Marcela Eternod Arámburu
SemMéxico, Aguascalientes, 19 de diciembre del 2022.- Ante la ácida y constante burla dirigida a las mujeres que pretendían leer, cultivarse y progresar, Eugenie John afirmaba -a mediados del siglo XIX- que negar a las mujeres el derecho de ilustrarse era no solo tremendamente injusto, sino incluso punible. La famosa escritora alemana, solterona, casi sorda y con problemas de artritis que se irían agudizando con el paso de los años, empezó a publicar de manera regular sus novelas cuando estaba cerca de cumplir los 40 años.
En 1865, E. Marlitt, el seudónimo con el que Eugenie John firmó todas sus obras, envió a “Die Gartenlauble” (un semanario de amplia cobertura en el norte de Alemania) una novela, solicitando se explorará la posibilidad de que ésta se publicará. Marlitt, con jubilosa sorpresa, recibió a los pocos días el beneplácito del semanario y el ofrecimiento de que colaborara de manera regular con él.
“Die Gartenlauble” se centraba en familias de clases medias que consideraban que los semanarios eran un modo asequible de acceder, aunque fuera por entregas, a los libros (en ese entonces costaban una fortuna y eso hacía que solo las élites pudieran adquirirlos sin muchos esfuerzos). En la correspondencia de John con Leopoldine von Nischer Falkenhof, la novelista le cuenta a su amiga que, en prácticamente tres meses el semanario ya le había publicado tres novelas y que el éxito de “Isabel, la de los cabellos de oro” fue tal que se convertiría en un verdadero libro.
Por supuesto, los editores del tan afamado semanario no se imaginaban que E. Marlitt era una mujer ya entrada en su madurez; ávidos de materiales frescos para alimentar un semanario de gran tiraje, vieron en Marlitt una fuente de abastecimiento regular. Lo interesante de toda esta historia es que, una vez que Eugenie John analizó la secuencia que seguía el proceso de publicar por entregas, encontró la manera de dejar al público lector a la espera de la continuación, lo que provocaba que durante todo el tiempo de espera éste especulará y comentará cómo sería el desenlace.
No se sabe si la escritora había leído alguna versión de las “Mil y una noches” donde Sherezada dejaba siempre a medias una nueva historia, para evitar que la decapitarán. Lo que sí está documentado es que, al final de cada parte que mandaba al semanario, la autora introducía un suceso que dejaba expectante a los y las lectoras. Se afirma que fue gracias a las novelas por entregas de E. Marlitt que el semanario cuadruplicó su tiraje y se estima que tenía la friolera de tres millones de lectores.
Una vez que el semanario terminaba las entregas de cualquier novela de Marlitt, empezaba la impresión de los libros que eran esperados por quienes ya los habían leído. También destacan las rápidas traducciones que de sus obras se hacían al francés y al inglés, acompañadas de una amplia difusión, básicamente de boca en boca, y mediante los grupos de abonados y suscriptores que pagaban los libros antes de que fueran impresos. En síntesis, Eugenie John fue un verdadero fenómeno editorial durante 20 años, entre 1865 y 1885 y, cuando se supo que era una mujer quien escribía, su prestigio y popularidad eran tales que poco importó a su nutrido grupo de seguidores.
Dos rasgos destacan de las novelas escritas por esta alemana. Primero, que en ellas las mujeres son protagonistas: luchan, se esfuerzan, se sobreponen; son tenaces, fuertes, valientes y enfrentan adversidades y malévolas intenciones, logrando, la mayoría de las veces, conseguir un triunfo final que llena de esperanza a las lectoras y consiga el respeto -o al menos la simpatía- de los lectores. Segundo, su constante insistencia en que las mujeres debían instruirse, educarse, superarse, tener oportunidades, poder ganarse la vida por ellas mismas; en pocas palabras, empoderarse en distintas esferas.
Es cierto que E. Marlitt fue catalogada como escritora de novelas rosas a mediados del siglo XX y que la crítica ahistórica de la que fue objeto la relegó injustamente al olvido, a diferencia de lo que pasó con Charlotte Brontë o Jane Austen. Pero en las novelas de Marlitt hay una máxima que se repite, las mujeres deben tener oportunidades, deben acceder a la educación, deben leer y prepararse. Porque la lectura es, muchas veces, la única herramienta accesible para ellas que les permite pensar que otras vidas son posibles, que se puede aspirar a vidas mejores y que, en el peor de los casos, les permite soñar que son ellas las que viven de otra manera.
Yo realmente disfruté “Isabel, la de los cabellos de oro”, “La criada del alcalde”, “El secreto de la solterona” y “La casa de los búhos”. Hay más, pero en mi opinión, con eso es suficiente para darse una idea del talento de Friederieke Henriette Christiane Eugenie John, la alemana que revolucionó popularmente, con su manera de escribir, la forma de leer de las personas convencidas de que la lectura es un bien por sí mismo.
Condolencias
Me acabo de enterar por el diario que falleció Nélida Cuinas Piñón, esa enorme referencia de las letras brasileñas. La amiga y confidente de Clarice Lispector, la primera mujer en presidir la Academia Brasileira de Letras y la querida maestra de muchísimas generaciones. Periodista, cronista, dramaturga, ensayista y novelista reconocida y galardonada. No obstante, sin menoscabo de todo lo que falta decir sobre esa larga, muy productiva y disfrutable vida que tuvo, Nélida Piñón, destaca por su sólido y comprometido feminismo y por su lucha por los derechos humanos en Brasil y en toda América latina. Para despedirla, sugiero releer “La épica del corazón”, sin duda, un texto escrito con alma y un profundo conocimiento de cómo late el corazón del Brasil