Es irritante, desconsolador, frustrante, hablar de los estragos del huracán Otis. Enrique Krauze dice en su artículo de ayer domingo en Reforma: “Acapulco está destruido”.
El retraso de los ingresos a lo largo de este año plantea un nudo tremendo: es imperante amparar a las personas afectadas… ¿Cómo hacerlo? ¿Se tendrán que recortar otros gastos?