Directora del CIEG pone el dedo en la llaga, existen ataques a la universidad pública
En Coloquio defienden los estudios de género que peligran por la polarización y la antidemocracia
Laura Lucía Romero Mireles
SemMéxico, Cd. de México, 10 de diciembre, 2025r.- Hoy enfrentamos situaciones de enorme polarización social, donde parece que no existen las condiciones para un diálogo democrático entre personas que tengan ideas distintas, alertó Amneris Chaparro Martínez, directora del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG) de la UNAM.
Eso, añadió, nos lleva a crear nuestras propias “cámaras de eco”, es decir, a sólo juntarnos con personas que piensan como nosotros e invalidar a los que piensan distinto. “No somos capaces de establecer lo que para una democracia sería necesario: un diálogo que muestre el enorme arcoíris de ideas que existe”.
Además, tenemos una época de antiintelectualismo, de rechazo certero al conocimiento que se produce desde instituciones de educación superior y ataques a la universidad pública; se cuestiona su función y existencia, y que se dediquen recursos para formar a las nuevas generaciones, o se menciona que el conocimiento que creamos aquí es ideología, que no tiene un sentido social o que no es útil. El género y sus estudios no son ajenos a esos contextos, precisó.
En el Coloquio de la emisión 22 del Diplomado Relaciones de Género, la directora expuso que para que una sociedad democrática pueda funcionar, todas las personas tendríamos que entrenarnos de forma individual y colectiva en virtudes como la apertura de mente, el diálogo, la pluralidad, la solidaridad y la colectividad.
Una cultura democrática es aquella donde no tenemos que pensar igual, pero podemos dialogar; y donde podemos decir cuándo una opinión atenta contra los derechos humanos fundamentales, y por ello carece de legitimidad. La lucha feminista también es por la libertad, el amor y la resistencia, y los estudios de género han contribuido a conceptualizar esos términos. “No hay una sola definición de ellos, pero se trata de la pluralidad de opiniones desde una mirada académica, intelectual, rica, donde se valora el diálogo con otras personas”, mencionó la experta.
En la conferencia magistral “Estudios de Género en contextos adversos: ¿Por qué y para qué?”, la maestra y doctora en teoría política por la Universidad de Essex, Inglaterra, señaló que en instituciones que son parte del aparato democrático, y lideres democráticamente electos como Donald Trump, en Estados Unidos, y Javier Milei, en Argentina, existe adversidad a los estudios de género y “a todo aquello que huela a incomodidad, a identidades disidentes o feminismo”.
Pero también vemos en las calles muestras de rechazo a tales estudios, tachándolos de ideología. En el caso del CIEG hay ataques que ocurren desde siempre, en los cuales se cuestiona que la UNAM financie espacios como éste, o “por qué tenemos plazas como investigadoras o técnicas académicas; se nos califica como revoltosas, o se dice que nuestro gran proyecto es eliminar a la familia”.
Se observa que la aversión y contextos adversos ocurren desde las instituciones, y en las prácticas y discursos de personas de a pie o de mucho poder, señaló en el auditorio Mario de la Cueva de la Torre II de Humanidades.
Esto ocurre, entre otros aspectos, por la conquista de derechos y espacios, que nunca están 100 % asegurados. “El caso argentino es emblemático: con la marea verde se despenalizó el aborto y después llegó Milei”, refirió en la sesión moderada por Ana Buquet Corleto, exdirectora del CIEG.
Estamos ante un momento histórico donde, en el caso de México, ya en casi todos los estados está despenalizado el aborto y “eso genera mucha incomodidad e incertidumbre, porque ahí están los mandatos de género y los temores de qué pasa cuando lo femenino es insurrecto”, recalcó Amneris Chaparro.
Además, las manifestaciones feministas crean un quiebre epistemológico con respecto a las nociones específicas de la feminidad en el espacio público, “que no está pensado ni hecho para las mujeres”. Ellas se presentan en las calles a partir de otros mandatos que no se ciñen a la feminidad del status quo: son insurrectas, utilizan formas violentas y el fuego como un arma política y con un afán de destrucción.
También hay reacciones adversas en contra de los avances de las mujeres, de las disidencias sexogenéricas y del movimiento feminista, que crean pánicos morales que buscan dividir a las mujeres, por ejemplo, en buenas y feministas, y que desarticulan intentos nuevos de movilización.
Ante eso, hay que apostar por los estudios de género, porque hacerlo sugiere darnos cuenta del carácter explicativo que tienen a partir de la teorización y la conceptualización. La existencia de un campo de conocimiento que articule una explicación con respecto a las desigualdades entre hombres, mujeres y personas de las disidencias sexogenéricas es sumamente necesaria, “explicación que no viene de la intuición o de creencias, sino que se da dentro de disciplinas de las ciencias sociales y las humanidades, y es rigurosa, teórica e intelectual”.
Otra de las razones para apostar por los estudios de género es por su carácter crítico. Es decir, ya tenemos una explicación de que las desigualdades no son naturales, entonces hay que criticarlas, señalarlas, desnaturalizarlas y desbancar esas ideas arraigadas y sedimentadas.
Finalmente, destacó Chaparro Martínez, ellos tienen un carácter emancipador. Son rigurosos, hacen teoría, metodología y política, pero también tienen un espíritu transformador. “Son ambiciosos en este sentido: sí quieren cambiar al mundo, sí quieren que las sociedades sean menos horribles, y por eso hay que valorarlos y apostar por ellos”.
Hacemos estudios de género porque los entendemos como una categoría de análisis, y como un orden simbólico que hay que ir desmantelando. Pero hay feministas que se oponen al concepto por considerarlo como los conservadurismos: ideológico e innecesario, y apelan a categorías de tinte más esencialista como la de sexo. “Hay fuego amigo”, alertó la directora del CIEG.



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