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Mal de Archivo

Olimpia Flores

SemMéxico, 11 de mayo, 2020.- ¿Cómo se va integrando el Archivo que da cuenta de la pandemia que vivimos y de la que surge la crónica del Acontecimiento? Dará lugar a la posterior gestión de la prevención de todo otro riesgo de contagio en la que nos instalaremos ya como un modo de vida.

El Archivo además de ser una experiencia de la memoria, se configura técnica, política y jurídicamente. Tiene la misión de ser el repositorio de un origen al que se vuelve en busca de respuestas. Es la búsqueda del tiempo perdido, del que ya no es. Es el almacenamiento de los datos, pero al tiempo es inevitablemente censura, represión, supresión…el Archivo no es inocuo, nunca lo es. Y las posibles lecturas de sus registros, tampoco. Así es que el Archivo es simultáneamente origen del acontecimiento, abrigo de sus registros y ejercicio de poder de la entelequia que lo resguarda.

El Estado como el arconte griego, unifica, identifica, clasifica los datos, se encarga de la reunión misma de los signos que consigna. En su poder de decisión discrimina qué se abriga y qué se olvida (Mal de archivo) en la consignación. La ciencia del archivo, tiene una teoría de su institucionalización que al mismo tiempo implica al derecho que lo autoriza. El archivo es el informante de la historia.

Pero el archivo no está exento de sacudimientos posibles que al final no garantizan el orden esperado, así que todo Archivo se somete a destrucción, disimulo, prohibición, desvío y represión. Archivos del mal, nos dice Jacques Derrida. El Archivo es un ente vivo políticamente por el que se ejerce inevitablemente una cierta violencia archivadora.

Así en este tiempo en que se construye la memoria de la pandemia -la que se consigna y la que se olvida-, se prepara el texto de lo que será la vida inmediata posterior. El archivo sustentará la toma de decisiones del poder frente a la vida de todos: la biopolítica ha recibido un regalo nada desdeñable, una pandemia.

Sirva de parámetro, que la política anticrimen se basa en juegos matemáticos de la estadística y no en las personas mismas de los grupos de riesgo predeterminados. Ahora existen como categoría los “potenciales criminales”, como los sujetos centrales de la política de prevención. La exclusión es insuperable de modo que la política penal se cifra en cálculos de probabilidad y de costo beneficio; de control y gestión de riesgos, que no en la persona a “rehabilitarse” y su posible proyecto de vida. La vuelta de tuerca que da la biopolítica pasando a la era de la prevención del contagio, será entonces similar.

A la atmósfera de la prevención del delito se le incorporará la atmósfera de la prevención sanitaria. No habrá respiro posible. Y así como hay modelos para la producción de los datos que sirven para la toma de decisiones durante la pandemia, así los habrá para las decisiones que vienen superado este ciclo. La vida se ha actuarializado y la organización que se gesta nos separa aún más como personas y nos disuelve como colectivos.

 Al igual que con la prevención del delito, serán los prejuicios sociales los que motivarán la mutua vigilancia, la mutua delación. Todos seremos potenciales criminales en la medida en que faltar a las reglas de la no convivencia, del aislamiento, de la restricción en la movilidad, implique riesgos para la vida de los demás. La desconfianza en extremo se instituye como el lazo social. Pero también como constitutiva de la subjetividad de los sujetos.

El estadio de precariedad que vivimos en las fases recientes del capitalismo, se entiende como un sistema de vida; de organización política de los Estados; un canon establecido ideológicamente sin ideología e interiorizado y luego entonces constitutivo de subjetividad -“Lugar denso de poder”, (Judith Butler)-  El estado de precariedad, como productor de subjetividades que se disponen a la acción en una aceptación tácita del riesgo permanente como condición inevitable y a la que se puede remontar por medio de esa autogestión al infinito de capacidades como forma de vida en estado de competitividad permanente.

A ese estado de precariedad, se suma la atmósfera preventiva del delito con sus dispositivos de persecución y vigilancia y a la que se incorpora ahora la atmósfera de la prevención sanitaria.

Ojo avizor al mal de archivo, del que surgirán los lineamientos prácticos de la vida en lo sucesivo. Recordemos que tenemos otros datos y que cada quien tiene sus propios datos. Es un asunto de soberanía, la básica, la propia.

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