Tolita y María, dos mujeres diseñadoras que hicieron del vestuario puras obras de arte
Ayer murió, todas las instancias de teatro, cine, bellas artes, le rinden homenaje
Fernando de Ita*
SemMéxico/Cultura en Bicicleta, Cd. de México, 28 de enero, 2025.- Ayer murió uno de esos seres con figura de mujer y dueña de un espíritu alado que no sólo hizo maravillosos vestuarios para obras de teatro y películas icónicas del siglo XX y XXI mexicanos, porque en realidad su mayor obra de arte fue su vida. Tuvo la suerte de nacer en 1957 y en la casa de Coyoacán de don Gabriel Figueroa, quien en 1958 filmaría Los olvidados con Luis Buñuel y a partir de ahí, es decir, durante la infancia de su hija Antonieta Tolita, se convertiría en una de las figuras más admiradas de la época de oro del cine mexicano.
Tolita nunca me perdonó que faltara al reconocimiento que le hicieron a su padre en la ciudad de los Ángeles en los años 90 porque me había apartado un lugar frente a Martín Scorsese y estando yo en la ciudad para asistir al compromiso nunca llegué a la cita. En verdad sintió el desaire y ya no volví a compartir la amistosa intimidad que tuvimos a partir de la gira por todo el país, compartida con Mauricio Jiménez, como jurados de las Muestras Regionales de Teatro al inicio de los años 90.
Era maravilloso y desesperante asistir a las discusiones bizantinas de Tolita y Mauricio para escoger a los ganadores de cada región porque ambos tomaron como un compromiso ético su labor de juzgadores de teatro, y me tardaba horas en convencerlos a tomar una decisión colegiada. Pero esa fue la entrada a la aventura de El Milagro, el bar, la editorial y el teatro que se convirtió en el lugar de reunión de “la marcha defeña”, porque ese antro inauguró en la nopalera el bar tipo Madrid en donde no hay mesas para que la gente tomé dos o tres copas y siga su marcha etílica en otro bar. Aunque la fijación geográfica que exige la cantina mexicana hizo su efecto y aquella era una conglomeración humana porque nadie se quería ir y las colas de gente que lloraba por entrar en la calle Milán eran enormes. Al respecto hay que añadir que otro de los atractivos del bar fue el mural de un nopal que hizo Tolita para la barra de la cantina. Una chulada hiperrealista que los pasados de cannabis contemplaban extasiados.
Aunque lo fascinante con Tolita eran su historia de vida y su trabajo. Por parte de su padre conoció al “todo México” de la segunda mitad del siglo XX y por parte de madre emparentó con la familia Amor en la que Pita, la poeta, era solamente la punta del iceberg. Como vestuarista no diseñaba una sola línea sin haber estudiado la época histórica en la que ocurría la obra de teatro, el ballet, la ópera, el espectáculo. Como historiadora le dio una vuelta de tuerca al vestuario de Los enemigos, la versión de Sergio Magaña del Ravinal Achi, la epopeya de la literatura maya, al vestir a sus personajes con el imaginario de los viajeros europeos del siglo XVIII, y aquella fastuosidad le hizo honor a los mayas y a los cronistas extranjeros. Ya he comentado en otra parte la experiencia de trabajar con ella en El Avaro, mi versión charra de la obra de Moliere que gracias al vestuario de Tolita y María Figueroa y a la escenografía del maestro Alejandro Luna fue una obra memorable para el estado de Hidalgo. La sintetizo ahora como la oportunidad de atisbar el taller de las hadas que tejen entre chismes y carcajadas la piel del teatro.
Ya que lo menciono, Alejandro Luna fue otro de los motivos de mi cercanía y mi alejamiento con Tolita. Creo que Alejandro fue el hombre de su vida pero no podría asegurarlo. Lo que sí puedo decir es que la hizo feliz y desdichada y que pasó con él experiencias extraordinarias como viajar en el ferrocarril transiberiano que parte de Moscú y recorre 10 mil kilómetros en siete días pasando por siete diferentes husos horario para llegar a Vladivostok y de ahí trasladarse a Novosibirsk, la capital de Siberia, para vivir por varios meses literalmente en las entrañas de la tierra para evitar la congelación del cuerpo y montar con Alejandro una obra de teatro. Fue una relación muy intensa y productiva, muy amorosa y destructiva, muy creativa y muy negativa, y la cuenta se le puede presentar al machismo heredado por el único genio del teatro mexicano: Luna.
Escribo este responso de memoria y anonadado por la muerte de una mujer mágica que hacía de una visita a Champotón, Campeche, un escenario de película europea por los utensilios que llevaba para sentarse, poner la mesa, colocar el vino, la copa, el mantel de encaje la servilleta blanca los cubiertos de plata que incluía un tenedor de tres puntas para el mango y un tapón de botellas de vino. Ah!, y la canasta, mejor dicho la cesta donde llevaba esas joyas era otro tesoro en sí mismo solo comparable con la maleta donde trasladaba el resto de los aparejos que llevaba para el almuerzo marino.
¿Cómo olvidar tantas madrugadas hablando de todo y de nada en la ¡mansión roja! de Bucareli o en las oficinas de El Milagro, cuando en lugar de seguir jugando póker con Daniel Giménez Cacho y sus amigotes hasta las seis de la mañana me pasaba discutiendo contigo el erotismo cristiano de Luis Buñuel en sus películas con Catherine Deneuve. La verdad, era una buena forma de no gastar sino aprovechar el tiempo de sobra, aquel que uno emplea en vivir como de gratis, sin deberle a nadie otra cosa que estar a gusto con quien conversas mientras el sol se pone en el poniente en la aun respirable ciudad de México.
Tolita, no sabes cómo lamento que el machismo universal no dé en ninguna plataforma común el nombre de tu madre que fue tan significativa en tu vida, y mi memoria confunde su nombre pero recuerda que acaso el único reproche que escuché de tu boca para tu padre fue para decir que desde la sombra ella fue una mujer magnífica que evidentemente fue el soporte familiar de Don Gabriel Figueroa. Ignoro porque termino este responso en tu memoria con estas palabras. Acaso será porque la última vez que nos vimos en la ciudad de Puebla me reprochaste eufemísticamente mi machismo, Tenías razón. Hay mujeres como tu más grandes que los hombres, por enormes que estos sean.
Acerca del autor
Fernando de Ita. Llanos de Apan, Estado de Hidalgo, 1946, crítico de teatro y periodista mexicano. También ha escrito teatro y ha dirigido algunas de su obras. Sus principales libros son los compendios de entrevistas Telón de fondo y El arte en persona.
Ha sido colaborador de los diarios La Jornada (fundador), UnomásUno, Excélsior y Reforma, además de publicaciones especializadas en las artes escénicas. Crítico, ensayista, investigador y autor. De Ita se inicia en la crítica de teatro en 1977, en el diario UnomásUno del que fue fundador