- La primera doctora en medicina de piel negra, Anastacia Cruz Angulo, graduada en 1916
- Proponen comenzar por las historias familiares y enorgullecerse de las herencias
Lisandra Fariñas
SemMéxico, La Habana, Cuba, 10 de marzo, 2025.- La necesidad de rescatar y visibilizar en la historia de Cuba las contribuciones de las mujeres afrodescendientes en la literatura, las ciencias, la investigación y otros campos, comenzando por valorar las herencias familiares, emergió como un reclamo del encuentro «Por las de ayer y las de hoy», organizado en La Habana el 7 de marzo, para conmemorar el Día Internacional de la Mujer.
Auspiciada por Librería Ireti y la Casa de la Poesía, la iniciativa buscó «visibilizar la existencia de las mujeres negras como personas que fuimos, somos y seremos parte de una historia construida desde el continente y el cimarronaje, hasta la actualidad, para quebrar silencios propios y los que nos han anulado o impuesto», como significó Katiuska Govin, coordinadora de Ireti y anfitriona del espacio.
Un panel integrado por cuatro mujeres afrofeministas reflexionó en torno a las deudas que persisten para sacar a mujeres negras y mestizas del silencio y el anonimato.
La historiadora Daysi Rubiera se detuvo en el ámbito de la literatura y el periodismo, hizo un repaso desde el periodo colonial hasta la actualidad e identificó como factor común de casi todas las épocas la invisibilización de la obra femenina negra o mestiza.
Mujeres como Juana Pastor, precursora de la literatura escrita por afrodescendiente en América Latina y del Caribe; Cristina Ayala, nacida esclava y quien llegó a convertirse en una excelente poeta y ensayista; o María Dámasa Jova, educadora, promotora cultural y fundadora de las revistas Ninfa y Umbrales, por primera vez aparecieron en el horizonte de varios de los presentes.
Rubiera señaló que la obra poética de estas mujeres desafió los códigos patriarcales imperantes en la época, pero también los raciales.
Igualmente, aludió al papel de la revista Minerva (1888 a 1939 y de 1910 a 1915), primera publicación femenina dedicada a negras y mestizas, donde se criticó el sistema colonialista imperante y abordó la prioridad de la educación para la inserción de las personas negras en la sociedad cubana.
También fueron nombradas Úrsula Coimbra de Valverde, África de Céspedes, Lucrecia González Consegra, María de Los Ángeles Storini, Carmen Piedra, Catalina Pozo Gato, Consuelo Serra e Inocencia Silveira, quienes lucharon contra la discriminación y los prejuicios en diferentes épocas y espacios.
Sus trabajos reflejan, además, los graves problemas que afectaban a las mujeres de ese grupo socio-racial en particular, remarcó Rubiera, quien en su recordatorio llegó hasta la actualidad, para acercarse a la vida y obra de poetas como Georgina Herrera y Nancy Morejón.
Consideró que el desconocimiento y casi nulo estudio de las obras de las escritoras negras pueden convertirse, a la larga, en el talón de Aquiles de los estudios afrofeministas y sugirió dedicar otro encuentro a analizar el legado de mujeres negras cineastas, teatristas, dramaturgas y representantes de las artes visuales.
Investigar y reconocer
Sobre la presencia femenina en la investigación histórica habló Bárbara Danzien León, quien recorrió la vida de la destacada estudiosa Leyda Oquendo Barrios y de una figura a la que la investigadora ya fallecida dedicó buena parte de su quehacer, «la Madre de la Patria cubana, Mariana Grajales».
Oquendo fue, precisamente, una de las personas que más trabajó para que a la madre de generales –como Antonio Maceo– se le reconociera ese título, no solo por haber dado a luz y educar a una familia que tanto aportó a las luchas por la independencia de Cuba, sino por su propia labor en los campos de batalla.
Historiadora, periodista, africanista y activista antirracista, Oquendo dejó una huella en varios centros de la Academia de Ciencias y el Archivo Nacional, remarcó Danzien y resaltó sus estudios sobre temas afrodiaspóricos, con un marcado enfoque de género y enfocados en desmontar la mirada eurocéntrica en el proceso de esclavización de africanos y sus descendientes.
«Tuvo un discurso vehemente, audaz, irreverente y podríamos decir que hasta polémico, porque esos postulados se caracterizaron por ser profundamente descoloniales», dijo y destacó además la valentía de una mujer que habló de la persistencia del racismo en Cuba cuando era un tema tabú, pues se consideraba que el proceso revolucionario iniciado en 1959 lo había eliminado.
La doctora Rosaida Ochoa puso el acento sobre las sombras que envuelven a la mujer científica negra en la historia de la medicina cubana, al punto que, cuando se pregunta por nombres de personalidades, es difícil hallar respuestas.
«Según el anuario estadístico de 2012, las mujeres representaron el 53,8 por ciento de la fuerza laboral dedicada a las actividades científicas y tecnológicas en Cuba. ¿Cuántas son negras y mestizas? ¿Se conoce?», cuestionó Ochoa.
Agregó que 34 por ciento de la membresía de la Academia de Ciencias son mujeres, pero tampoco hay definiciones sobre cuántas son negras y mestizas. De ahí que reflexionara acerca de la necesidad de impulsar investigaciones que rescaten la historia de sus aportes y llenen el vacío que existe actualmente.
Esta es una labor que ella decidió emprender y que le permitió conocer a Caridad Bravo y sus dos hijas, quienes operaron a un general del Ejército Libertador en el oriente del país en tiempo de la colonia española y le extrajeron una bala de la mano, solo con una tijera de costura y una horquilla de pelo.
También a la primera doctora en medicina de piel negra, Anastacia Cruz Angulo, graduada en 1916 y procedente de Camagüey, provincia al centro-este del país.
Ochoa afirmó que las desigualdades de género tienen diversas ramas y se entrecruzan, como demuestra el caso de las mujeres negras en Cuba, quienes continúan ocupando un lugar subalterno en el imaginario, pero también en la estructura social, sostuvo.
«Nos corresponde el papel histórico de enmendar esta situación, visibilizando los aportes de la mujer negra y mestiza contemporánea en la ciencia», insistió.
En tanto, la activista Diarenis Calderón enfatizó en que es preciso comenzar por las historias personales y familiares, enorgullecerse de las herencias que provienen de esos espacios. «Enunciarnos hoy como mujeres, para mí, significa hablar de todas esas mujeres que me anteceden en mi familia, que me enseñaron, pero también inspiraron», dijo.
Calderón honró la memoria de sus ancestras, desde la bisabuela Asunción, mexicana y mambisa, que se enroló en las guerras de independencia de Cuba y vivió 106 años, hasta la tía Yaya, presente a sus 92 años en el conversatorio.
A todas agradeció «las enseñanzas de justicia, revolución, solidaridad, compromiso, formación, música, baile, oportunidades, espiritualidades, arte y conciencia» que hoy la conforman.
SEM-SEMlac/lf