Drina Ergueta
SemMéxico. La Paz-Bolivia. 30 de enero de 2025.- La relación inicialmente consentida entre mujeres menores y hombres adultos y con fama han salido a luz en forma de denuncia en Bolivia, ya sea en estrados judiciales y de manera politizada (contra el expresidente Evo Morales) o en redes sociales por quien se considera víctima (contra el cantautor “Papirri” Monroy Chazarreta). Al hilo de esta situación, el fenómeno de las groupies nos sirve de asidero para iniciar este artículo.
En Pikara Magazine (06/03/2019) se cita a la revista Rock & Folk que en 1977 definía a la groupie como: “chica joven, o más bien muy joven, que siente una inexplicable atracción de carácter sexual por los miembros de grupos de rock”. Un ejemplo famoso es Sable Starr, que en Wikipedia aparece como “la reina de la escena groupie” en Los Ángeles de los años 70, que “afirmó haber perdido su virginidad cuando tenía 12 años con el guitarrista de Spirit, Randy California (…) también afirmó haber tenido relaciones con David Bowie, Robert Plant, Jimmy Page y Johnny Thunders” con quien se fue a vivir cuando tenía 16 años. Con los años, unas denunciaron (como Starr) a sus ex ídolos por abusos y otras (como Pamela Des Barres) señalan que tenían poder sobre su cuerpo e hicieron lo que les dio la gana.
Así como hay un fuerte rechazo hacia esa situación de abuso, ya que se trata de hombres adultos en relación con mujeres jovencísimas, también surge la imagen de adolescentes maduras, sexualmente activas y deseosas de seducir a alguien importante socialmente, victimizándoles a ellos. Así, el extremo de groupie se puede trasladar a una alumna que se esmera por conquistar, incluso también intelectualmente, a su profesor 26 años mayor, o a más de un profesor; se puede trasladar a una chiquilla que la idea de ser la mujer del líder político hace que pase por alto que él le lleva casi 40 años.
Toda mujer, especialmente si es considerada socialmente guapa, sabe, porque se lo hacen saber, del poder de su cuerpo en una sociedad machista que pone sobre él todo el valor (prácticamente único) atribuible a una mujer joven (lo de ser madre es para luego) y lo gestiona como mejor puede o cree. La socióloga Catherine Hakim definió como “capital sexual o erótico” al valor social que una persona acumula por su atractivo sexual, lo que se sumaría al capital económico y al social y cultural definido por Pierre Bourdieu. De éstos tres últimos suelen tener, no por casualidad, mayoritariamente los hombres y de cierta edad y se manifiesta en forma de artista, político, empresario o profesor y cualquier otro éxito de superioridad social. Y ellos lo saben explotar y utilizar exitosamente en sus relaciones.
¿Quién se aprovecha en la relación? Aún si los distintos capitales disponibles fueran equiparables, lo que no se equipara es la edad ni el grado de madurez de las personas para decidir. Así se trate de una groupie “experimentada”, no hay equivalencia. Pikara cita una declaración de Starr en la revista Star: “Se trata básicamente de una cuestión de ego. Lo más importante es saber que al otro día voy a poder llamar a mis amigas y contarles con quién pasé la noche”. No muestra madurez, habla de sexo como podría hablar de muñecas.
Nuestro pensamiento se construye mediante representaciones culturales, que hacen que interpretemos y comprendamos el mundo de una manera. Esto no es estático y cambia con el tiempo, y a nivel personal con la edad. Además, el sistema de representación social, que hoy es patriarcal, además de capitalista y otras categorías, está teniendo transformaciones a favor de las mujeres o, más bien, en contra de las violencias hacia las mujeres, gracias al feminismo.
Por ello, lo que en su momento se podía considerar normalizado socialmente, como el hecho de “me he conseguido una changuita como novia”, hoy resulta rechazado e incluso sancionado. Pasa con los matrimonios infantiles, la violencia machista, los feminicidios o el hecho de que alguien, siendo adulto, tuvo tenido sexo con una persona menor, que es reprochable e ilegal.
Giuliana Pates y Sol Logroño hicieron un artículo académico sobre las denuncias por violencias hacia jovencitas por parte de integrantes de grupos de rock argentinos y hacen referencia al efecto en las fans al enterarse de que dichas violencias ocurrieron, el efecto de tristeza es similar a un duelo. El Papirri afirma que no sabía que era menor. Así tuviera 18, la diferencia de edad y el ser su profesor ya debieron ser frenos. Qué pena.