Marcela Eternod Arámburu
SemMéxico, Aguascalientes, 6 de noviembre, 2021.-Decía Patricia Highsmith en una entrevista que escribió “El precio de la Sal” a principios de los años 50 basada en una experiencia personal. Relata que en 1948 tuvo que tomar un empleo en unos grandes y prestigiosos almacenes en Nueva York para completar sus ingresos, ya que su trabajo como guionista de “comics” no le proporcionaba suficientes recursos.
En ese trabajo de dependiente, en los días previos a la navidad de 1948, la tienda rebosaba clientes que hacían sus compras con premura. Entre ellos observó a una distinguida mujer, cuya actitud —entre displicente y elegante— la obligó a mirarla, encontrándose un par de veces con unos ojos grises fastidiados y altaneros, pero divertidos.
Highsmith recordaba años más tarde que al volver a su casa esa misma noche escribió prácticamente toda la trama de su novela “El precio de la sal”. Por supuesto, al inicio de los años 50 era obligado escribir con un seudónimo cuando el tema del relato era el amor entre dos mujeres, simplemente teniendo en mente la sobrevivencia literaria y personal. Así fue como Highsmith se escondió como Claire Morgan y logró vender su historia de amor lésbico con final feliz y con enorme éxito.
Treinta años después se supo que Claire Morgan era Patricia Highsmith, la icónica escritora misántropa, experta en psicopatías, que logra transmitir fuertes emociones con sus personajes perversos como Thomas Ripley (“El talento de Mr. Ripley”, “La máscara de Ripley”, “El juego de Ripley”, “Tras los pasos de Ripley” y “Ripley en peligro”), y que abandonó en 1963 los Estados Unidos por su macartismo, su hipocresía, su implacable discriminación, pero sobre todo por su estupidez.
De talante pesimista, observadora e irónica, planteaba el lado oscuro del ser humano —presente en todas las clases sociales— que lleva a paradojas evidentes. Resaltaba nuestra inclinación a la mentira, nuestra falta de solidez personal y la certeza de que todos y todas somos capaces de lo más atroz, si el contexto así lo exige.
Algunos críticos la consideran una de las autoras más completas de la denominada “literatura del mal”, que no a todos gusta, pero que siempre provoca perplejidad, curiosidad y miedo. Yo prefiero verla como una personalidad compleja, con un enorme talento, que trató durante gran parte de su vida de entender esos abrumadores sentimientos producto de la ira, la decepción, la mentira y el abandono, pero que tuvo ilusiones, fortaleza y carácter para ser totalmente atípica.
Es de dominio público que Patricia Highsmith no era educada, ni generosa, ni políticamente correcta. Su biógrafa más concienzuda Joan Schenkar la presenta como el mejor y más logrado de todos sus personajes porque la exhibe sin falsos maquillajes.
“El precio de la sal” o “Carol” es una novela en donde la escéptica del bien se permite vislumbrar un final feliz para una relación entonces prohibida, no exenta de tensiones, que obliga a la introspección y a la valentía. Eso que hoy nos parece tan obvio, tuvo que esconderse en el anonimato; eso que hoy es un derecho y sabemos porque se concibe así, era considerado, equivocada y arrogantemente, como abominable.
“Carol” es una novela de juventud, de prosa contenida y detallista, y quizá reflejo de una ilusión personal que nunca se concretó en la vida de Highsmith. Pero también es un generoso deseo de compartir, con todas aquellas personas fuera del espectro heterosexual, la ilusión de la felicidad a la que todas y todos tenemos derecho. Sin duda, Highsmith, logró que un grupo marginado, excluido y discriminado tuviera “algo en que apoyarse” y con que enfrentar su soledad y miedo.
Afortunadamente hoy, gracias a un amplio conjunto de derechos y a un contundente activismo, podemos —al menos en teoría— afirmar que hay enormes avances, aunque aún no podemos pasar la página de la discriminación por las preferencias sexuales. Sin embargo, cada vez más personas acompañamos con alegría los amores de todas las personas.
Al parecer los diarios completos de Highsmith se publicarán el próximo año (Anagrama), y nos permitirán conocer más sobre esta mujer tan profundamente humana, perseguida por sus propios fantasmas, encantada con su misantropía y cuyos recuerdos nunca la dejaron en paz. Estoy segura que estarán llenos de sorpresas, odios, envidias, rencillas, abismos y absurdos; pero como bien dice Yuval Noah Harari en su libro “Sapiens: De animales a dioses”, al género humano le encanta el bla, bla, bla.