Sara Lovera
SemMéxico, Cd. de México, 10 de marzo, 2025.- Este 8 de marzo las mujeres le dijeron a la presidenta de la República, Claudia Sheinbaum Pardo, que su slogan es una frase vacía, que “no llegamos todas”, que no hay diálogo, ni presupuesto, ni combate a la impunidad ni planes y programas de igualdad y que las dádivas económicas no resuelven ni empleo, ni pobreza, ni salud, ni educación.
La colectivas este 8M me recordaron cómo éstas crecieron y se multiplicaron desde que como jefa de gobierno las calificó de provocadoras y manipulas por la derecha; que no da expectativas de libertad y democracia porque cuando se manifiestan encuentran sólo vallas y policías. La iconoclasia se criminaliza. Que buscadoras y madres del feminicidio esperan hace 5 meses un guiño, una palabra, una acción, algo y son grandes las filas de despedidas del sector público; las adultas mayores tienen que comprar sus medicamentos y miles se sienten inseguras en sus ciudades.
La presidenta este 8M, el primero que le toca como jefa de Estado fue, seguramente, un fracaso personal, si su propósito era revertir el distanciamiento con las feministas, sus demandas y movilizaciones que la caracterizó como Jefa de Gobierno y hoy está consciente de enmendar.
Desde agosto de 2019, cuando fue viral la diamantina rosada, simplicidad genial, que echaron a Jesús Orta, jefe de la policía por no actuar ante la violación de policías contra una joven de 17 años en Azcapotzalco, la hoy presidenta lo vivió personal y enseguida las calificó como enemigas y “enviadas por el PRD”.
Meses después, puso en peligro a la ejecutiva Beatriz Gasca Acevedo, a quien llamó públicamente infiltrada con intereses aviesos, y dijo que era la autora de la ocupación de la CNDH ubicada en el centro de la ciudad. Un desplegado firmado por cientos de feministas y académicas, le demostró que era una feminista que sólo llevó comida a las okupas. La hoy presidenta nunca le dio una disculpa pública, como se le solicitó.
En 2020 convalidó poner vallas en Palacio Nacional, edificios y monumentos públicos, en bancos y comercios durante las manifestaciones feministas; se negó rotundamente a dialogar con grupos de mujeres y abogadas de las integrantes del Bloque Negro detenidas y otras feministas que propusieron mesas de análisis para ahondar sobre ese bloque; durante su campaña presidencial, se negó a recibir propuestas de grupos feministas para su plan de igualdad, mismo que quedó en el limbo tras la creación de la Secretaría de las Mujeres, donde no hay cabida para la sociedad civil.
No puedo tomar en serio el decálogo de este 8 de marzo porque no hay novedad y esas “acciones” ya están en marcha y son puramente ideológicas o históricas en mayoría.
En estos meses de su gobierno se desmanteló la Comisión Nacional de Prevención y Erradicación de la Violencia y se nulificó el Programa de Apoyo a las Instancias de Mujeres en las Entidades Federativas, únicos dos mecanismos de prevención de la violencia de género; cuando anuncia crear 200 centros infantiles, no se compara con las 9 mil estancias infantiles cerradas hace 5 años.
Su encendida arenga de “ni un feminicidio más, ni un golpe, ni una palabra violenta contra las mujeres” suena a puro discurso puesto que se mantiene el vaciado del el presupuesto para la igualdad en 2025. Convalidó antes y después de su candidatura presidencial el recorte de recursos de las comisiones de búsqueda y hoy son las buscadoras quienes localizan a sus desaparecidos o desaparecidas y hacen ese trabajo.
Del lema “es tiempo de mujeres”, piensan las colectivas, las madres y las feministas, como se escribió en carteles, consignas, música y canciones, que vimos y oímos el sábado, es un tiempo imaginario. Veremos
*Periodista, editora de género en la OEM Y directora del portal informativo semmexico.mx