- Jael Monserrat cumple 50 días desaparecida, su madre la busca incansable
- La autoridad sigue sin responder, hay complicidad con bandas de trata
Soledad Jarquín Edgar
SemMéxico, Cd. de México, 10 de septiembre, 2020.- Miriam Jaqueline Palmeros Rosas es la madre de Jael Monserrat Uribe Palmeros, de quien nada sabe desde hace casi 50 días, cómo cientos de madres en el país se enfrenta a un aparato de investigación paralizado y omiso, por lo que ella misma ha hecho sus propias pesquisas porque sabe que el tiempo es agua entre las manos en el caso de mujeres desaparecidas.
Jael Monserrat, de 21 años y madre de dos niños, podría ser víctima de trata, dice su angustiada madre quien no ha sido recibida por la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum ni por la fiscal Ernestina Godoy.
Sin temor alguno, señala que la actitud de los policías investigadores, que no han hecho nada por buscar a su hija, no le dejan otro camino que el de afirmar, con vehemencia, que hay colusión entre éstos y las bandas de trata, dice y sabe que es peligroso lo que dice, tanto que ya ha recibido mensaje con advertencias para que se deje de cosas.
Palmeros Rosas enfrentada al sistema judicial que no funciona, sostiene que el problema de la desaparición en México cobra dimensiones de gravedad, lamenta que el funcionariado no lo considere así. Lamenta también que “una se da cuenta de ello hasta que nos toca”, dice al tiempo de agregar que el 24 de julio pasado cuando Jael Moneserrat desapareció no fue la única víctima de ese delito, lo que ha comprobado en sus vueltas a la fiscalía capitalina.
Al igual que las alcaldías de Xochimilco, Tláhuac y Milpa Alta, Iztapalapa son las principales demarcaciones donde más mujeres desaparecen en la Ciudad de México, como ha señalado la investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, Rita Canto.
Todo empezó cuando Jael Monserrat accede a ayudar a una amiga de nombre Liz –de quien nadie sabe nada- para vender un carro. La indicación de la “amiga” es que iría por ella a la 1.15 de la tarde una persona de pantalón vino y playera blanca. Su pareja Rodrigo C. la lleva a unas cuadras de Plaza la Viga.
Miriam Jaqueline Palmeros Rosas marcó durante la tarde noche de ese viernes a su hija sin recibir respuesta, la manda a buzón, lo mismo que el sábado. El domingo recibe una llamada de Viridiana también amiga de su hija quien le informa que la ha ido a buscar a su casa, un departamento en una colonia de Iztapalapa, pero nadie abre la puerta.
El lunes 27, la madre acude a poner la denuncia por desaparición e informa también lo que ella sabe. Pide que por favor investiguen, que busquen en las cámaras, pero sus súplicas no son escuchadas por los policías investigadores, que cuestionan en cambio una particularidad de Jael Monserrat, sus tatuajes.
Además, señala con indignación la denuncia fue levantada por “ausencia voluntaria”, pese a que ella les indica que su hija no puede estar desaparecida voluntariamente cuando es una mujer responsable, que tiene un trabajo y dos hijos a los que adora. Sus dichos no son escuchados nuevamente.
Ante la inacción de las autoridades, Miriam Jaqueline Palmeros Rosas inicia sus investigaciones. Le parece rara que Viridiana le informara que, en la bolsa, Jael Monserrat llevaba las llaves de una camioneta color gris que estaba estacionada afuera de su casa y sabe por el casero que la camioneta ya no estaba, que el martes se la había llevado Rodrigo.
También acude a las casas cercanas a la plaza la Viga y algunos comercios a solicitar los videos, que la policía no había pedido tampoco y no habían tampoco emitido la Alerta Alba, ahí pudo comprobar que su hija efectivamente se subió a un automóvil.
Tras recorrer al menos 10 hospitales y servicios médicos forenses, acudió personalmente a las Fiscalías del Estado de México, Hidalgo, Puebla y Morelos, pero le dijeron que nada podían hacer porque la Fiscalía de la Ciudad de México no les había enviado oficios de colaboración, lo que finalmente hicieron entre 10 y 18 días después de la desaparición de Jael Monserrat.
Ángel Pino, policía de investigación, de la ciudad de México, la reprendió por haber ido a las fiscalías de los estados vecinos, “no ande alborotando el gallinero”, le dijo y le advirtió que dejara de dar entrevistas a los medios de comunicación.
Pidió, además, que se hiciera una investigación al teléfono de su hija. Ella misma se había “adelantado” para obtener las sábanas de llamadas. La Fiscalía respondió que no tenían forma de hacer eso, que no contaban con mecanismos cibernéticos para ello y que primero había que judicializar el caso.
El 10 de agosto, acompañado de las defensoras de derechos humanos Mar Cruz y Norma Andrade, así como amistades y familiares, realizó una marcha desde La Monumenta, frente a Bellas Artes, hasta el palacio de gobierno de la Ciudad de México. Al principio –dice- le negaron el paso, pero finalmente la recibieron.
“Había 10 licenciados”, entre ellos un comisionado de Atención a Víctimas, el de Búsqueda y personal de la Fiscalía capitalina, quienes prometieron ayuda, “haremos borrón y cuenta nueva” le propusieron, así como también le anunciaron que le darían ayuda legal, psicológica y económica para los niños, sus nietos de 2 y 4 años de edad.
La promesa sigue ahí, ella no ha recibido ninguna ayuda.
Miriam Jaqueline Palmeros Rosas recibió un mensaje telefónico de una persona desconocida, donde una voz acusaba de feminicidio a la pareja de su hija, quien había arrojado el cadáver por el Ajusco. Lo informó de inmediato a la policía, pero no acudieron a buscar.
Anduve tratando de localizar a Rodrigo, les he dicho donde se mueve, pero no han hecho su trabajo.
Tanto Rodrigo como Viridiana fueron entrevistados por la policía, quien cometió el error de no solicitar al primero ninguna identificación, por lo que ahora no lo pueden localizar para que declare sobre la denuncia hecha a su teléfono vía mensaje.
Pese al funesto mensaje, Miriam Jaqueline sostiene que su hija no está muerta, que sigue viva y que es víctima de trata.
Aunque las autoridades le exigieron no más publicidad de la desaparición de su hija en medios, ella sostiene que por el contrario dará mayor visibilidad al caso, porque en alguna parte, alguien sabe algo más, “fue desaparecida en pleno día”.
Luego señala que sospecha que la policía sabe más, que no se han movido porque la misma autoridad está coludida con los tratantes, no ayudan, dejan pasar el tiempo y desechan las pruebas, además de cometer errores y de guardar información.
Luego apunta que en México el feminicidio como la desaparición de mujeres son problemas graves y que desde el gobierno siguen ocultando la verdad, señala en tanto con otras mujeres exige, grita y reparte volantes: ¡Vivas se las llevaron, vivas las queremos!
El de mi hija, Jael Monserrat no es el único, desafortunadamente, son muchos más casos pero no todas las familias quieren hablar ni hacerlo público, mientras el resto de la sociedad ve nuestras demandas como algo que a ellos no les puede ocurrir, pero no es así, la sociedad completa debe ponerse en nuestros zapatos, ayudarnos, porque las autoridades no hacen nada, el problema es más grave de lo que se piensa, puntualiza, mientras reparte volantes con el rostro de su hija, a quien incansablemente busca.
SEM/sj