Ana Lillian Martin del Pozzo, Claus Siebe y Carlos Valdés González dieron a conocer el comportamiento del coloso, así como los trabajos que llevan a cabo científicos universitarios con diversas instancias
Redacción
A 30 años de que el Popocatépetl inició actividad eruptiva (21 diciembre de 1994), múltiples son los aprendizajes y retos que enfrenta su monitoreo, desde conocer mejor cómo funciona su estructura magmática, hasta reconocer la necesidad de implementar nuevas tecnologías para detectar los precursores de explosiones y emisiones.
Ana Lillian Martin del Pozzo, Carlos Valdés González y Claus Siebe, investigadores del Instituto de Geofísica de la UNAM, quienes han estudiado a “Don Goyo” desde antes de que hiciera erupción hasta la fecha, explicaron en entrevista que el conocimiento científico ha permitido reaccionar cada vez mejor y trascender administraciones gubernamentales, todo en beneficio de los pobladores de la zona aledaña.
Martin del Pozzo recordó que la erupción del Chichón, en Chiapas, en 1982, le hizo pensar que era urgente elaborar mapas de peligros cerca de estos colosos, por lo que junto con su equipo elaboraron uno para el de Colima. Posteriormente iniciaron los trabajos en el Popocatépetl. Con apoyo deestudiantes de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y la Facultad de Ingeniería de la UNAM también revisaron la sismicidad, los manantiales y la deformación para saber el estado del volcán.
De hecho, en octubre de 1994 realizamos un monitoreo de la sismicidad y vimos que los parámetros habían bajado, pero el 21 de diciembre empezó la erupción. A partir de ahí hicimos muestreo de la ceniza, la cual llegaba hasta Tlaxcala, Puebla, y comenzamos la Red de monitoreo de ceniza y análisis del material que hemos mantenido por 30 años.
La investigadora, quien participó en la elaboración del mapa de peligros que fuera presentado en 1995, y lideró su posterior actualización, rememoró que cuando empezó la erupción fueron a hablar con el entonces presidente de México, Ernesto Zedillo, quien les preguntó que cuánto creían que duraría la actividad, por lo que se le explicó que la previa a inicios del siglo XX duró dos años, pero en el siglo XVI tardó varias décadas y prueba de que no existe una sola respuesta a la pregunta, es que se están cumpliendo tres décadas de este proceso.
A lo largo de este tiempo, hay varias ocasiones en las que han pensado que el coloso se callará, pero ha resurgido. Ejemplo de ello es en 2019 cuando la actividad se redujo y luego con el procesamiento de la señal magnética se pudo ver que el material se estaba estancando; en junio de ese año se volvieron a presentar grandes columnas de ceniza.
Martin del Pozzo comentó que en 2023 le otorgaron el Premio de Ciencias del Congreso de la Ciudad por estas redes que ha mantenido por tres décadas. Entre los trabajos de investigación en los que la experta del departamento de Vulcanología ha participado están el monitoreo de los cambios en la ceniza, su origen, efectos en la salud humana; además de la labor constante con las comunidades en materia de educación, para que se cuiden e intervengan.
Antes creía que “Don Goyo” tenía solo una gran cámara magmática, pero debido a las diferencias en el material emitido hoy se sabe que en realidad tiene varias pequeñas cámaras, en diferentes niveles de profundidad, las cuales poco a poco salen a la superficie.
A su vez, Claus Siebe, investigador del Departamento de Vulcanología, manifestó que a partir de una serie de observaciones y primeras mediciones de dióxido de azufre (SO2) mediante un expectrómetro de correlación realizadas a principios de 1994 en el Popocatépetl, buscaron apoyo en el Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED), y el exrector de la UNAM, Jorge Carpizo MacGregor, en aquel momento secretario de Gobernación, autorizó el financiamiento de mediciones adicionales, mismas que fueron cruciales para diagnosticar la reactivación del sistema magmático del volcán, previo a su erupción en diciembre de 1994.
Se hizo una gran labor en poco tiempo y estuvieron a disposición los medios financieros suficientes, hubo un gran avance en un periodo corto, aseveró.
En este contexto, puntualizó que uno de los hallazgos que más le llamó la atención fue el descubrimiento de aldeas de hace 2 mil años sepultadas bajo más de un metro de piedra pómez y ceniza, en la ladera oriental del lado de Puebla, lo que demuestra la magnitud de las erupciones, zonas que hoy han sido repobladas por una sencilla razón: las tierras son fértiles.
Respecto al tiempo de actividad de “Don Goyo”, el experto consideró que si bien la actividad ha sido baja de magnitud durante los últimos 30 años, no hay garantía de que siga así; puede disminuir por completo o al contrario, aumentar drásticamente, por lo que también se enfrenta el reto de que la gente se ha “acostumbrado” al bajo nivel, lo cual es un problema con las fake news. En un entorno así, es difícil transmitir mensajes claros y que la población vea que es un asunto que se debe tomar en serio.
Para el universitario Carlos Valdés, investigador del Departamento de Sismología, el coloso nos recuerda que vivimos en un país volcánicamente activo, con más de 2 mil identificados, de los cuales 38 son considerados activos o potencialmente activos.
La actividad científica, prosiguió, ha sido clave para entender lo que hace el volcán comparándolo con otros y hacia dónde va, pues en un radio de 110 kilómetros a su alrededor -que abarca Puebla, Estado de México y Morelos- viven 26 millones de personas.
Valdés González expresó: Desde el reinicio de la actividad estamos esperando que se detenga; pensábamos que duraría diez años, pero han transcurrido 30 y hasta que no haya pasado esa etapa y podamos determinar que ha entrado en etapa de reposo, no podremos decir que ya no hay de qué preocuparse, como para que el semáforo regrese a color verde.
Entre los avances que se tienen es que se logró generar un reporte diario de la actividad, porque eso nos obliga a ver constantemente las señales.
Lo que ha permanecido constante durante estas tres décadas son los investigadores de la UNAM, quienes formamos parte del comité asesor, dijo el universitario.
Valdés González señaló: Lo ideal sería tener recursos adecuados, pues hay 38 volcanes que deberían estar bien monitoreados porque en cualquier momento pueden tomarnos por sorpresa.
Con él coincidieron Martin del Pozzo y Siebe quienes añadieron: también se requiere mayor vinculación con la sociedad a todos los niveles para que la gente se haga más partícipe de lo que está pasando; no bajar la guardia y seguir formando recursos humanos altamente capacitados para actualizar el monitoreo del volcán.