¿Qué pasó en la elección? 

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Olimpia Flores Ortiz

SemMéxico, Ciudad de México, 17 de junio, 2024.- Después de la parálisis venida del estupor que siguió a los inesperados resultados de las elecciones del 2 de junio, escribo tratando de deshilvanar esa trama que no se resuelve con explicaciones fáciles y maniqueas de la confrontación entre dos bandos; o entre la corrección política y el yerro histórico; menos aún entre la inteligencia y la estupidez. 

Lo que afloró es que la ciudadanía no está atravesada por propuestas contradictorias entre el autoritarismo y la democracia, o el nacionalismo y el globalismo. Sus móviles no parecen responder a estos vectores de la narrativa.

Y que tampoco puede hablarse de “ciudadanía” en virtud de la multiplicidad que representan. Las ciudadanías son en plural. 

Ni me refiero a separaciones ideológicas o paradigmáticas, que, para efecto práctico, no fueron las que definieron la elección. No se explicaría el voto de las clases medias que optaron por la propuesta oficialista ante la inconsistencia de la campaña, la debilidad de la propuesta de las oposiciones y la falta de credibilidad en las estructuras partidarias que tampoco jugaron derecho. 

Pongo también en duda que hayan sido las figuras en juego que desplegaron todo el esfuerzo del que fueron capaces. Pero no fueron sus personalidades ni sus atributos los que ganaron o perdieron. 

Las personas no dilucidan su voto con la publicidad. Hay un elemento poco ponderado en los análisis de lo electoral, que es necesario considerar para el quehacer político en general, pero particularmente hablando del derecho ciudadano a ejercer el voto.

En el rechazo de las clases medias, fue evidente la subjetividad -aprendamos a que ahí está siempre- en el ejercicio del voto en el que cada electora/elector, optó subjetiva e individualmente.   Norberto Bobbio lo refiere como un acto reflexivo: de mi para mí, por mí. Con la salvedad de que no somos los dueñas o dueños del sentido del juego en el que entramos, porque nuestra narrativa tiene muchas y otras voces, todas contradictorias entre sí e interviniéndose. E imbuidas de ideologías, poderes e intereses. En donde no concursan la verdad ni la bondad. Y la oferta de la oposición, simplemente no era creíble ni para sus intereses ni para el país. 

El relato hegemónico lleva a la ciudadana o el ciudadano como partícipes de esa memoria recuperada, hacia un relato de sí mismo-misma, que produce identidad y de ahí política. Más aún cuando con grandilocuencia llama a recuperar el rumbo de la senda patria. 

A las/los electores de base se les reivindica como herederos de una tradición histórica y merecedores de una justicia sin menoscabos. Es una restitución de lo escamotado históricamente, es una venganza.

Además, tomando en cuenta que la oferta oficial es tangible y se dirige a las necesidades básicas de las personas y las familias, no hay lugar a procesar abstracciones conceptuales como la democracia o jurídicas como el Estado de Derecho que trascendieran a las transferencias directas de las que se sirve el régimen con procedimientos más complejos y proyecciones de mediano plazo. La promesa inmediata se iría hacia un lejano e indefinible plazo. No es de su interés. ¿Hay manera de descalificar esta motivación pragmática y vital? 

Y como si esos los tales demócratas civiles o partidistas, las élites en defensiva, alguna vez hubieran distribuido con equidad la riqueza extraída del trabajo y los recursos del país.

La traducción del voto del 2 de junio representa una vuelta de tuerca, apunta a un cambio de régimen. A la construcción de una nueva hegemonía que restablece los usos de control clientelar. Y un modelo nacionalista y endogámico de desarrollo. Pero que tampoco puede ser el de ayer, porque ese ya no está. Y no hay episodio consagrado por la historia carente de historicidad propia. Así que lo que hay es el aquí y el ahora y nada más.

En este espacio-tiempo concursa la subjetividad de las personas. La acción de votar es un ejercicio político, individual que se inscribe en su biografía. Pero no podemos desprenderla de una subjetividad social que forja su medio y que se conduce hacia la renegociación de sus condiciones.  Que es de lo que se apropian las élites políticas por medio de los cacicazgos medios. 

La radiografía que arroja la elección muestra que la suma de subjetividades puede hacer cuerpo político. La pregunta es si es con prácticas de dominación o de liberación. Si es con intereses generales o grupusculares.

En una elección constitucional todas y todos los electores somos pares. No hay voto desdeñable, ni mayor o menor. Es el espacio en el que somos iguales. 

Le escuché a Xóchitl un pronunciamiento en el sentido de que a ella los votos de todos los mexicanos le merecen todo su respeto. 

Esa es la actitud.

Espero que el hecho de que Claudia sea la primera mujer presidenta de México, sea algo más que una anécdota en la historia.

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