Elvira Hernández Carballido
SemMéxico, Pachuca, Hgo., 25 de octubre de 2023.- “La poesía es magia, es un oficio sagrado capaz de trastocar la realidad. Es mi forma personal de dar sentido a la vida”, aseguró una de las poetas más reconocida en Hidalgo Mirna Yanira García Vargas.
Menudita, voz suave y mirar dulce, la imagen de la poeta se transforma al leerla, se convierte en un volcán apasionado, en mil torbellinos de metáforas, en todos los vientos que despeinan a la capital de Hidalgo.
Hasta la fecha ella ha publicado: Lanza de Sol (1994), El viaje (2011), En el fulgor espeso de la luna (2016), Raíz en la memoria (2018), Brújula para extraviarse (2019), Hundimientos (2020), 42 kilómetros (2021) La casa que me habita (2021) y Todo lo que imagino es un derrumbe (2023). Ha recibido importantes reconocimientos como el Premio de Poesía “Efrén Rebolledo” 2017 y obtuvo el primer lugar en los certámenes de poesía “Eliana Albala” y “Germán List Arzubide”. Recibió un homenaje en 2020, su maestro Óscar Wong dijo:
“Yanira García ha sabido equilibrar la pericia literaria con el rayo de sabiduría, ese sol interior que combustiona su corazón. El verso es un instrumento dócil, dúctil, inagotable donde el silencio se vuelve un poderoso impulsor para entregar la devastación del dolor que crece y se agazapa, o de sus alegrías como olorosa e inmaculada yerba”.
Nació en la ciudad de Pachuca (1966) y a la edad de 16 años participó en su primer taller literario donde confirmó su vocación. En una entrevista a SUMA TV declaró:
“Escribir es mi manera de entender la vida, la manera de entender mi lugar en la vida, y es mi forma de sobrellevar la vida. Los temas de mi obra tienen que ver mucho con lo que estoy viviendo en ese momento y es un deshago prácticamente. Escribir es un alivio para mí. Aunque también, escribir representa una felicidad, puedo procesar lo que siento en ese instante”.
Sin embargo, también otras pasiones han latido en su vida:
La Música. Realizó estudios de percusiones en la Escuela Nacional de Música y es una gran baterista. Ha participado en varios proyectos musicales, entre ellos con el grupo de jazz Nota Azul.
Quise escribir un concierto. Busqué un ave pequeña en los pliegues del día y en la lengua la sostuve. El temblor de su impulso hacia la cumbre sacudió mi garganta, se adentró hasta la sombre de mi pecho. Fue un terremoto deslizándote de los pies hasta la geología minúscula del cuarto. Y el cuarto cimbró al mundo con música de hojarascas y estallidos de invierno. Mis piernas fueron tras cada resonancia en la que se hundía el cosmos y yo, desde la ventana solo alcancé a observar la explosión de las notas cuya savia escurrió por el cristal para luego esfumarse con el solo roce de mi mano. (El fulgor espeso de la luna, 2016)
El Atletismo. Es maratonista, donde la perseverancia y la fuerza, la constancia y el ritmo están latentes. Su amor por correr se ve reflejado en otro de sus libro de poemas:
Termino la carrera. No puedo creer que todo mute solo con detenerme, un columpio con tres campanas desafía mis neuronas: suena hasta el fin del mundo: se eleva dócil en su porción al cielo. Los latidos de la sangre se acompasan, oigo conversaciones que vuelan como insectos junto a mí. Alguien que no puedo ver dice: Llegaste a la meta, solo abandónate al impulso de seguir respirando- Por un instante hay un motín de átomos: humo en la punta de mi voz. Como si un ángel virulento susurrara a mi oído: ¿qué diablos es la meta? (42 kilómetros, 2020):
Los Idiomas. Es traductora inglés-español certificada por la Universidad de Nueva York. Durante el tiempo que vivió en los Estados Unidos abrió diferentes espacios para comunidades migrantes: un taller de poesía para mujeres víctimas de la violencia en Texas, actividades literarias en la Universidad de Houston, cursos de literatura con el grupo Guadalupe Aztlán y círculos de creación literaria tanto en inglés como en español. En México fue nombrada perito traductor del Tribunal Superior de Justicia del Estado de Hidalgo.
