- Hasta la llegada de Ada Castro no hay constancia de ninguna mujer que tocara el tres
- Antes de 1989, el tres no se estudiaba en academias
Lisandra Fariñas
SemMéxico/SEMlac, La Habana, Cuba, 10 de marzo, 2025.- Mujeres cubanas reescriben hoy la tradición de un instrumento históricamente dominado por hombres: el tres cubano.
Símbolo sonoro de la identidad nacional, el tres ha encontrado en manos y voces femeninas como las de Enid Rosales, Yarima Blanco y Jany Quiñones una revitalización que desafía estereotipos y celebra la diversidad.
De ello dan cuenta las historias de vida de estas treseras, quienes el pasado 7 de marzo compartieron sus luchas, logros y sueños en el panel «Inclusión de la mujer en el tres», como parte de los talleres del Women by Eyeife.
Raíces y academia: un cambio de paradigma
Con sus tres pares de cuerdas y un origen que aún se debate entre la herencia española y la evolución local, el tres acompañó a géneros como el son, el changüí y el nengón, desde el siglo XIX.
Sin embargo, su ejecución estuvo marcada casi totalmente por hombres y no es posible relacionar la historia de este instrumento con las mujeres hasta la segunda mitad del siglo XX, según relató Enid Rosales, cantautora y profesora, graduada de tres en 2007.
A lo largo de los años es posible nombrar a treseros como Nené Manfugás, Isaac Oviedo, Eliseo Silveira, Andrés Echevarría Callava (el Niño Rivera), Arsenio Rodríguez, Reyes Latamblet Veranes (Chito Latamblé), Efraín Ríos, Juan de la Cruz Antomarchi (Cotó) y Leonel Francisco Amat (Pancho Amat), entre otros. «Pero las mujeres han estado más invisibilizadas», comentó.
De acuerdo con Rosales, hasta la llegada de Ada Castro no hay constancia de ninguna mujer que tocara el tres. Ella fue la primera que se dio a conocer en La Habana, como fundadora y tresera de la emblemática agrupación femenina Anacaona, que perdura hasta hoy.
También se menciona a Ángela González, hermana de la cantante cubana Celina González, conocida como la reina de los campos de Cuba. Ángela acompañó a Celina en los inicios de su carrera y se dice que era una excelente tresera, comentó Rosales.
La inclusión del tres en el sistema educativo cubano a finales de los años 80, impulsada por el maestro Efraín Amador con la Escuela Cubana de Tres y Laúd, fue un punto de inflexión, recordó la artista.
Antes de 1989, el tres no se estudiaba en academias; era un instrumento empírico, explicó. Este cambio permitió que mujeres como la cantautora Yusimil López Bridón, conocida como Yusa (primera graduada de tres en nivel medio) y Yarima Blanco (primera en graduarse de tres del Instituto Superior de Arte, ISA, en 2006) allanaran el camino.
Hoy la enseñanza del instrumento está presente en los tres niveles: elemental, medio y superior, como parte de una escuela que apuesta por mantener las raíces de la música cubana e interpretar, a la vez, cualquier género de la música universal, destacó la cantautora.
Enfatizó que las aulas están pobladas mayoritariamente por mujeres, aunque el reconocimiento público y la visibilidad sigue siendo una batalla.
Tocar sin estereotipos
Una de las pioneras en romper esquemas es Yarima Blanco, nacida en Bayamo, Granma, provincia del oriente cubano. La también cantante comenzó su formación musical en guitarra, durante la pasada década de los noventa, cuando el tres apenas empezaba a tener un espacio académico.
Presentarse en la Escuela Nacional de Arte, superando el miedo a ser encasillada como «guajira», fue lo que le cambió la vida, confesó.
«Me abrió a un mundo de posibilidades y, ciertamente, es un instrumento en el cual me reconocí desde el principio, apuntó Blanco, a quien el tres la ha ayudado «a aceptarme como mujer, con mi carácter, modo de ser y pensar».
Hoy dirige su propio septeto desafiando otro estereotipo: liderar hombres. «Soy la única mujer. Dirigirlos y que ellos se sientan dirigidos por una mujer que además toca el tres, exige respeto», dijo.
Las mujeres hemos tenido que ir saltando obstáculos, haciendo una carrera que, de alguna manera, tiene que demostrar todo el tiempo nuestro talento, explica.
«¿Por qué? Hay veces que nos cansamos», reconoció Blanco y dijo que las exigencias de la industria van más allá de tocar bien, para incluir otros parámetros como «el maquillaje, usar tacones y proyectar una buena imagen».
Uno de sus primeros tropiezos con el machismo. en el mundo de la música, ocurrió en los noventa, siendo aún estudiante. Al presentarse a una audiencia en
La Habana Vieja, le dijeron: «Buscábamos un tresero, no una mujer». Su respuesta fue contundente: «Pruébame primero».
«Sin embargo, me preguntaba: ¿cuántas mujeres se dejaron vencer por un no? Cerraron la puerta y se marcharon», refirió.
Para ella fue una dicha comenzar recién graduada con la orquesta Anacaona, donde se mantuvo por una década, tuvo la oportunidad de fusionar el tres con formatos de una orquesta de salsa y de llevar todo lo aprendido a un escenario.
La satisface ver que muchas han ido ganando espacios donde era impensable hace años, sea dirigiendo un septeto o trabajando en grandes eventos como el Festival del Changüí, «un género muy machista».
Jany Quiñones, tresera del Conjunto Arsenio Rodríguez, contó su desafío al heredar el legado de un ícono, para muchos estudiosos considerado el salto evolutivo entre el son y la salsa. «Al inicio, otros músicos venían a ver si una mujer podía sostener el peso de Arsenio. Llevo ocho años demostrando que sí», sostuvo.
Graduada del ISA en 2009, Quiñones inició su carrera profesional con la cantante María Victoria Rodríguez, conocida como la voz de oro de la música campesina cubana. Luego de tres años, pasó a formar parte del conjunto, un reto que asumió con «dedicación y disciplina».
A su juicio, el auge de mujeres treseras ha tenido su punto máximo en la última década: «muchas están recién graduadas, el cambio en la escena musical se empezará a notar con más fuerza en los próximos años», consideró.
Para Enid Rosales, es importante ser también un referente para las niñas. Enfocada en su trabajo con el público infantil, ella se siente «responsable de mostrar lo mejor de sí misma como tresera y cantautora, especialmente cuando las niñas se acercan a conocer el tres».
A menudo, cuando imparto clases en las escuelas, muchas normalmente interesadas en instrumentos como el piano o el violín, comienzan a considerar el tres como una opción válida, dijo.
Las panelistas coincidieron en que no hay una forma «femenina» o «masculina» de tocar el tres. Este instrumento ha cargado con un imaginario machista: «Tocar ‘macho’ era y es sinónimo de virtuosismo, algo que incluso hoy se nos dice a las mujeres como halago», señaló Rosales.
«Nos felicitan por tocar ‘como hombres’, como si fuera un elogio superior», reflexionó Quiñones. El reto es que el mérito se mida por la calidad, no por el género, consideró Blanco.
SEM-SEMlac/lf