Rocío Fiallega
I
SemMéxico, Cd. de México, 3 de octubre, 2021.- La melodía va alcanzando tus pensamientos, a veces se queda en un rincón, acechando, observándote y entonces cae en el recuerdo recurrente, en la sonrisa que te duele, en la mirada que no se olvida y permanece como un tatuaje en tu piel y en tu sangre. Apagas el radio para evitar el reencuentro con la plenitud; las ausencias vaciando tu entorno hasta que te encuentras en la caja de cartón de tu rigidez racional. Vas muriendo y crees que vives.
II
Observas las líneas de tu mano izquierda, cinco navajas artesanas empuñando un sueño, cada poro defendiéndose del tiempo; tu mano se convierte en una persona cuando apoyas las yemas del medio y el índice, como si fueran los muslos deseados, el resto se encumbra como extremos que se convierten en brazos antagonistas, pero observas que el anular sale sobrando o quizá es una extensión para cuando se requiera, tu mano camina con sus nuevas piernas y luego toma la taza de café. Ahora tu mano derecha aprieta un cigarrillo entre los dedos, entre los lunares amarillentos y desgastados, jugueteas con el humo y el aroma, te detienes para saber que ella es la que abre y cierra puertas, toma la pluma y escribe.
III
Cierra los ojos. Contempla el mar en otra mirada. Declárate amorosa y egoísta. Horizonte de caderas y balanceo. Acaricia la esencia azul-violeta. Rompe la puerta para crear una ventana. Sal de la angustia de la incertidumbre. Las letras que quemaste hoy reclaman su vida. Hoy es otro mar y otra luna. Atardece contemplando tus ojos en el espejo.
IV
Estás cansada. Estás muerta debajo de la sombra acariciante mientras los demás rostros se sonrojan y cambian de piel y se visten con ropas escogidas en tiendas con techos altos. Cerraste la ventana y tu misión era la plenitud. Recuerda que la creación de expectativas es directamente proporcional a frustración, y así te vas muriendo desde y en la cotidianeidad. Renuevas tu discurso y tu mirada, de pronto la caída, la espera, el abandono, el camino, la esperanza y la vida. Lágrima única tajante, insolente que rompe el rostro en pedazos hasta terminar con el cuerpo partido en letras y canciones. Buscas la trascendencia queriendo ser diosa, sin percatarte de tu divinidad. Vuelves a empezar.