Pocos idiomas tienen una palabra para nombrar a una madre cuyo hijo está muerto. Si yo pudiera acuñar esa palabra tendría el peso exacto de la roca que golpea la nuca y descalabra. Los bordes de un molusco, discontinuos, con ángulos filosos. Mi palabra sería un taladro cuya broca se hunde hasta rozar la negrura perenne del fondo de la tierra. Irregular como una piedrita que se clava en el ojo, entra hasta su raíz y lo devuelve convertido en guijarro…
Decidió irse a estudiar a la UNAM, Letras Hispánicas. En 1994 recibió la beca del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes. Antes de finalizar el siglo XX se fue a vivir a Houston, Texas, donde realizó una brillante labor con las comunidades hispanas pues impartió desde clases de idioma hasta de literatura. Vivió en Estados Unidos ocho años. Y esta temporada la llama el tiempo del silencio total porque no escribió nada durante ese periodo. Pero, el hechizo se rompió y ya en México, unos días antes de cerrar el concurso de poesía “Efrén Reboledo” decidió participar y… Ganó con Raíz en la memoria. Nuevamente el maestro Wong describe perfectamente la obra de nuestra poeta:
La voz de la autora evoca saguaros, dunas, espinas, tormentas de arena, el espacio y las sílabas marchitas que invoca la memoria, sabe que el ayer es ficción, recuerdo simulado, quebranto para “observar las flamas que los días/consumen” (p. 58). Los colores bordan los muros de los cerros. Asombro a plenitud: “Se acaba de formar un universo —pensé—/ y mi eco repercutió hasta esta noche” (p. 65). De manera que el canto, a dos voces, se vuelve una piedra sensible en un paraje de saliva amarga que se enciende o se enfría. El “ojo omnipresente” —la otra voz—, profetiza el futuro, advierte los abismos que destrozan la visión y arrojan al despeñadero a las palabras. También augura el ayer —“el pretérito absoluto en la mirada” (p. 59) y la muerte como “un pasado constante”. El presente, concebido como “el equilibrio justo” sin ayer ni mañana, vaticina el día de hoy y se apoya en el pensamiento, en las letras que expresan el canto.
La calidad literaria de Yanira García se consolidó con cada premio que se fue sumando a su trayectoria, reconocimientos que reafirmaban su espléndido discurso poético, la sensibilidad de emocionar con sus palabras y el ritmo estilístico de su inspiración convertida en poesía.
Los reconocimientos obtenidos jamás la han hecho vanidosa, es una mujer sencilla, siempre dispuesta a compartir su poesía en cualquier espacio, desde un auditorio universitario hasta un salón de clases de una escuela primaria. Recibe con humildad los homenajes y en cada entrevista la sinceridad late en cada respuesta, como lo demostró durante la charla con el periodista Arturo Cruz:
Creo que los libros que he escrito hasta ahora han elegido su propia temática. No los pienso mucho, más bien llegan en ciertos momentos de mi vida y siempre son una forma de desahogo. Me ayudan a respirar. La poesía es un oficio que nunca se termina de aprender. Mi proceso de creación es más bien largo. Escribir llega primero y es la fase más rápida, pero después viene la etapa de pulir, corregir y llegar al producto final y es la que me lleva más tiempo. Es exigente y, a la vez, apasionante. Es durante este proceso que doy forma al libro y no puedo detenerme, busco cualquier momento libre de mi trabajo formal para ocuparme de mi trabajo poético.
Generosa, Yadira García ahora imparte talleres de literatura, abre espacios para que la juventud hidalguense que desea expresarse lo haga a través de su orientación. Es considerada ya una maestra de estas nuevas generaciones:
No emulen los pasos de nadie. Sigan los suyos propios, busquen, sientan, entréguense al aprendizaje y recuerden que escribir poesía no se trata de musas, es un trabajo duro, un oficio exigente.
