Isabel Ortega Morales
SemMéxico, Tlapa, Guerrero, 30 de septiembre, 2024.- El estado de Guerrero entrará en una nueva dinámica de trabajo con el inicio de actividades formales de nuevos mandos municipales y, aunque algunos fueron reelectos, significará otro comienzo en un trienio que avanzará hasta una nueva elección que involucra al Poder Ejecutivo Estatal.
Sin embargo, este nuevo comienzo tiene un contexto distinto y difícil. Guerrero no tiene en este momento la alegría del pueblo bullanguero que celebra el arribo de sus nuevas autoridades, sino rostros que denotan desesperación y tristeza ante un panorama de incertidumbre por una geografía que está bajo el agua, albergues con familias guerrerenses que fueron desalojados ante la inundación de sus viviendas y que reciben a sus autoridades con problemas latentes por resolver y quizá, sin recursos económicos.
El rostro de este Guerrero no está definido. Tras impugnaciones, entran gobiernos ratificados por tribunales electorales que están haciendo valer la decisión ciudadana, gobiernos nuevos que deberán tender los puentes de diálogo con el estado para cruzar las tormentas locales juntos y juntas, gobiernos que lograron su reelección “haya sido como haya sido”, eso queda en el pasado inmediato, para intentar componer, hacer y logar lo que tienen pendiente de su primer momento de gobierno y aún con todo, hacer que la paz retorne y se instaure como una condición de vida humanamente necesaria.
El rostro de este nuevo inicio de gobierno es de una entidad devastada. Los días recientes “John” hizo que las carreteras quedaran agrietadas, cortada la comunicación por cerros que presentaron derrumbe de rocas, deslizamiento de cerros, crecidas de ríos que comieron prácticamente la pavimentación, ciudades y localidades con el mismo rostro, agua desplazando a sus habitantes, replegándolas hasta en albergues y por si fuera poco, incomunicada también ante la falta de telefonía e internet.
El Guerrero de este momento no es el del Guerrero de la alegría, es la radiografía de una entidad que muestra cansancio y hasta decadencia. Que se refugia en sus usos y costumbres para mantener su identidad, busca en su pasado la fuerza de su convicción de ser de esta entidad y se aferra a creer que todo va a salir bien.
El cambio de mandos municipales es más que la ratificación o inicio de autoridades con experiencia o con solo ganas de servir, es una esperanza de que la entidad logre emerger de las tormentas de violencia, y campee con voluntad, con destreza política, con equipos comprometidos, una nueva circunstancia.
Quizá cuando la tormenta pase, cuando el lodo se seque, cuando el campo nos diga el tamaño del reto de la sobrevivencia alimentaria si no fue ahogada por el agua, podamos encontrar un nuevo destino.