Peña Nieto condensó sus logros de sexenio autoproclamándose como el presidente del empleo.
En sus últimas palabras (literalmente hablando), se refirió a la sucesión de AMLO (cero aplausos), y a que le entrega un país próspero.
SemMéxico. Sonora. 3 de septiembre de 2018.- Desde el sexenio de Felipe Calderón, el Presidente ya no acude personalmente –como lo obligaba la Constitución de 1917– al inicio del primer período ordinario de sesiones del Congreso de la Unión, “a rendir un informe del estado general que guarda la administración pública federal”.
La razón de ese cambio de formato, implantado en la reforma constitucional el 2008, fue una reacción para evitar las interpelaciones, insultos y demás al Presidente durante el mensaje político que, aprovechando la entrega personal del documento, hacía el mandatario para su propia gloria. Hasta que llegó la molesta oposición a las cámaras legislativas, allá por 1997, y arruinó la primera fiesta patria de septiembre.
Antier, igualmente, el presidente Peña Nieto envió un propio a la apertura del nuevo Congreso, integrado en su gran mayoría por miembros de MORENA a entregar el documento y luego, hoy, el Presidente se reunió por separado (“sede alterna” se le llama eufemísticamente) en el Palacio Nacional para referirse al contenido del informe y a dar el famoso mensaje político a sus anchas, sin la molestia de los opositores.
Desde luego que también acuden al Palacio los presidentes de las Cámaras, en éste caso Porfirio Muñoz Ledo (Diputados); y Martí Batres (de los Senadores), ambos afines a AMLO, y quienes estuvieron en el pódium, pero el recinto lució pleno de funcionarios del actual gobierno y Peña Nieto fue el único orador e interrumpido solo para recibir los aplausos.
Apenas antier los mismos Muñoz Ledo, Batres y sus cientos de congresistas habían despotricado contra Peña Nieto, destacándose entre ellos Mario Delgado, coordinador de los senadores de MORENA al señalar que “estamos en la noche de los cínicos o aquí hay varios partidos que no entendieron el mensaje. Se necesita mucha vergüenza para decir que sirvieron al país cuando lo saquearon. Entregan un país en ruinas, de la violencia creciente, tenemos un país que exige justicia, justicia, justicia, justicia», apabullando a las voces de la nueva oposición en el Congreso (lo cual ya dio la pauta de lo que ocurrirá en el futuro, pese a las promesas del nuevo régimen del respeto a la disidencia).
El cambio de formato del informe ciertamente que civilizó el acto, pero se fue al otro extremo al despojarlo de cualquier crítica en tiempo real y, peor aún, generó dos versiones de un mismo hecho (cada cual con sus dosis de fake news): una en el Congreso (de censura, reprobación y condena); y la otra cara de la moneda en el Palacio Nacional (laudatoria y complaciente).
Para el nuevo sexenio se espera otra reforma, una que vuelva por los fueros en que el Presidente acuda personalmente al Congreso. Con la diferencia que se permita ahí mismo el debate, según lo manifestó AMLO que será en su gobierno. Pero con lo mismo de antes, habría que apuntar, del aplausonómetro y los vítores a todo lo que dan y el acallamiento de la crítica como ya lo vimos antier frente a la mayoría de morenistas.
Hoy, Peña Nieto condensó sus logros de sexenio autoproclamándose como el presidente del empleo; del turismo; de la inversión extranjera; de la infraestructura; de la internet; de la transparencia; del Pacto por México y demás, aceptando –pero justificando los porqués— lo no logrado en seguridad pública.
En sus últimas palabras (literalmente hablando), se refirió a la sucesión de AMLO (cero aplausos), y a que le entrega un país próspero –entre los 15 mejores del mundo–.
Y cerró agradeciéndole a su esposa (quien lo escuchó con lágrimas en los ojos), a su familia y colaboradores (pero sobre todo a México, dijo), y quienes lo despidieron de pie y entre aplausos.
Enseguida se entonó el Himno Nacional, más aplausos y… se cerró la página del sexenio.