SemMéxico, Cd de México, 8 oct de 2025.-En una sociedad global donde reina la cultura de la inmediatez, de lo desechable y del anonimato, en la cual la conversación y el enfoque comunitario se han ido trasladando al espacio digital, sin control ni Estado de Derecho, la alerta INCEL es consecuencia y síntoma. Su fuerza reside en el algoritmo todopoderoso: el joven que busca consuelo en redes puede terminar rodeado de discursos de odio, semilla del acto violento.
El término INCEL (abreviatura de célibe involuntario) nació en 1997 como un foro de apoyo entre personas con soledad sentimental. Con el tiempo se transformó en una red global de jóvenes varones que culpan a las mujeres por su falta de relaciones afectivas o sexuales. Lo que comenzó como comunidad empática derivó en una subcultura misógina que glorifica y da respuesta rápida a la frustración desde el resentimiento. Con sus propios códigos de comunicación, que la mayoría de las generaciones adultas ignoran, promueve el odio y la violencia. Su discurso gira en torno a falsa “guerra sexual” donde el 20 % de los hombres “acapararía” al 80% de las mujeres, cosificándolas y culpándolas directamente, mientras el resto quedaría condenado al rechazo. “Su ideología promueve un objetivo muy claro: que las mujeres dejen de empoderarse y vuelvan a un estado de sumisión que ellos consideran “natural” ”(Sociólogo Carlos López López).
Páginas, grupos en redes sociales o influencers, han incubado casos de violencia extrema apoyados digitalmente, como el incidente reciente en el CCH de la Ciudad de México. Personajes políticos de extrema derecha alimentan esta ola de odio encubriéndose erróneamente detrás de la “libertad de expresión” en la impunidad. ¿Por qué lo que no está permitido en el espacio público físico lo es en el espacio público digital?
Se anunciaron: suspensión de clases, manuales y protocolos de seguridad, instalación de cámaras y botones de pánico, creación de “espacios seguros” y revisión de amenazas en redes. Sin embargo, las raíces del problema son emocionales, culturales, sociales y por un silencio frente a la necesidad de regulación del espacio digital desatado.
La construcción de soluciones, basadas en experiencias exitosas, con perspectiva internacional, interseccional y de derechos humanos, debería de ser colectiva, plural, articulada y pública con las infancias, juventudes, cuerpo docente, familias, sector privado, sociedad civil y gobiernos de todos los niveles y de distintas secretarías bajo una gran Coalición. Como primera etapa se esperaría contar con un amplio diagnóstico. Los enfoques de igualdad, salud mental y emocional deben ser ejes transversales del ejercicio de consulta que debe sistematizarse y transparentarse para que la sociedad conozca lo que está sucediendo desde un enfoque de corresponsabilidad; para que se informe desde la escucha activa con confianza, sin tabú ni juicio sobre lo que sienten y quisieran las nuevas generaciones. Hoy prefieren expresarlo y encontrar respuestas rápidas en un espacio digital que siempre les contesta, disponible 24/7 para (des)orientarles e influenciarles desde lo violento en vez de generar conversaciones para la paz y el bienestar colectivo de nuestra sociedad.
¿Quién tomará ese liderazgo con la prioridad inmediata que requiere el tema?