Dixie Edith
SemMéxico/SEMlac, La Habana, Cuba, 4 de noviembre 2024.- Cerrar brechas de acceso a las tecnologías de la información y las comunicaciones (Tic), pero también a la alfabetización digital, es clave cuando tanto la información, como muchas actividades básicas de la vida cotidiana, se están trasladando al entorno virtual.
Rosa Ortega, profesora universitaria jubilada de 69 años, confiesa que hoy vive lo que ella misma llama un «bloqueo tecnológico».
«Muchas veces ni siquiera distingo bien entre los mandos (a distancia) del televisor y la cajita (convertidor digital para televisión). Ni hablar de pagar nada a través del teléfono. Todo eso lo hace mi esposo», confesó a SEMlac.
Para Díaz, quien impartía clases de Física en la universidad tecnológica de La Habana, las cosas comenzaron a complicarse cuando las diapositivas digitales sustituyeron sus clases de «tiza y pizarra».
«No lograba adaptarme a preparar las clases en la computadora y, finalmente, me jubilé antes de lo que me tocaba», lamentó.
Elena Nápoles, oficial de Comunicación en Cuba de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), considera que es estratégico formar sociedades empoderadas desde el conocimiento y la visión crítica en el manejo de la información, explicó en entrevista a Prensa Latina, el 31 de octubre, con motivo del cierre de la Semana Mundial de la Alfabetización Mediática e Informacional.
La celebración abarcó este año del 24 al 31 de octubre, bajo el lema «Las nuevas fronteras digitales de la información: Alfabetización mediática e informacional para la información de interés público», y se dedicó a resaltar la importancia de dotar a las personas de habilidades de pensamiento crítico en el ecosistema digital actual.
Envejecimiento: las brechas que no conocemos
En el capítulo de Cuba de su Informe Digital 2024 sobre tendencias digitales y de redes sociales, publicado en febrero, la plataforma global We Are Social reportó que a inicios de este año estaban conectados a Internet 8,19 millones de cubanas y cubanos, el 73,2 por ciento de la población del país.
Además, 6,68 millones de conexiones móviles celulares estaban activas, cifra equivalente al 59,7 por ciento de la población total, mientras se contabilizaban 6,69 millones de usuarios de redes sociales, para el 59,9 por ciento de los habitantes del archipiélago.
En paralelo, pagar servicios como la electricidad, seguir orientaciones docentes en cualquier nivel de enseñanza, buscar información sobre la próxima amenaza ciclónica o comunicarse con familiares que viven lejos son actividades cotidianas que se han ido trasladando al entorno digital, mediante grupos de WhatsApp u otras aplicaciones móviles, pero no siempre con éxito para todos los grupos sociales.
Las personas mayores, como Díaz, a menudo están en desventaja ante el fenómeno tecnológico, algo urgente a considerar en un país como Cuba, donde 24,4 por ciento de la población tiene más de 60 años y esa cifra debe llegar al 30 por ciento para 2030, según datos de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (Onei).
«Para los adultos mayores es mucho más complicado construir un diálogo equitativo con los procesos mediáticos digitales, pues gran parte de su vida se dio en un entorno analógico diferente al contemporáneo», reflexionó María Carla O´Connor, periodista y profesora de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana.
«Esto, sumado a la falta de preparación, la escasa información emitida por los medios e incluso por la propia familia, genera impedimentos en la adaptabilidad» de esas personas, agregó O´Connor en uno de los trabajos publicados en la página de Medium Mi aula hipermedia, como parte del ejercicio académico de la carrera.
La Organización Mundial de la Salud apuesta por la inclusión digital como vía para promover la cultura del envejecimiento activo, proceso que optimiza las oportunidades para mejorar la calidad de vida de las personas, a medida que envejecen.
Estudios de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) constatan que, en algunos países de la región, el uso de internet por mayores de 60 años oscila de siete a nueve veces por debajo de 15 a 29 años.
«Los datos indican que las personas mayores no participan activamente en las sociedades digitales en las que viven y que existe un enorme espacio para ampliar el uso de Internet entre estas personas en la región», indicó Cepal.
Sin embargo, pese al crecimiento sostenido de la penetración a internet y el acceso a telefonía celular en los últimos años, Cuba no cuenta con cifras desagregadas por edad que permitan conocer, realmente, el comportamiento de la brecha digital, lo cual frena el diseño de las políticas necesarias para acortarla.
La Encuesta de Indicadores Múltiples por Conglomerados (Mics, por sus siglas en inglés), realizada en 2019, reveló brechas -incluido en el uso de Tic-, en los casi 12.000 hogares estudiados, pero solo abarcó a la población de entre 15 y 49 años.
Aun así, esa investigación revela que, en los tres meses previos a la encuesta, la población más joven (de 18 a 24 años) hizo un mayor uso de internet, con notables diferencias por zona de residencia, en detrimento de las áreas rurales.
Desde su nacimiento hace más de dos décadas, la Cátedra del Adulto Mayor de la Universidad de La Habana incluyó las Tic en sus cursos, en coordinación con los Joven Club de Computación y Electrónica, explicó la psicóloga Teresa Orosa, presidenta de la Cátedra, durante un posgrado sobre periodismo y demografía, convocado por el Instituto Internacional de Periodismo José Martí en la última semana de septiembre.
En opinión de Nápoles, la educación en las Tic «no es una etapa, transcurre a lo largo de toda la vida y debe centrarse mucho en la lógica que está detrás de estas tecnologías, de estos dispositivos, de cómo circulan los contenidos. No se puede solo enfocar en la visión operativa e instrumental de la tecnología».
Orosa, en tanto, defiende que la inclusión digital de las personas mayores pasa necesariamente por el desarrollo de competencias, en particular las relacionadas con la alfabetización digital, algo que en su opinión se demostró cuando muchas de estas personas, durante la pandemia de covid-19, aprendieron rápidamente a emplear la telefonía móvil como vía de comunicación en el confinamiento.
«La brecha digital no tiene que ver tanto con que las personas mayores no puedan o no quieran usar las TIC, sino con las alternativas que creemos para darles entrenamientos y capacitaciones, incluso dentro de las propias familias», razonó.