Crece el consumo de psicofármacos en mujeres durante la pandemia

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SemMéxico. Madrid, 08 jul. 21. AmecoPress.- Si nos fijamos en las diferencias de consumo de sustancias psicoactivas entre hombres y mujeres podemos ver que en prácticamente todas las drogas ellos son más consumidores que ellas. Sin embargo, hay una sustancia donde las mujeres predominan por encima de los hombres. Se trata de los psicofármacos donde en España las féminas llegan incluso a doblar a los varones en su consumo, informa CCAdicciones.

Esta situación se ha visto potenciada además durante los meses de confinamiento. En el artículo de hoy veremos una realidad a veces silenciada, y cómo la pandemia ha hecho que aumente todavía más esta preocupante situación.

Psicofármacos en femenino

Como decíamos en la introducción, las mujeres suponen el doble que los hombres en el consumo de psicofármacos en España.

Según los expertos, los motivos de esto tienen que ver con que ellas son más proclives al diagnóstico de depresión, ansiedad o insomnio, afecciones relacionadas con las fluctuaciones hormonales o la mayor carga social. En consecuencia, esto se traduce en una mayor prescripción de estas sustancias. Y la pandemia de COVID-19 que empezó el año pasado no ha hecho más que potenciar esta situación.

Un estudio realizado por la Universidad del País Vasco reflejó que durante los meses de confinamiento el consumo de psicofármacos creció en España tanto en hombres como en mujeres. Sin embargo, la brecha entre ambos sexos se mantuvo constante duplicando las mujeres con un 15,4% a los hombres con un 7,6%. Esto contrasta con la realidad de otras sustancias durante el confinamiento como el alcohol o el cannabis, los cuales debido a las medidas de reclusión en casa, la limitación del contacto social o el cierre de los locales provocaron una caída en su consumo. Todo lo contrario que con los hipnosedantes y ansiolíticos, cuyo consumo aumentó de forma alarmante durante esos meses.

El impacto de la pandemia

Los datos de los últimos estudios son preocupantes. La Encuesta del Observatorio Español de Drogas y Adicciones reflejó el pasado mes de marzo que la prevalencia de los hipnosedantes y ansiolíticos había crecido. Concretamente, un 2,5% de la población había empezado a consumir benzodiacepinas sin receta y el 5,7% lo había hecho además mezclándolo con alcohol.

Este crecimiento en el uso de psicofármacos va en aumento desde 2012 afectando actualmente a una de cada diez personas que consume diariamente. Estos datos hacen de España el segundo país de mayor consumo de la OCDE, después de Portugal. Y si nos fijamos en las cifras según la adquisición ilegal sin receta, nuestro país se sitúa en primera posición mundial.

Otra tendencia observable que también resulta preocupante hace referencia al perfil del consumidor medio de estas sustancias. Anteriormente, éste se correspondía a mujeres de edad avanzada. No obstante, en los últimos años este perfil se ha ido rejuveneciendo progresivamente. Los motivos de esto son la fácil accesibilidad a este tipo de fármacos, la presión asistencial que potencia la prescripción y dificulta su control y la banalización de su consumo a nivel mediático.

Aumento del consumo y diferencias de género en la COVID-19

En este artículo hemos querido centrarnos en el consumo de psicofármacos de los últimos meses, ya que se sabe que ha habido un aumento del 20% y que un tercio de las personas que ya consumían han aumentado la dosis, o han optado por un medicamento más fuerte, pero lo que ha motivado a este artículo, es que existen diferencias de género y clase en ese aumento, habiendo afectado particularmente a las mujeres. De hecho, la encuesta epidemiológica publicada por la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Barcelona parece indicar, que las mujeres están consumiendo más, por el tipo de trabajo que realizan (Navarro, 2020).

En muchos casos sus profesiones están vinculadas con los cuidados: el 51.1% de los médicos son mujeres, el 85.1% de los enfermeros son mujeres, el 70% de quienes trabajan en farmacias son mujeres, el 90% de quienes limpian en empresas, hoteles y hogares son mujeres y más del 85% de quienes atienden las cajas en los supermercados son mujeres. Además que, las mujeres siguen soportando la carga de la inmensa mayoría de las responsabilidades del hogar y del cuidado de hijos y familiares, sin olvidar, que no hay nada en el sistema conyugal o legal, que respete el trabajo de la mujer en el hogar como si fuese un empleo (Goodrich, Rampage, Ellman y Halstead, 1989).

Los datos obtenidos en la encuesta demuestran que el consumo total de tranquilizantes, sedantes, o somníferos ha sido superior en mujeres (27,4% Mujeres – 15,9% Hombres), así como el porcentaje de nuevos consumidores (15,4% Mujeres – 8,8% Hombres).

Además, las personas cuyo salario no permite cubrir las necesidades básicas del hogar parecen estar consumiendo más tranquilizantes y somníferos que las que sí pueden cubrirlas (Salas, Llorens, Navarro y Moncada, 2020).

Se calcula también, que alrededor de uno de cada tres enfermeras, médicas, limpiadoras, gerocultoras y auxiliares de enfermería ha declarado estar consumiendo tranquilizantes, sedantes o somníferos durante la pandemia. En el caso del porcentaje de limpiadoras su consumo se ha duplicado del 16,9% en la pre-pandemia al 34,7% durante la pandemia y en la actualidad, al igual que las auxiliares de geriatría (14,3% al 32,3%); siendo especialmente preocupante, el incremento para auxiliares de enfermería, que prácticamente se ha triplicado (11,6% al 31,6%).

Los enfermeros han aumentado más de tres veces (10,7% al 37,5%) y en el caso de médicas se ha quintuplicado (del 6,9% a 34,7%) (Salas et al., 2020).

Si bien es cierto, que en general las mujeres consumían más psicofármacos que los hombres desde antes de la pandemia, existen estudios que han analizado los factores que podrían estar influyendo en la prescripción como son el sexo, la edad, el nivel socioeconómico y las expectativas sociales (García, Avilés, Ruiz, Falcón, Alonso y Fuente, 2005), pudiendo dar a entender que, además el malestar emocional de las mujeres podría está en cierto grado medicalizado (Henares, Ruiz y Mendoza, 2018). Por ello es de vital importancia incorporar la perspectiva de género al análisis de la prescripción y el uso de psicofármacos.

Recordemos además, que en España siguen existiendo diferencias en los profesionales que prescriben, sean varones o mujeres que se ven afectados por sesgos implícitos en la sociedad que condicionan, favorecen, o limitan las estrategias de consumo. Por ejemplo, las mujeres consultan más por trastornos depresivos, ansiedad y los hombres por abuso de sustancias y trastornos antisociales de personalidad, pudiendo responder mejor éstos al estrés que reflejan las diferentes expectativas sociales (Vega, Romo, Márquez, Poo, Meneses y Gil, 2004).

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