El embate a los autónomos
Olimpia Flores Ortiz
SemMéxico, 20 de julio, 2020.- “La gente votó por un cambio” dice el prócer en tono enfático lo que para él consiste en ir contra las políticas neoliberales de la Nueva Gestión Pública que durante cuarenta años se han venido estableciendo en México desde el “Cambio de Rumbo” de Miguel de la Madrid. Han sido dos los ejes de la llamada “modernización administrativa: la apertura a la participación ciudadana y la introducción de las técnicas gerenciales en la administración pública, por ejemplo, por medio de índices de medición de resultados y la sobrevaloración de la estadística por encima de los objetivos.
López Obrador desde la convicción sobre su legitimidad electoral, combate todo aquello que surgió en el contexto de la globalización y de la economía de mercado, el neoliberalismo que quijotescamente él combate. De ahí que los organismos autónomos le parezcan un desperdicio de recursos.
Se pregunta y se contesta el prócer: “En su momento, poco a poco, tenemos que ir ajustando el gobierno a la nueva realidad, ¿por qué crearon esto? Por las privatizaciones, ya no vamos a privatizar, no vamos a convertir lo público en privado, esto no tiene razón de ser.”
Para López Obrador, los gobiernos anteriores fueron instaurando organismos autónomos como pantalla de la simulación con la que se decía combatir la corrupción. Argumenta que su funcionamiento resulta muy caro para el gobierno toda vez que no producen resultados palpables. Así que estos entes mediadores con diversas demandas de la ciudadanía le estorban en su búsqueda de que “el dinero llegue al pueblo”. https://www.milenio.com/politica/cien-organismos-autonomos-en-la-mira-presidencial
La posición desde la cual habla López Obrador, se ubica en la línea del tiempo entre el período de la post guerra y los años setenta, durante el auge del Estado de Bienestar. Para él, los años 80 fueron el inicio de la claudicación nacionalista. La expansión de la globalización despojó al Estado mexicano de su soberanía. Obviamente no asume las críticas al agotamiento de ese modelo de Estado, que en tanto promesa de niveles satisfactorios de empleo y de gestión de las necesidades sociales, no cumplió.
En tanto político romántico, a López Obrador lo mueven los conceptos místicos del nacionalismo y el amor a la Patria, no precisamente el de la democracia. Y de ahí hace pender toda su concepción endogámica de gobierno erigida sobre la tradición y la supuesta fuerza espiritual de la nación radicada en los pobres como masa indistinta e indiferenciable y que es la entelequia a la que él le habla todo el tiempo, y cuya respuesta es la que le importa.
López Obrador necesita reconstituir un estado de bienestar, de estructura vertical y compacta que combata a la corrupción, por lo que tiene que tomar la administración de la hacienda pública en sus personales manos y concentrar el poder, para gobernar a un país de lacerante miseria, ofensiva opulencia y rampante corrupción. En tanto lo anima el más alto compromiso histórico con el pueblo, le sobran todas las vejigas que propiciara la modernización administrativa y que representan derroche de recursos.
De ahí el desdén presidencial por los organismos autónomos en tanto entes descentralizados del gobierno, que han surgido en el marco de la Reforma del Estado que se ha venido produciendo en las últimas décadas bajo el paraguas del discurso democratizador y de apertura de las estructuras a la participación ciudadana en los procesos de la política pública. Esta semana se anunció el recorte del 75% al presupuesto del Instituto Nacional de las Mujeres, derivado del Acuerdo de Austeridad de abril.
“La descentralización se encuentra estrechamente vinculada al concepto de autonomía, que es la facultad que tienen las instituciones para gobernarse o para ejercer actos de soberanía, lo cual presupone contar con poderes jurídicos propios.” Define Susana Pedroza:
https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/1/306/7.pdf
Era inevitable que fueran las élites las que se acogieran a la ilusión democrática de la gobernanza, en un país de profundos distanciamientos sociales. Se ahondó el desfasamiento entre la administración pública y la legitimidad, porque no se tuvo la fuerza ni la visión para articular las demandas ciudadanas con la eficacia en el manejo de los recursos públicos. La participación ciudadana se diluyó a sí misma confundida en su papel vigilante y de contrapeso en la función pública y enredada en la trama de los intereses oportunistas que no se dirimen en la arena de la transparencia pública y que no se llevan con el espíritu crítico.
La propuesta de gobernanza como se caracteriza al involucramiento ciudadano en la toma de decisiones merece el desdén de López Obrador porque los espacios de participación fueron copados por élites de la sociedad civil organizada, desplazando a los tradicionales sistemas de representatividad y control como los partidos políticos y las corporaciones. El régimen actual no necesita la participación ciudadana en la toma de decisiones, ni considera necesaria su opinión sobre el contenido de la propuesta de gobierno y la evaluación del uso de los recursos públicos.
¿Es la democracia la que queda en deuda? O es la ilusión que generó un discurso incompatible con las demandas sociales en un contexto de corrupción generalizada, ineficiencia administrativa y grave injusticia social.
El discurso democratizador convoca a las élites que son las que se sienten defraudadas con el proyecto de gobierno de López Obrador. Eso es lo que circula por las redes. La perspectiva de género y el enfoque de derechos humanos en la política pública, no son argumentos válidos en la interpelación del presidente a la entelequia que llama “pueblo”. No hay lugar al reconocimiento a la diversidad ni a las especificidades en la caracterización social. Puede prescindir de la participación ciudadana elitista y de los organismos autónomos que bajo el manto de la democracia se fueron generando. Envuelto en la hermosura de las intenciones, gobierna con emoción antioligárquica y un acendrado anti-intelectualismo.
A grandes rasgos y con plena conciencia de que toda generalización es falsa, esta descripción quiere abonar a la contextualización del modo de gobernar que hoy se vive en México.
No perdamos de vista las condiciones prexistentes al advenimiento del régimen obradorista y que lo hicieron posible, para comprender donde se coloca hoy la propia postura política, que no puede prescindir de atravesarse por la crítica a las omisiones y comisiones en la personal actuación ciudadana.
El embate presidencial a los organismos autónomos forma parte del talante antidemocrático del gobernante. Pero es sobre todo, una concepción y un proyecto de gobierno. Su defensa, no queda en su mera reivindicación como espacios conquistados en el camino de la construcción democrática, sino en la revisión sumaria y de fondo de la democracia que se ha querido construir prescindiendo de la justicia.
Sólo no perdamos de vista que “El poder que no es limitado lleva necesariamente al abuso y a la arbitrariedad”. (Montesquieu).
No se trata de desechar a la democracia que es un principio básico de la coexistencia; sino de hacerla precisamente el camino por donde se anda. La democracia neoliberal ha sido un garlito. Todavía está por venir…
Oaxaca regresa a semáforo en rojo. Julio 20 de 2020
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