México, país de machos, se topó “sorprendido” con la feminización de la política, visible y creciente en menos de una década, una vez aprobada la paridad constitucional en 2014.
El Presupuesto de género se discutió hace dos décadas, buscaba crear programas o políticas transversales con recursos etiquetado que grantizaran el avance de las mujeres.
En 2024, si todas las previsiones son reales, 70 años después desde que las mexicanas logramos el voto universal y secreto (1953), podríamos estar ante la posibilidad real de elegir a la primera mujer en la presidencia de la República.
Después de muchos años escuché repetidamente las palabras “charrismo sindical”, “contratos de protección”, encubrimiento y complicidad de las autoridades laborales para cegar los derechos de las y los trabajadores, porque se vive una política laboral regresiva y nefasta.
Como si tuviéramos que recurrir al silabario, tras décadas, urge explicar al país entero que la violencia política contra las mujeres atenta contra sus derechos político-electorales las pone en riesgo y viola sus derechos humanos.
La polémica por el contenido de los libros de texto gratuitos, creados por el gobierno de la república en 1961, ha dado lugar a una reflexión trascendente, sobre el valor de los libros en la vida de cada ser humano.
Algo ha sucedido en las y los habitantes que poblamos este país del que Alejandro von Humboldt en 1803 dijo que era el “cuerno de la abundancia”, rico, próspero y pacífico. Algo ha sucedido que nuestra humanidad está paralizada y en silencio.
Lo cierto es que en la elección de la joven Amajac no existió una consulta ni la presentación de la propuesta con mujeres indígenas ni de pueblos originarios. Fue una acción, además de unilateral, insuficiente frente a los grandes pendientes del gobierno