- Hace falta una ley de identidad
- Llegar al autorreconocimiento y la aceptación también puede estar determinado por la sociedad
Redacción
SemMéxico/SEMlac, La Habana, 20 de septiembre, 2021.-Con la publicación en Cuba del anteproyecto de ley del Código de las Familias, varios sectores de la sociedad ven más cercanas sus aspiraciones de disfrutar a plenitud los derechos consagrados en la Constitución, aprobada en 2019. Sin embargo, para los trans masculinos el camino es todavía más largo.
Aunque la nueva legislación, pendiente de consulta y aprobación, da luz verde a matrimonios, uniones y adopciones sin tomar en cuenta patrones heteronormativos, aún este grupo necesita de una ley de identidad que les permita presentarse legalmente ante los demás con el género que se identifican.
«No hay ley de identidad de género que nos proteja y nos ayude a integrarnos perfectamente a la sociedad», decía recientemente el activista Justin Bernet, integrante de la red TransCuba, durante un debate del grupo de Telegram AcompaSex, dedicado a hablar sobre transmasculinidades, un tema generalmente invisibilizado, de acuerdo con los participantes.
«Ahora mismo, aunque se apruebe el Código de las Familias y, como resultado, el matrimonio entre dos personas de un mismo sexo, yo no podría casarme con mi mujer, porque en mi carné (documento legal de identificación) no me ven como hombre, sino como mujer; se estarían casando dos mujeres cuando yo no me identifico como tal», acotaba Bernet.
La aceptación social fue uno de los asuntos abordados en el grupo, pues señalan que existe mucho desconocimiento sobre las personas trans, en general, e incluso hay quienes continúan hablando de trastornos de la identidad de género, dándole al tema una connotación patológica, cuando no la tiene.
«Un trans masculino es una persona que nace biológicamente mujer, pero no se identifica con dicho sexo y género, sino con el masculino», explicaba el activista Denis Alex Pérez Rodríguez.
«Este concepto se divide en dos grupos, los transexuales y los transgénero. En el primero están quienes desean someterse a cirugías de reasignación. Se trata de personas que presentan disforia, es decir, rechazo, malestar o incomodidad con el cuerpo por la presencia de senos o genitales femeninos, porque están asociados a un género con el que no se identifican», detallaba.
No obstante, no todos los trans tienen disforia ni esta se presenta de la misma manera, según sostuvieron varios de participantes en el intercambio.
«A veces las personas trans acomodan su imagen para sentirse mejor, pero sin llegar al uso de hormonas o cirugías», precisaba Pérez Rodríguez.
No hay un solo modelo de cómo debe ser un trans masculino, sino que cada uno expresa su identidad de la forma en que mejor se siente, refería Larian Arias, también activista de la red TransCuba. «Lo que tenemos en común es que no estamos cómodos o conformes con el sexo/género de nacimiento, en este caso femenino».
Sin embargo, llegar al autorreconocimiento y la aceptación también puede estar determinado por la sociedad, como evidenciaron las experiencias de quienes intervinieron en la sesión de AcompaSex.
Muchas veces no se llega a la transmasculinidad por presiones sociales, comentaba Larian Arias y narraba su caso particular, pues amistades y familiares lo exhortaron a quedarse como una lesbiana masculinizada, porque era más fácil de aceptar que iniciar un proceso de transición.
Añadió que, en ocasiones, la familia trata de «arreglar» esos comportamientos que supuestamente no son de niña y los obligan a vestirse de cierta forma, se les compra solo juguetes femeninos o incluso se acude a la violencia física. «Esto al final hace más daño, porque creces como un adulto reprimido e infeliz», sostuvo.
Carla PS, una de las participantes, coincidió en que las historias de vida demuestran que las inconformidades con el sexo/género vienen, en su mayoría, desde la niñez; aunque pueden aparecer en otras etapas del desarrollo.
«Cuando las personas han sido muy reprimidas a causa de las presiones sociales y familiares, resulta más difícil llegar a reconocerse y aceptarse», señalaba. No obstante, «por más restringida y opresora que pueda ser la educación que una persona recibe, no podrá callar para siempre la verdad sobre su identidad», enfatizaba.
Con la madurez y el desarrollo, las personas alcanzan la autodeterminación suficiente para sacar sus propias conclusiones y poder ser coherentes con lo que piensan y sienten, consideraba Carla PS. Agregó que deberían existir tantas masculinidades como personas identificadas y su expresión debería ser lo más libre y auténtica posible, no limitada a modelos estereotipados.
En el debate salieron a relucir errores, mitos y tabúes relacionados con las transmasculinidades, como la confusión que persiste entre identidad de género y orientación sexual.
«Es un error frecuente decirnos a los hombres trans que somos mujeres lesbianas y no es así, porque una lesbiana es una mujer que se autodefine como tal, solo que se siente atraída por otras mujeres», argumentaba Pérez Rodríguez.
La identidad de género, es decir, el sexo/género con el que la persona se identifica, no tiene que ver con su orientación sexual. La identidad de género es la manera en que nos identificamos y cómo expresamos nuestra identidad; mientras que la orientación sexual está relacionada con la atracción sexo-afectiva. De ahí que las personas trans puedan ser heterosexuales, homosexuales o bisexuales, ampliaba Carla PS.
Sin embargo, coincidían Justin Bernet y Denis Alex Rodríguez, suele suceder que por la presión social muchos hombres trans «salen del closet» como lesbianas, porque son más aceptadas. También porque la invisibilidad respecto a la transmasculinidad dificulta el camino hacia el autorreconocimiento.
Otro mito común es que debes tener disforia para ser trans, o que si no te operas no serás aceptado socialmente con el género con el que te identificas, acotaba Larian Arias, quien también llamó la atención sobre la necesidad de capacitar a la sociedad y derribar todos los tabúes que existen en materia de sexualidad.
Por su parte, Karel Bermúdez opinó que no se puede esperar una integración social del ciento por ciento, aunque la persona trans reciba una operación de reasignación de sexo y la identificación legal esté acorde con el género con el cual se define. «Pienso que a lo más que se puede aspirar es al respeto a la diferencia», aseguraba.
Con este criterio discreparon varios participantes, quienes vieron en la posibilidad de la ley de identidad la mayor esperanza de incorporación a la sociedad.
«Yo creo que sí es alcanzable la aceptación con una buena educación integral de la sexualidad», valoraba Carla PS y destacaba, igualmente, la importancia de la promoción de derechos sexuales y de los procesos de sensibilización desde las edades más tempranas.
AcompaSex es un espacio psicoeducativo moderado por profesionales de la salud, que cada jueves promueve intercambios virtuales, en los cuales pueden participar personas interesadas en temas relacionados con la salud sexual.
SEM-SEMlac