Claudia Almaguer
SemMéxico. 30 de diciembre 2019.- En el transcurso del viernes 27 de diciembre las notas acerca de la detención de dos hombres en México se actualizaron constantemente, la causa no fue por un delito cualquiera sino por una agresión feminicida que tuvo lugar el pasado 9 de septiembre en Oaxaca cuando la música María Elena Ríos fue quemada con ácido en cara y cuerpo lo que la mantiene en un gravísimo estado de salud.
Desde luego no será suficiente esta detención, todavía se espera la investigación de otros posibles autores o partícipes de este ataque, pero hasta ahora y de tener éxito la litigación del asunto la norma penal oaxaqueña prevé la aplicación de dos terceras partes del mínimo y el máximo de la sanción para el delito consumado que es de 50 a 60 años de prisión en el feminicidio y una multa que va de los 42,245 a los 84,490 pesos.
Otra complejidad vendrá al momento de establecer una reparación del daño porque esta debe ser integral, adecuada, efectiva y proporcional a la afectación sufrida lo que obliga a los operadores a dimensionar que se encuentran ante una víctima en la que se ejecutaron todas las acciones destinadas no sólo a matarla sino a que sufriera y aun habiendo sobrevivido, este ataque es un antes y después en su calidad de vida.
Pero detengámonos a pensar en las condiciones que tiene una persona, las que tuvieron en común estos dos hombres por ejemplo, en caso de resultar culpables, para tomar la decisión de cometer un crimen de esta magnitud considerando todo el proceso que ello implica, vigilar y aprenderse las rutinas de una víctima, buscar la forma de acercarse a ella, adquirir el corrosivo, jugar un rol de participación y por ende de complicidad para finalmente verter ácido sulfúrico sobre el cuerpo y la cara de una mujer. Es fundamental reflexionar en ello porque de alguna manera estos agresores representan el resultado más extremo de nuestra cultura patriarcal y ni siquiera el Estado puede prometer un cambio significativo en su conducta sino apenas conformarse con su encierro.
Ante actos como el que sucedió en agravio de María Elena lo primero que la sociedad supone es que quienes agreden a las mujeres son gente enferma que tiene algo mal en la cabeza, que carece de “valores”, que proviene de familias destructivas, o por lo menos que no son normales, pero por mucho que queramos aferrarnos a la otredad para decir que esos, los acosadores, violadores, golpeadores y feminicidas se criaron en sitio ajeno lo cierto es que todos comparten los mismos prejuicios de género que el resto sólo que ellos van más allá, e inclusive entran y salen de los reclusorios y son devueltos a su entorno creyendo en su propia superioridad y en otros estereotipos de la masculinidad machista.
En este año que termina la incidencia delictiva nacional contabilizada de enero a noviembre indica que hubo 890 carpetas de investigación iniciadas por feminicidio, 220,296 por delitos como la violencia familiar y de género, además de 47,348 delitos sexuales, actos de violencia sancionados por la ley de los que sabemos cuentan con un perfil victimal conformado principalmente por mujeres y niñas pero que no todos son llevados a juicio dadas las salidas que tiene el sistema acusatorio.
Precisamente por ello es desde esos momentos cuando hay que solicitar la aplicación de la perspectiva de género para con cada caso a fin de que en el establecimiento de las condiciones para acceder a estas alternativas se tome en cuenta además de la seguridad de la víctima, un tratamiento adecuado al agresor para acceder a lo que desde hace años establece la Ley General de Acceso para una Vida Libre de Violencia: “servicios reeducativos integrales y especializados para erradicar las conductas violentas a través de una educación que elimine los estereotipos de supremacía masculina y los patrones machistas que generaron la violencia.”En tanto los gobiernos y las autoridades continúen mirando la violencia cotidiana en contra las mujeres como una situación de poca relevancia la harán crecer por lo que algunas de estas dinámicas de agresión evolucionarán hasta llegar a convertirse en conductas mucho más graves que incluso pueden volverse irreparables como ha sucedido con el ataque a María Elena y con otras mujeres que han sido desaparecidas o asesinadas en México, muertes que habrían podido evitarse de haber existido una respuesta coherente a las dimensiones de la violencia de género y feminicida que persiste en el país. A más ver.
Twitter: @Almagzur