Isabel Ortega Morales
SemMéxico, Chilpancingo, 22 de septiembre, 2025.- Doña Cristina sostiene entre sus manos un lienzo donde está plasmado el rostro de Benjamín, su hijo, uno de los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos en el año 2014.
La historia de lo sucedido en la ciudad de Iguala la noche del 26 y madrugada del 27 de septiembre de 2014, es una marca dolorosa que ha dejado en estos once años, la impresión de que en nuestro país se pueden afectar los derechos humanos y no pasar nada y que la política purifica los actos más deleznables con tal de estar en el poder.
Hace años gusto de bordar, para mi es una meditación que me permite ver surgir algo de un lienzo. Cuando vi el lienzo de Doña Cristina, me remitió su imagen al pasaje bíblico del momento en el que Verónica se inclina para limpiar el rostro sublime de Jesús y él dejar en ese lienzo, el acto sublime de amor y gratitud con su rostro, y esa acción significativa tomada por doña Cristina para mostrar su propio dolor.
Los hechos de Iguala se han constituido en la acción más representativa de violación a los derechos humanos que, después de Tlatelolco, la indignación surge y la reprobación a esa acción suma conciencias.
Los datos más relevantes de esa fecha están centrados en la desaparición de 43 estudiantes de la Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, pero esa noche también dejó al menos 700 afectaciones indirectas en 180 víctimas directas, de acuerdo al Centro Prodh, entre estas, 6 personas sin vida, tres de ellas estudiantes de Ayotzinapa, dos estudiantes con afectaciones de por vida, y al menos 40 personas lesionadas.
El Centro Prodh fue el primero en documentar la acción violenta sucedida contra campesinos en el Estado de Guerrero en El Charco y ha acompañado desde el primer momento a los familiares directos de las víctimas de este hecho.
Ayotzinapa, no es el único caso de desaparición que tiene nuestro país, pero representa el sello de impunidad y complicidad de grupos de poder y fácticos de tal manera que no ha sido posible desentrañar los hilos que la componen y descomponen a la sociedad que se queda sin verdad y sin justicia.
Me atrevo a pensar que más allá de lo deseable, la aparición con vida de los estudiantes, éstos puedan haberla perdido, lo que no implicaría dejar su búsqueda. Sin embargo, no ha podido el gobierno desentrañar desde la cúpula del poder, desde el control de todos los esquemas de búsqueda a su alcance, con todos los recursos económicos a su disposición, encontrarlos.
Nos lleva a pensar que entonces, ha hecho falta algo que se llama voluntad política para dar con el paradero de los normalistas y reconciliar a sus madres y padres con su destino, aunque ello no borre la historia ni la lucha que ha marcado ya al mes de septiembre, a Iguala, a Guerrero y a México y el rostro de Benjamín Asencio Bautista, junto con el rostro y el de sus compañeros, serán un clamor cuyos nombres susurrará el viento de la injusticia, entre la incompetencia y complicidad gubernamental.