Bellas y Airosas| 1810… El silencio de los inquisidores ante la Güera Rodríguez

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Elvira Hernández Carballido

SemMéxico, Pachuca, Hidalgo, 15 de septiembre, 2021.- Si bien no existen documentos que permitan reproducir le discurso de María Ignacia Rodríguez cuando enfrentó a la Inquisición de la Nueva España acusada de conspirar contra el gobierno y de apoyar la causa insurgente, la novela “La Güera Rodríguez” (1949) de Artemio del Valle-Arizpe reproduce de una manera confiable lo que pudo ocurrir en ese momento.

El autor aseguraba que los alegres devaneos de la Güera no eran mal vistos por la sociedad de la época, su belleza bastaba para que la toleraran. Pero lo que no le permitieron fue el desentono de proclamarse públicamente simpatizante de los insurgentes. Se le cuestionaba que los apoyara cuando se la pasaba en la casa de los virreyes muy divertida, ellos la recibían muy bien y no podían soportar escucharla con brillante desenfado que describiera y alabara las hazañas de Hidalgo o Morelos.

La osadía y actitud de esta bella mujer causó escándalo e indignación, por lo que fue citada a la Inquisición por la denuncia del espía Juan Garrido, quien la acusó de ser una de las mujeres que apoyaba la causa insurgente. Del Valle-Arizpe describió que Güera no se preocupó ni se asustó. Cuando llegó al salón donde la esperaban para juzgarla, ella mostró la siguiente actitud:

“Se plantó la Güera ante los inquisidores, muy garbosa y decidida y después de pasarles la vista junto con una sonrisa, les hizo larga reverencia como si fuese el airoso remate de una figura de pavana, de gallarda o de ceremonioso minué. Desplegó en seguida la pompa multicolor de su abanico de nácar y empezó a agitarlo frente a su pecho lenta y suave parsimonia, con toda la tranquilidad del mundo. Volvió a sonreír con apacible encanto. A cada contoneo de su talle despedía una fragancia almizclada y oriental. Ya que los graves señores no se lo ofrecieron, tomó una silla con todo sosiego, se sentó y se puso a arreglar los múltiples pliegues de su traje y cuando terminó con esta faena elegante, subió sus manos, mórbidas, afiladas y breves, en las que había sortijas fulgurantes, a componer el cabello no porque estuviese en desorden, no, sino por frívolo prurito de vanidad exhíbita, para lucir su níveo encanto y el pulido donaire de sus movimientos; después las bajó y las puso, como descansando unos instantes, en el enfaldado de su vestido…”

El escritor afirmaba que la audacia de esta mujer pasmó a los inquisidores, los mismos que imponían terribles castigos y cárceles perpetuas. Ella les estaba demostrando que nada la arredraba ni nadie la inmutaba. No se mostraba temerosa y pisaba con valentía el oscuro lugar. De igual manera Don Artemio aseguraba que uno de los tres jueces había querido tener un romance con ella, otra resultó ser su allegado y ella le sabía algunos secretos. Por eso, esos tres hombres no la espantaban. Y los enfrentó así:

“Les atronó las orejas al preguntarles con la mayor naturalidad del mundo y gran dulzura en la voz, si ellos que eran esto y lo otro y lo de más allá y que habían hecho tales y cuales cosas, ¿serían capaces de abrirle causa y sentenciarla? Y esto y lo otro y lo de más allá y aquellas cosas lindas y apetitosas que habían ejecutado, se las soltó con nimios detalles que dejaron turulatos a los tres señores, y una a una se las fue enumerando con brusquedad, sin cuidados, eufemismos, ni suavidades emolientes. Bien claro les descubrió sus grandes secretos y les manifestó que habían cundido por trescientas partes y, con toda frescura, les empezó a quitar el embozo a sus recatados encubiertos. En los tres graves varones puso, sin reparo, la graciosa y pervertida malignidad de su lengua, que se les encendió los rostros como si les hubiera arrimado una roja bengala… La Güera, con el lindo rostro bañado en luz de sus sonrisas, les dijo que los gustosos vicios que tenían eran ya públicos y notorios y se contaban por las plazas. Los derribó con la filosa espada de su lengua. Salió muy airosa. Ya en la puerta, se volvió llena de gracia e hizo una larga reverencia…”

