.4% con relación al mismo periodo del año pasado gracias a las operaciones de refinanciamiento del gobierno mexicano. Por su lado, ese mismo costo financiero en la deuda contratada en pesos fue de más de 234 mmp, 11.5% mayor en comparación anual. En conjunto, la deuda tanto en moneda nacional como extranjera tuvo un aumento de 0.8% debido al aumento de las tasas de interés. El costo financiero previsto tanto para la deuda interna como externa es de más de 300 mil millones de pesos, un 15 por ciento superior a lo ocurrido en 2023.
En resumen, la deuda pública mexicana ha conocido una menor dependencia del extranjero, pero su costo ha seguido aumentando. México no está en una situación de emergencia como otros países, sin embargo, está distrayendo una importante cantidad de recursos para el servicio de su deuda pública, situación que se ha agravado debido a la persistencia de altas tasas de interés. El Banco de México no se decide a bajarlas sobre todo porque éstas tampoco han conocido una reducción en Estados Unidos. De esta manera, sus efectos se trasmiten no sólo a la deuda en moneda extranjera sino también en pesos.
Para concluir, se puede afirmar que la crisis de la deuda, señalada por la ONU-UNCTAD, seguirá causando estragos en las finanzas públicas de muchos países, particularmente de los más pobres. No obstante, en México, aunque en menor medida, el problema existe: aquí el costo y el monto de la deuda pública siguen creciendo y distrayendo recursos para otros gastos importantes.
A nivel mundial, además de los estragos señalados, si no se encuentra una solución a corto plazo, esta crisis puede detonar una cadena de moratorias o suspensión de pagos de la deuda púbica que afectaría al mundo entero. Ahí está el caso de Sri Lanka, una nación de 22 millones de habitantes que en mayo de 2022 suspendió el servicio de su deuda de 51 mil millones de dólares.
La ONU ha dado un grito de atención. ¿Habrá soluciones efectivas y prontas antes de que sea demasiado tarde?
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