¿Y las y los niños?
Para Gordillo la reforma educativa fracasó, porque fracasó la evaluación de desempeño docente.
Sonia del Valle
SemMéxico. 20 de agosto de 2018. Presenciamos hasta con incredulidad una lucha de poder político que tiene de nueva cuenta como rehenes a las y los niños que todos los días van a las escuelas públicas y privadas en México.
“Recuperé mi libertad y la reforma educativa se ha derrumbado”, dijo Elba Esther Gordillo, ex dirigente del gremio magisterial, como si ella fuera sinónimo de la reforma educativa, como si en el nuevo ciclo escolar no tuvieran las maestras y los maestros frente a sí los nuevos libros de texto, nuevos programas educativos, un nuevo modelo de enseñanza con perfiles de egreso por primera vez definidos.
Lo dijo también sin considerar a los miles de maestros y maestras que obtuvieron sus plazas por concurso, sin necesidad de pagar la plaza o “debérsela” al líder sindical, y cómo si los nuevos directores, la mayoría jóvenes que comenzaron a llegar a las escuelas públicas, no hubieran hecho ninguna diferencia en la forma de gestionar sus escuelas y al colectivo docente.
Lo dijo como si haber reducido a su máxima expresión la ofensiva sangría que significaban los miles de maestros comisionados a funciones sindicales y partidarias, no fuera parte de la reforma educativa.
Lo dijo también como si la rehabilitación de miles de escuelas no importara.
Lo dijo como si desmantelar la injerencia sindical en las decisiones y ejecución de la política educativa no hubiera servido en entidades como Oaxaca, donde el poder sindical ahogaba las decisiones de política pública.
Lo dijo así, fuerte y claro, porque está convencida de que ella es la reforma educativa, pues no fue la única que sufrió una persecución política, también lo fueron las y los maestros con el objetivo de destruir sus conquistas laborales y atomizar a la organización sindical, por supuesto que no habló del interés superior de la infancia.
Para Gordillo la reforma educativa fracasó, porque fracasó la evaluación de desempeño docente, y en algo tiene razón, pues no fue ni con mucho el mejor ejercicio de política pública, la cual estuvo en manos de dos titulares de educación, que prácticamente desconocían el funcionamiento de los 32 sistemas educativos que hay en México, así como las prácticas docentes. Uno que hablaba poco y otro que para hacerse oír se enfrentó con las y los maestros e impuso de fea manera un ejercicio que debía servir para conocer, apoyar y acompañar al magisterio.
Pero la historia educativa actual no se resume con el parteaguas que planteó la maestra Gordillo, también hoy escuchamos al Presidente Enrique Peña Nieto, defendiendo la reforma educativa tratando de explicarla, rodeado de un gabinete compuesto en su mayoría por hombres, y la que según él seguirá aplicándose hasta el último día de su gestión como lo marca la Constitución; mientras que el Presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, sin mediar ningún tipo de evaluación sobre lo hecho, aseguró que en su momento se enviarán las iniciativas de ley correspondientes para cancelar la reforma educativa.
En este juego de vencidas, o como lo llamo yo, en este Juego de Juan Pirulero, cada quien atiende su juego. ¿Y las y los niños?
¿Quién ha defendido el derecho que tienen las y los niños a tener una educación pública, laica y gratuita y de calidad? ¿Quién habla del derecho que tienen los niños y las niñas y la obligación que tiene el Estado de contar con escuelas, materiales y programas educativos de calidad, así como con maestros idóneos?
¿Quién habla de lo que significa tener un maestro idóneo? De acuerdo con la Constitución, las niñas y los niños tienen derecho a tener escuelas, libros y materiales, así como maestros, idóneos, es decir que sean capaces de que les garanticen su máximo logro educativo. ¿Esto que significa? ¿Significa que todos tendrán 10 o que serán finlandeses? No, simplemente significa que las y los adultos todos, los funcionarios públicos, los maestros, los padres de familia, la sociedad toda, les den la oportunidad de concluir este ciclo escolar que inicia, con más y mejores aprendizajes, que les garanticen el derecho a aprender.
Amén de las posiciones políticas, el juego de vencidas y las ideas triunfalistas de quienes tienen en sus manos el poder de la educación, las y los niños deben ser los líderes de cualquier proceso o transformación educativa. Y eso pasa por serenar los ánimos y aprender del pasado para mejorar su presente y no borrar el pasado para reinventar el futuro.