Esta actitud y forma de actuar fue analizada por el doctor Vicente Castellanos Cerda y yo, Elvira Hernández Carballido, en un congreso sobre análisis de discurso en una ponencia que titulamos: “Injurias y discurso de resistencia desde personajes femeninos en la historia de México”, nos interesaba demostrar que a mujeres como ella se les injurió públicamente por desacato a su papel tradicional, naturalizado en su destino de ser madre – esposa y servir a los demás. Fue así como nos centramos en las estrategias discursivas de réplica que varias mujeres insurgentes emplearon al ser injuriadas, no por una defensa de sus personas, sino porque cuestionaban un valor históricamente construido acerca del papel de la mujer en la vida pública. El punto de partida fue trabajar histórica y discursivamente con la injuria como un acto del lenguaje por el cual no sólo se agrede de palabra u obra, sino que se asigna a su destinatario un lugar en el mundo. La injuria (sustantivo femenino) desde el insulto, el agravio, la ofensa, tiene la intención de perjudicar, desacreditar, públicamente a la persona, por lo tanto, en cierto sentido, tiene el poder de categorizar, de crear tipos sociales (incluso fisonómicos), de constituir nuevas especies y razas que ponen a la persona injuriada en una situación de vulnerabilidad social. Es un modo de estigmatización que su asimilación acrítica puede llevar al propio estigmatizado a injuriarse a sí mismo.

Ante la manera de reaccionar de la Güera Rodríguez, se consideraron los siguientes puntos:

  • La consideramos una mujer que, de acuerdo a una clasificación realizada por Celia del Palacio en su libro Adictas a la insurgencia (2010), la Güera Rodríguez fue una mujer tipo seductora y conspiradora de la Independencia.
  • La referencia textual por la que se le injurió fue que ella se declaraba públicamente simpatizante de los insurgentes.
  • El tipo de injuria fue directa Injuria por condena (legal): mujer, seductora, conspiradora e insurgente.
  • Su proceder fue calificado como una falta porque demostraba rebeldía.
  • Pese a ser citada para ser juzgada por el tribunal, ella no mostró temor o inseguridad y utilizó una estrategia discursiva de réplica o discurso de resistencia.
  • Abandono de la vergüenza al teatralizar su habilidad de seducción en su actuar y en su discurso frente la Santa Inquisición. Supo utilizar la Hiperbolización, es decir, la exageración de su discurso mediante el chantaje del comportamiento sexual “punible socialmente” de los inquisidores
  • Su manera de enfrentar a sus críticos permitió advertir el principio ideológico o moral que se cuestionaba: La doble moral de la Santa Inquisición y de toda institución preocupada por mantener el statu quo.

En este sentido las injurias tienen un doble sentido, uno efectivo en su finalidad de acotar la participación de las mujeres en general, y el otro relativo, porque lejos de acallar o aplacar a estas independentistas como la Güera Rodríguez las mueven a la interpelación, a la argumentación razonada e inteligente, pero, desafortunadamente, sin eco social. En efecto, ni liberales, ni revolucionarios, como causa, se aglutinaron a la protesta o a la defensa de personajes como ella o Leona Vicario, entre otras, que apoyaron y lucharon hombro a hombro por esta causa nacional.

En estas fechas patrias, vale la pena reflexionar el rol que las mujeres jugaron y además de recuperar nombres y acciones de ellas, también indicar el difícil contexto donde se movieron, la manera en que fueron vistas, apoyadas o ignoradas, vueltas invisibles o mitificadas, por lo que además de hacerlas visibles, se debe destacar lo que enfrentaron y cómo lo enfrentaron.

En este caso, la injuria fue un acto agresivo que intentó ser destructor, puede ser tan violento que rara veces no recibe una respuesta. Durante el movimiento de 1810 varias mujeres enfrentaron a una sociedad patriarcal que las rechazó y juzgó. Pero estas las injuriadas respondieron, de diversas maneras y según sus habilidades personales, a las insinuaciones, condenas morales e insultos que recibieron por el hecho de tomar decisiones propias. Es importante describir las estrategias discursivas de réplica que ellas desarrollaron y que las hacen encumbrarse en el contexto de la Independencia de México. Su historia y su actuar es digno de recuperar cuando se acerca un aniversario más de este gran movimiento que fue punto de partida del México de hoy, principalmente para las mujeres.

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