Cuba: Emprender desde los cuidados con la experiencia de la pandemia

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  • Mar de experiencias del sentido amoroso por otras y otros
  • Un emprendimiento al que Yaneidis Córdova Escobar dedica todas sus fuerzas y su experiencia solitaria


Redacción

SemMéxico, La Habana, 3 de noviembre, 2021.- Los colores y trazos van llenando el papel en blanco. Un papel enorme, como para que quepan todos los sueños e invenciones de niñas y niños que desde la guardería infantil «Mis reyecillos», en el habanero barrio del Vedado, aprenden día a día sin dejar de jugar e imaginar.

En la calle 3ra., la casa identificada con el No. 59 tiene, desde el 6 de octubre de 2014, una función muy especial: la de cuidar y educar a una treintena de pequeños separados por año de vida, quienes desarrollan allí las habilidades propias de su edad.

Es un emprendimiento al que Yaneidis Córdova Escobar dedica todas sus fuerzas desde que tuvo la idea, espoleada por las malas experiencias con el cuidado de su hijo, cuando este tenía tres años, y confiada en el legado de sus padres, ambos maestros, que le inculcaron el amor por educar.

A sus 39 años, esta mujer nacida en Güira de Melena, Artemisa, provincia colindante con la capital, afirma a SEMlac que «Mis reyecillos» es un sueño hecho realidad. No lo lleva adelante sola, cuenta con el trabajo de casi una decena de trabajadores entre educadoras o auxiliares, la cocinera y un empleado de multioficio.

«Soy licenciada en Educación, en la especialidad de informática», comenta y añade que lo principal que toma en cuenta a la hora de elegir a las personas que trabajarán en la guardería es, justamente, su preparación para la enseñanza de la primera infancia.
«Que hayan estudiado la profesión, que tengan experiencia con niños, que sean creativas, entusiastas, que no fumen, que tengan buena conducta y, sobre todo, amor por lo que hacen», resume Córdova Escobar.

Habla en femenino porque «estas carreras de educación en edades tempranas casi siempre son estudiadas por mujeres, es muy difícil encontrar a un hombre», aclara. Las razones por las cuales ello ocurre las desconoce, dice.
«Desde la creación de los círculos infantiles, los hombres no trabajan en la primera infancia», precisa. Tal vez está relacionado con nuestra idiosincrasia, se atreve a sugerir. «Creo que a ningún papá le gustaría que un hombre se encargara, por ejemplo, del aseo de una niña».

Para ella inciden además otras cuestiones, como el instinto maternal de las mujeres, que hace que ese tipo de actividad se les dé mejor, opina.

Sin embargo, el estereotipo se rompe en su propia guardería, donde en siete años de labor ha visto muchas veces cómo padres y madres se involucran por igual en la crianza de sus hijos e hijas. «No he sentido diferencias», sostiene. «Hay una característica que tienen los padres que tenemos y es que son sumamente preocupados, no solo ellos, la familia en general».
Esa vinculación es importante para el éxito del programa que aplican en la rutina diaria de niños y niñas; en esencia, el mismo de las instituciones estatales dedicadas a la primera infancia, conocidas en Cuba como círculos infantiles.

«Todas las rutinas son las mismas aplicadas en esos centros, exceptuando las actividades extraescolares, que las incluimos nosotros, como son clases de inglés, actuación y ajedrez», explica.

A ello se suma el uso de medios de enseñanza estilo Montessori, que les dan a los niños las llaves para explorar el mundo y desarrollar habilidades cognitivas básicas. Los materiales están diseñados para que los pequeños se percaten de los errores por sí mismos, mientras los adultos son observadores y guías que estimulan sus esfuerzos.
«Nuestra prioridad es la crianza respetuosa. El niño está en la etapa de descubrir el entorno que le rodea y aprender de él. Por eso eliminamos el uso de la televisión y le damos herramientas para facilitar su aprendizaje y desarrollo», acota.
Córdova Escobar afirma que niñas y niños comparten las actividades sin diferencias, aunque se trate de aprender a cocinar o de ejercicios. En este sentido, la creatividad es clave a la hora de planificar nuevas acciones.

