Hallazgos| Jardín

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Por Rocío Fiallega

SemMéxico, Cd. de México, 19 de septiembre, 2021.- Todo comenzó con el cenote sagrado que vivía en su ojo, fondo de cáliz de jade y lapislázuli, si no me hubiera perdido en su profundidad, Mariana seguiría aquí. Hasta yo sería una persona y no este amasijo de carne y huesos sin el soplo de la creación, en la orfandad de Dios. Ahora tan solo respiro, o eso es lo que creo…

Ximena, Ximena, pensaba en su nombre que gime, me contuve en abrazar su cuerpo con el pensamiento, todavía tengo esa sensación en mis labios, humedecidos al volver a citar su nombre -y aún no veía sus ojos-, la escuché decir por primera vez “Sí”, como tantas veces lo haría en mi regazo.

Mariana daba clases desde las siete de la mañana, al principio la extrañaba; le llamaba, no podía esperar… Ahora ya no sé si llega tarde o temprano, si da todas sus clases o si se va a la sala de profesores a tomar ese horrible café. Dejé de decirle que la extrañaba y que la amaba; dejé de extrañarla y de quererla.

Mi mayor tesoro era el jardín de la casa. Primero, la contemplación, luego, la intervención, como si fuera una obra de arte, regresaba Ximena a mis ojos con sus pies de Venus, esa flor tan rara y delicada; su mente como una orquídea, sus manos unas canastillas de plata, y un pensamiento lila como su corazón… En la nostalgia de su voz, decidí plantar una violeta, lo hice con el mayor cuidado, llegó mi epifanía.

Las paredes se hacían oscuras cada vez más temprano. Mariana llegaba a casa y comíamos, a veces viendo la tele, otras, solamente hablaba de su día y de las cosas que le pasaban por la cabeza. ¿Yo? Cada quien habla de lo que ama, a menos que sea un amor clandestino… yo narraba las aventuras de mi jardín: que una hoja caída, que un bicho impertinente y así.

Reconocí el olor de Ximena porque se le ocurrió prestarle a Mariana su chamarra un día de lluvia, benditos los astros que no cayó ni una gota, porque si no, se hubiera perdido su aroma. Cuando Mariana se fue a dormir, me quedé abrazando la prenda, pude distinguir la fragancia de mi amada. ¿Eran dos fragancias o dos amadas o la combinación de ambas era mi elixir?

Hoy las miro desde mi jardín atravesar la calle tomadas de la mano…

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