Bellas y airosas| La mirada de una niña al escenario de la revolución mexicana: Cartucho

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Elvira Hernández Carballido

SemMéxico, Pachuca, Hidalgo, 22 de noviembre, 2023.- Se fue a la revolución porque los esbirros de don Porfirio Díaz le habían asesinado a su padre. Pudo haberse casado con uno de los más prominentes jefes villistas, pudo haber sido de las mujeres más famosas de la revolución, pero Nacha Ceniceros se volvió tranquilamente a su hogar deshecho y se puso a rehacer los muros y tapar las claraboyas de donde habían salido miles de balas contra los carrancistas asesinos…

Cartucho, publicado en 1931,  es un texto pionero sobre los acontecimientos revolucionarios de 1910 escrito por una mujer: Nellie Campobello (1900-1986), quien atestiguó muchas escenas de lo acontecido en este gran movimiento. Una niña de diez años observa en silencio a héroes y caudillos, cadáveres en los campos y rostros desconocidos con una mirada esperanzadora por cambiar al México de esa época. Ya adulta compartía esas evocaciones, impactaba escucharla, por eso la convencieron de que debía escribirlos, así nació Cartucho.

La primera parte de los relatos se titula “Hombres del norte” y recupera a siete figuras masculinas, machos de la época, valientes por encargo patriarcal, seres humanos que delatan sus miedos y su fuerza, la forma en que les enseñaron a ser hombres:

Cartucho no dijo su nombre. No sabía coser ni pegar botones. Un día llevaron sus camisas para la casa. Cartucho fue a dar las gracias. “El dinero hace a veces que la gente no sepa reír”, dije yo jugando debajo de una mesa. Cartucho se quitó un gran sombrero que traía y con los ojos medio cerrados dijo: “Adiós”. Cayó simpático, ¡era un cartucho!...
Llegaron unos días en que se dijo que iban a llegar los carrancistas. Los villistas salían a comprar cigarros y llevaban el 30-30 abrazado. Cartucho llegaba. Se sentaba en la ventana y clavaba sus ojos en la rendija de una laja lila. A Gloriecita le limpiaba los mocos y con sus pañuelos le improvisaba zapetitas. Una tarde la agarró en brazos. Se fue calle arriba. De pronto se oyeron balazos. Cartucho, con Gloriecita en brazos, hacía fuego al Cerro de la Cruz desde la esquina de don Manuel. Había hecho varias descargas cuando se la quitaron. Después de esto, el fuego se fue haciendo intenso. Cerraron las casas. Nadie supo de Cartucho. Se había quedado disparando su rifle en la esquina.

La segunda parte, “Fusilados”, como su nombre lo indica tiene como eje de cada narración la manera en que varios personajes fueron ejecutados por las órdenes de Villa o de otros generales. Las escenas descritas permiten palpar injusticias y decisiones que dejan huecos en el corazón, miedo latente, así como la presencia constante de la muerte:

Hubo un combate de tres días en Parral, se combatía mucho. “Traen un muerto —dijeron—, el único que hubo en el Cerro de la Iguana.” En una camilla de ramas de álamo, pasó frente a mi casa; lo llevaban cuatro soldados. Me quedé sin voz, con los ojos abiertos, abiertos, sufrí tanto, se lo llevaban, tenía unos balazos, vi su pantalón, hoy sí era el de un muerto.

En todos los relatos la ingenuidad infantil conmueve y la mirada puntual en cada escena permite advertir que esa pequeña comprendía el significado de una lucha con armas, el sufrimiento, pero también la convicción que provocaba morir por un ideal. El fusilamiento del célebre general Felipe Ángeles, nacido en el estado de Hidalgo, delata que podía reconocer a los hombres que no se traicionaban a sí mismos:

Ya lo habían fusilado. Fui con Mamá a verlo, no estaba dentro de la caja, tenía un traje negro y unos algodones en las orejas, los ojos bien cerrados, la cara como cansada de haber estado hablando los días que duró el Consejo de Guerra -creo que fueron tres días-. Pepita Chacón estuvo platicando con Mamá, no le perdí palabra . Estuvo a verlo la noche anterior, estaba cenando pollo, le dio mucho gusto cuando la vio; se conocían de años. Cuando vio el traje negro dejado en una silla, preguntó: "¿Quién mandó esto? " Alguien le dijo: "La familia Revilla". "Para qué se molestan, ellos están muy mal, a mí me pueden enterrar con éste", y lo decía lentamente tomando su café . Que cuando se despidieron, le dijo: "Oiga, Pepita, ¿y aquella señora que usted me presentó un día en su casa?" "Se murió, general, está en el cielo, allá me la saluda”. Pepita aseguró a Mamá que Ángeles, con una sonrisita caballerosa. contestó: "Sí, la saludaré con mucho gusto".

Finalmente, la tercera parte, “En el fuego”, describe la manera en que población empezó a integrarse a esa rutina sangrienta, de cadáveres y amenazas, de triunfos y traiciones, mujeres como botín de guerra, mujeres luchando por sí mismas y un país que las merezca:

Volvieron a la casa de Chonita a buscar su caldo y su taza de atole. Chonita les traía todo, corría, volaba; sabía que aquel hombre adornaba, por última vez, la mesa de su fonda.

- ¿Cuánto le debo? - le dijo tímidamente- Ya nos vamos, madrecita, porque vienen muchos changos. - Nada , hijo, nada. Vete, que Dios te bendiga. -Por allí se fueron -decía, levantando su brazo prieto y calloso, Chonita, la madrecita de Elías Acosta y de tantos otros. Las voces siguen preguntando: - ¿Y Gándara? ¿Yel Chino Ortiz? -Sí - contestan aquellas mujeres testigos de las tragedias-, sí, cómo no, allí donde está esa piedra le tumbaron el sombrero y lo fueron a matar hasta allá, frente a aquella casa.

Cartucho permite encontrar en sus páginas desde la inocencia y la sabiduría infantil, hasta la sensibilidad madura y la solidaridad humana de su autora acerca de los momentos que marcaron a nuestro país en 1910, historias y personajes que no deben olvidarse.

En la edición de Era, el prólogo fue escrito por Jorge Aguilar Mora, quien además de recuperar la vida y obra de la autora la pone a la altura de Juan Rulfo y de Gabriel García Márquez. Señala que los relatos recuperan los momentos más difíciles que se vivieron en Chihuahua en el lapso de 1916-1920, donde la muerte y la injusticia, los fusilamientos y el llanto, las traiciones y los ideales se revolvían en en los mismos escenarios.

Nellie Campobello se aproximó todavía más al acontecimiento pasajero, instantáneo. aparentemente insignificante, pero profundamente revelador. Ella no describió las batallas, ni las posiciones políticas; no rescató los testimonios extensos de los guerreros. Ella fue a su memoria para perpetuar los instantes más olvidables, para o tros, y más intensos, para quieneslos vivieron. Ella escribió de lo sucedido en "una tarde tranquila, borrada en la historia de la Revolución”; escribió de momentos literalmente originales de la historia y de personajes únicos…Y su libro es una baraja desparramada en un azar, en un azar marcado, como las tarjetas de Martín López o como las cartas de "El Siete"…

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