Por ejemplo, dice, recientemente contaron con la presencia del humorista y emprendedor Otto Ortiz, quien trasladó a los infantes los secretos de las pizzas que preparan en Otto Lugar, y también compartieron con Yanitza del Toro, del proyecto Maxi Bebé, que prepara alimentos caseros, sin conservantes, colorantes o potenciadores de sabor, solo con frutas y vegetales.
Se trata de un primer acercamiento a otros emprendimientos y, según comenta a SEMlac tienen proyectos futuros con otros negocios e instituciones estatales, las cuales «también puedan aportar experiencias bonitas a los niños, que son nuestra prioridad y razón de ser».
No obstante, todas estas actividades se realizan con el mayor cuidado, debido a la Covid-19. Si bien va disminuyendo el número de casos y se avanza en la vacunación de los mayores de dos años, todavía es un riesgo que no pueden obviar.

Recomenzar en pandemia

La Covid-19 nos obligó a cerrar por mucho tiempo, recuerda la directiva de «Mis reyecillos».
«Tuvimos que hacer malabares para sobrevivir, en mi caso con ayuda de mi familia. Lo más complejo del retorno ha sido el tema de la alimentación, sobre todo en estos momentos de escasez. Mantener estabilidad y calidad en los productos que ofertamos es un reto».

Al ser un negocio privado, la guardería no recibe ningún tipo de asignación de recursos gubernamentales. Mantener las condiciones de higiene y una alimentación adecuada para el desarrollo de los infantes es algo que corresponde a quienes llevan adelante el emprendimiento, todo lo cual recae sobre el precio del servicio.

Dada la necesidad de promover este tipo de iniciativas, en el país se han establecido impuestos bajos para todos los privados que asumen labores de cuidado; sin embargo, el Programa Nacional para el adelanto de las Mujeres, aprobado en marzo de este año, prevé acciones que quizá puedan ir más allá de esos beneficios fiscales.

El documento plantea como un objetivo el desarrollo en cada territorio, según sus necesidades, de diversas alternativas para mejorar y ampliar los servicios que se prestan a las familias, entre ellos los relacionados con el cuidado de los hijos y las personas mayores o con discapacidad.
De igual manera, los de apoyo al trabajo doméstico, con énfasis en aquellas mujeres que siendo único sostén del hogar, necesitan incorporarse al empleo.

Lo novedoso es que se habla de una responsabilidad compartida entre el Estado, el sector no estatal, las comunidades, las familias y entre hombres y mujeres; lo cual pudiera contribuir a que florezcan más guarderías como «Mis reyecillos».
Es un servicio que se necesita, sobre todo si se tiene en cuenta que, de acuerdo con el anuario estadístico de 2020, la nación caribeña dispone de 1.083 círculos infantiles, los cuales solo beneficiaban a 125.202 madres. Más de 468.000 niños participaban entonces en el programa Educa a tu hijo, diseñado en lsa comunidades para esos pequeños menores de cinco años que no asisten a una institución educativa.

«Para mí, el nuestro está entre los servicios imprescindibles. Para los padres es un alivio salir a trabajar con total tranquilidad, saber que su hijo está bien atendido y, sobre todo, bien educado. Pasa lo mismo con las amas de casa: a ninguna le pesa cuidar a su pequeño, pero se trata de llevarlo a un lugar donde pueda socializar y, sobre todo, tener aprendizajes propios de su edad», afirma Córdova Escobar.
Ella asume con total seriedad la labor que realizan, aunque la pandemia ha cambiado las dinámicas y complejizado asuntos como la adaptación de niñas y niños, que han debido atravesar ese proceso sin sus padres, por las medidas higiénicas tomadas para evitar contagios.

«El rigor en este tipo de emprendimiento es fuerte. Es una responsabilidad muy grande trabajar con niñas y niños», sostiene.

Pese a ello, siempre será gratificante ver a los pequeños felices, plenos, considera. «Que crezcan y aprendan en un ambiente sano, donde se respeta el ritmo de cada uno y se educa desde el cariño.

«El agradecimiento y la confianza de los padres es algo que nos hace sentir satisfacción. Han pasado siete años desde el primer día y no ha pasado uno solo en el que no haya aprendido algo nuevo. Las personas adultas tenemos mucho que aprender de los niños», asevera.

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