Nos hacen falta

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Mujeres y Política

Hay personas que siempre harán falta, me refiero a quienes hacen buen periodismo.

Soledad Jarquín Edgar

SemMexico, 22 mayo 2016.- Nos hacen falta y cuando ya no están nos faltan todavía más.
En México nos hacen falta todas las personas que han sido asesinadas, las víctimas de la violencia -mujeres y hombres de todas las edades- ajusticiadas por el crimen que jala el gatillo, que entierra el puñal; pero, sobre todo, víctimas de la delincuencia de cuello blanco que cuidan por la perpetua impunidad.
Hoy, su ausencia es más notoria, nos hacen falta, siempre estaremos más perdidos sin ellos y ellas, son nuestros hermanos, hermanas, las hijas de otras mujeres, los hijos de otras personas que no conocemos, los padres y las madres desconocidas, y también conocidos…Esa es la siniestra realidad de México.
Y aunque esta vez hablaría de todas esas personas, creo, lo siento, que hay personas que siempre harán falta, me refiero a quienes hacen buen periodismo. Nos hacen falta sus voces, sus plumas, sus anhelos de vivir en un país libre, L-I-B-R-E con todas sus letras, sin delincuentes asechando nuestras vidas, sin narcotraficantes poderosos o pequeños, sin funcionarios y funcionarias corruptas o vulgares reyezuelos (me encanta esa palabra y su intención), sin tanta palabrería que se lleva el viento al lugar del olvido.
Nos hace falta Miroslava Breach, sí, su crimen como el de Javier Valdez, nos indigna; nos provoca rabia saber que hay más de 120 historias terminadas antes de tiempo en lo que va de este siglo, historias de hombres y mujeres que solo hacían su trabajo. 
Periodistas que leímos, vimos y tocamos a través de sus escritos o que incluso coincidimos en un lugar, alguna vez, no hace tanto. Así nos cruzamos en la vida, así nos hablamos en ese lenguaje difícil de decir las cosas, desde la subjetividad de las circunstancias, desde la verdad que duele y perfora el hediondo lugar de la autoridad que no se inmuta. 
Y hoy, su ausencia nos recuerda que cada día estamos más solos y somos más huérfanas de sus palabras, de sus descubrimientos, de su valentía, de su indignación y de su razón.
Pero lo que más nos molesta es saber que nada cambia. Que en este país ningún funcionario es despedido por inepto, por mentiroso, por corrupto, por pedir moches, por exhibir sus riquezas desmedidas y obtenidas defraudando al pueblo que dicen servir. 
Ninguno. Jamás hemos visto que un Presidente renuncie. Ese no es nuestro caso. Ningún diputado o senador se separa de su cargo por lo agarraron en un cochupo o votando partidariamente y no por el pueblo.
No he visto, a pesar de los pesares, a un presidente municipal reconociendo que se equivoca, pero eso sí, como en el caso de Oaxaca, da clases de moral desde su tribuna edilicia, rodeado de sus pajes, cual patriarca, predicando su verdad, su hegemonía y su decisión de hacer las cosas no como dictan las normas sino como mejor le conviene, eso tiene un nombre, se llama corrupción, como gritaron el pasado miércoles feministas indignadas por las patrañas, porque negocian con los asuntos de las mujeres.
Su ausencia es un desatino para México, este país que parece acostumbrarse a la muerte y desaparición de mujeres y hombres, que deja de inmutarse y de exigir, porque cada quien tiene sus luchas y sus hondas preocupaciones, cuando en el fondo estamos frente al mismo escenario: la impunidad, el no castigo a quienes cometen los delitos. Es uno más, una más. Se descarna la existencia de esas mujeres y de esos hombres, se convierten en números, en cifras negras y al final no pasa nada.
El gremio periodístico se indigna, sale a la calle, grita, exige. Se hacen homenajes y se piden minutos de silencio. Del lado oficial, el gobierno de Enrique Peña Nieto anuncia acciones para la libertad de expresión y para la protección de periodistas y defensores. ¿Qué significado tendrá eso para las familias de esas víctimas? Seguramente ninguno. La realidad supera todo. México es un país inseguro para el gremio periodístico, un país inseguro para las mujeres. Se confirma cada día, a pesar de todo, que México es un país de impunidad.
¿Cómo llegamos hasta aquí? Hay muchas respuestas, la más clara es que la falta de justicia es un permiso no escrito y lo otorga quienes son responsables de la seguridad de las personas, es claro entonces que el reclamo sea para el gobierno o los gobiernos. 
Nos queda clarísimo que el poder del narcotráfico ha tocado todas las entrañas del sistema político mexicano, pero todavía hay quienes se indignan, quienes denuncian, así lo hicieron Miroslava Breach y Javier Valdez y muchos y muchas periodistas, no porque sean valientes, sino porque están convencidas que callar es permitir.
Por eso cada vez nos hacen falta sus voces y sus textos. La lección es dura y muy cruel, inyecta miedo o al menos eso pretenden. El narcotráfico esta apuntando a las plumas libres, pero no son los únicos. Ahí están los “pequeños poderes” de algunos dictadores electos democráticamente, intolerantes, ambiciosos y corruptos, dispuestos a disparar , a censurar o a desprestigiar al periodismo inconveniente para sus fines.

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