Una bola de nieve que se convierte en avalancha llena de palabras que se precipitan, se abrazan y se aman, explotando en copos hexagonales que ahora entran por el iris del ojo para llegar al corazón ya derretidos…
Cierro los ojos y puedo acudir a la planicie en la que cada árbol representa a mis ancestros, yo quiero sentirme un roble, pero a veces soy un sauce llorón, o un castaño, viendo mis frutos secos tostados en una fogata. No, soy una jacaranda, porque cuando florezco es evidente, y a veces necesito reposo para resurgir.
El 26 de agosto de este año habríamos tenido una buena comida y luego café con pastel para celebrar el cumpleaños 75 del poeta sinochiapaneco Óscar Wong, pero un paro cardiorrespiratorio se lo llevó el domingo 13 de diciembre de 2020.
“Desnúdate”, me dijo el otoño. Mis hijas se marchan en alegre danza, la vibración de su risa me acorrala. Humedecidas de victoria, prendidas a mi rama estaban, su propio canto por volar hacia el viento las ha consumido.
El sol deja al descubierto los secretos, los primos que se aman bajo la mesa, las lágrimas que ocultaron la guerra interior, la furia convertida en veneno de amor, la rivalidad de las hermanas, mientras que una laguna se seca y deja al descubierto un templo.
Después de La loca de la casa, Rosa Montero nos trae en esta entrega una reflexión sobre el arte de escribir, la imaginación selvática de todo artista, así como la delgada línea entre la creatividad y la locura.
El niño que sobrevivió a la fiebre gracias a los rezos de su abuelo villista y cristero al Padre Pro, el que se fue una vez a Veracruz solo, el que cuidaba a sus hermanas, y acompañaba a su madre enfermera cuando ella tenía que salir en la noche a inyectar