Opinión| Imperdonables

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Drina Ergueta

SemMéxico, La Paz-Bolivia,  20 de mayo.  2024.- ¿Por qué el cura Luis María Roma Padrosa confesó la continuada violación de decenas de niñas, principalmente indígenas, en Bolivia? Se moría y amparado en su fe, con la confesión, buscaba el perdón. Seguramente, admitir y relatar, ante notario, los nauseabundos hechos cometidos fueron parte de su penitencia para, con la clemencia divina, asegurarse el cielo. Muy fácil e impune.

En la educación cristiana está instituido que “no hay ninguna falta por grave que sea que la Iglesia no pueda perdonar” por lo que: «No hay nadie, tan perverso y tan culpable, que no deba esperar con confianza su perdón, siempre que su arrepentimiento sea sincero» (Catech. R. 1, 11, 5). Esto se basa también en que: “Cristo, que ha muerto por todos los hombres, quiere que, en su Iglesia, estén siempre abiertas las puertas del perdón a cualquiera que vuelva del pecado” (cf. Mt 18, 21-22).

La culpa y el temor al infierno después de la muerte persigue a la gente católica, ya que no hay acto que no vea un dios omnipresente, ni siquiera se le escapa un pensamiento. En el credo, se nace sucio por el pecado original, por ello urge el bautismo que se constituye en un renacimiento en la pureza de la fe, luego irremediablemente se peca como parte de la condición humana, pero está la opción de la confesión y el arrepentimiento, entonces se aplica una penitencia y se perdona. Así, hasta la última confesión, en la extremaunción de ser posible. De esa manera, se muere en paz, yendo el alma al cielo. Un esquema finalmente conveniente si se ha vivido en pecado constante, como muchos sacerdotes.

Roma Padrosa, religioso español, murió a los 84 años en 2019 y confesó tres meses antes porque sabía que ya no le quedaba tiempo, necesitaba ese perdón. En su larga vida fue sembrando el mal por donde pasó, abusó en Bolivia de unas 70 niñas (aunque se cree que fueron cientos) de entre 8 y 11 años, a quienes fotografiaba y filmaba para seguirse recreando luego con las imágenes. No es el único, ya se conoció sobre los abusos cometidos por el jesuita Alfonso Pedrajas, cuyos actos también salieron a luz a través del diario El País de España. Este martes, un documental de la televisión catalana TV3 aparecen las víctimas en Catalunya y en Bolivia de los sacerdotes Lluís Toro y Francesc Peris. Y lo que faltará por conocer.

No es sólo que se trate de hombres que sometieron a niños y niñas a vejámenes sexuales, amparados por la superioridad física, tenían la investidura de un poder institucionalizado sobre quienes eran sus víctimas, ellos eran los representantes de dios. En Bolivia, además, abusaron de infantes en situación de gran vulnerabilidad por su situación social de pobreza y su condición de indígenas, que aún es sinónimo de relegación. En la Iglesia lo sabían y, en algunos casos, teniendo denuncias en España los enviaron a Bolivia ¿aquí el pecado es menor? Seguramente la impunidad sí.

La Iglesia Católica tiene culpa y ha pecado, sus pecados son mortales. Imperdonables, en la misma medida que los de estos curas que protegieron. Y lo son desde hace siglos. Ya lo eran en el siglo XVI cuando vendían indulgencias a quienes podían pagar por sus pecados, lo que provocó la Reforma Protestante obligándoles a realizar el Concilio de Trento e instituir nuevas formas de hacer frente a sus pecados internos y a los de sus fieles.

Las mujeres han sido igualmente víctimas constantes de la Iglesia Católica, los abusos hacia ellas por parte de sacerdotes también aparecen en páginas de diarios y documentales en televisión, aunque tienen menos efecto frente al que provoca el abuso de infantes. Los abusos, además, tienen que ver con su consideración histórica de que ellas son seres naturalmente inferiores, en su momento ni alma tenían, por lo que no pueden asumir cargos. La iglesia, la mayoría de ellas, son espacios de poder masculinos y hacen uso de él en diferentes proporciones. En la Iglesia Católica con gran impunidad, ya que los actos indebidos y también los delitos se suelen resolver internamente, ocultos bajo la alfombra.

El ex presidente boliviano Eduardo Rodríguez Veltzé ha pedido que la Fiscalía active sus competencias para la reparación de las víctimas de Roma, se entiende que también a todas las de los otros pedófilos abusadores seriales amparados en su sotana. Es necesario; pero, ¿cómo reparar? Económicamente, es una manera. Hay bienes de la Iglesia que se podrían expropiar, vender; hay impuestos que se deberían cobrar. Tras años la impunidad, son imperdonables.

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