Dulce María Sauri Riancho
SemMéxico. Mérida, Yucatán. 16 de septiembre 2021.- “Achocado”: Acomodado apretadamente. Mucho se ha dicho recientemente sobre el proyecto de construcción de un nuevo estadio “sustentable” en el norte de Mérida.
Con maestría, Antonio Salgado revisó en estas mismas páginas del Diario del pasado domingo los argumentos financieros, ambientales y urbanos para apropiarse de un calificativo que, en la era del cambio climático, está de moda para intentar justificar casi cualquier iniciativa, venga del gobierno o de particulares. Hasta el momento, no parece haber rechazo a la propuesta para dotar a esta ciudad de un recinto de usos múltiples para los deportes y espectáculos de distinta índole; la animadversión expresada es a la localización del recinto.
Vecinos de Cordemex y Sodzil ya han manifestado su abierta oposición a la utilización de los exterrenos de la Normal “Rodolfo Menéndez de la Peña” para albergar a un auténtico “coloso” yucateco, que podría conjuntar en un mismo lugar a alrededor de 30,000 personas, alterando la convivencia de un amplio sector de la ciudad.
Parto del legítimo derecho que tienen las y los vecinos de defender su espacio y su calidad de vida. Ellos se encuentran allá desde hace casi cinco décadas, cuando la entonces recién constituida empresa Cordemex creó un moderno fraccionamiento para sus trabajadores y empleados, amén de la comisaría donde muchos años funcionó la Ciudad de los Niños, lugar de acogida para cientos de pequeños en condición de orfandad o desamparo.
En esta tercera década del siglo XXI, parece que esa zona de acelerada expansión urbana tiene un atractivo especial para los proyectos monumentales, públicos y privados. Ya tenemos la experiencia del Gran Museo de la Cultura Maya, introducido con calzador en un espacio que demerita su diseño arquitectónico y su propia función, sólo porque era el terreno a disposición del gobierno estatal de entonces.
“Ahuech”: a fuerzas, obligatoriamente. El nuevo estadio, ¿tiene que construirse ahí? No sé si el equipo promotor del proyecto pidió precisamente el exterreno de la Normal, si el gobierno se lo ofreció como parte de un paquete de estímulos y apoyos a la inversión programada, tampoco si analizaron otras opciones que, en su momento, fueron consideradas, tanto en Caucel (poniente) como en los terrenos aledaños a la Hacienda Teya (oriente), justo donde ahora —afortunadamente— se programa la construcción de la estación Mérida del Tren Maya.
Si la aportación gubernamental es el terreno, ¿no sería preferible otra ubicación con una idea de desarrollo metropolitano, es decir, en otro municipio aledaño a Mérida, incluso? Como es una inversión privada, estoy segura que los socios de la empresa habrán realizado un estudio de mercado que les ha permitido dilucidar su pertinencia.
Ni el Foro GNP, a un par de kilómetros, ni el Auditorio La Isla, también cercano, parecen haberles preocupado a los particulares dispuestos a arriesgar su dinero. Me dirán que ahí se presentan artistas, no se juega beisbol. Sin embargo, a poco más de 11 kilómetros se encuentra el complejo deportivo Kukulkán, con sus estadios de fútbol y beisbol, además del auditorio de usos múltiples, alberca techada, etc.
Edificado durante el gobierno del Dr. Francisco Luna Kan, con recursos del Convenio Único de Coordinación (CUC), fue inaugurado en 1982. En casi 40 años el complejo ha sufrido varias remodelaciones, ampliaciones y mejoramiento de sus instalaciones. Cierto que al “Carlos Iturralde” le faltan 5,000 asientos para cumplir con el aforo mínimo de 22,000 que exige la Federación Mexicana de Fútbol (FMF) para un estadio de primera división, además de las butacas, no las actuales gradas.
Cierto también que el Parque Kukulcán Álamo, casa de los Leones de Yucatán, podría ser más moderno y funcional, como se hace sentir cuando se realizan finales como las que acabamos de vivir. ¿Qué haría el gobierno del estado con estas valiosas instalaciones, ubicadas en el centro demográfico de la ciudad, hacia donde pueden dirigirse con relativa facilidad aficionados de cualquiera de los cuatro puntos cardinales de la zona metropolitana de Mérida?
“Abatanar”: hacer muchas preguntas a alguien. Me parece correcto que el gobernador Vila apoye a quienes se proponen realizar una cuantiosa inversión en Yucatán, como parece ser el caso del estadio “sustentable”. En este punto, la transparencia de los acuerdos se vuelve fundamental. Que los particulares arriesguen su dinero, si estiman rentable el proyecto. Y que el gobierno proteja los derechos de la ciudadanía a vivir en una ciudad armónica, lo que comienza con una ocupación racional del espacio urbano. No se trata solamente de la ciudad capital, sino de la zona metropolitana, aunque si se mantiene la ubicación en el norte, el Ayuntamiento de Mérida tendría que autorizar el uso del suelo, es decir, Renán Barrera tendría la última palabra.
Y si se trata de dinero público, el gobernador Vila tendría que fundamentar por qué no se canalizan los recursos en primer término al complejo Kukulcán, consolidado como el centro de espectáculos deportivos por excelencia.
“Ainas”: evitar un suceso por una fracción de segundo, espacio o distancia. Hace 10 años, las autoridades municipales de Mérida de entonces cerraron sus oídos a los legítimos reclamos de vecinos y activistas contra la pretensión de construir el “paso deprimido” en la hoy Glorieta de la Paz.
La sordera institucional y la represión se tradujo en una obra de dudosa utilidad y destino incierto, como las recientes lluvias lo acreditaron. ¿Si hubiera sido un paso elevado en vez de excavar la tierra? ¿Si hubiese habido otra solución vial? Faltó esa fracción de voluntad gubernamental que hubiese dado otro cauce a la solución del volumen del tráfico en esa zona, protegiendo el entorno urbano, hoy seriamente lesionado en la colonia México.
Mauricio Vila y Renán Barrera tienen su “ainas” antes de meter la pata: ojalá lo aprovechen. Tenemos el derecho a “abatanar” a preguntas a nuestras autoridades y a exigirles respuestas claras y contundentes. “Ahuech”, dice el refrán, ni los zapatos: menos un estadio “sustentable”.
Estamos contra “achocar” edificios e imponer supuestamente soluciones. Que estos yucatequismos de la lengua española que hablamos en esta tierra orienten a quienes gobiernan para tomar correctas decisiones. Y a las y los yucatecos de nacimiento o de adopción, pongámonos “xux”, abusad@s, bien viv@s para exigir lo nuestro.
dulcesauri@gmail.com
Licenciada en Sociología con doctorado en Historia. Exgobernadora de Yucatán