Candelaria Rodríguez: 40 años en Chiapas
SemMéxico, Tuxtla Gutiérrez, Chis., 15 de octubre, 2020.- Soy Candelaria Rodríguez.
Metida en la investigación, en el intento de aportar desde la perspectiva de género a la administración pública en Chiapas, me distrajo el cúmulo de mensajes que llegaban a mi celular para invitarme a un conversatorio sobre la paridad en las plataformas de ZOOM.
La insistente información que llegaba me hizo detenerme para ver la fecha. Es 14, y el sufragio femenino es el 17 (1953). Revise mi agenda y vi pendientes, y de pronto llegó de golpe. “Mañana es 15 de octubre”, me dije, y los recuerdos de mi llegada a Chiapas asomaron. Es una fecha que no quería olvidar, porque fue cuando pise tierras chiapanecas hace 40 años, era la década de los 80, yo tenia 24 años. Saque cuentas y sigo siendo la periodista que considera que las y los comunicadores son la base del diseño de una información profesional, y que Chiapas es una entidad de riesgo para quienes ejercen el periodismo de investigación, que desenmascara muchas cosas.
Recordar es vivir
A 40 años los recuerdos aparecen, recorren mi mente que registró la historia en ese tiempo. Atestigüé los episodios que han forjado e inspirado la historia de Chiapas. Digamos que he captado, cachado, registrado la historias y sucesos que colocan y muestran a la entidad en una nueva faceta, aunque en 40 años, sistemáticamente la violencia de todo tipo no ceja, principalmente contra las mujeres, las niñas. Muchas cosas cambian, lo material, la legislación, pero inamovible el atrasó que llamamos violencia estructural.
Hace 40 años por voluntad propia llegué a Chiapas, a su capital Tuxtla Gutiérrez, justo un 15 de octubre, pero de 1980. Arribé recién desempacada de la Universidad Veracruzana. Fue mi deseo venir a cubrir una de las vacantes que tenia la entonces Televisión Rural de Chiapas (TRM-Chiapas). Fui contratada, no sin antes haber pasado la prueba a la que fui sometida, como la primera reportera con carrera en Comunicación, después llegarían mis compañeras, Leticia Hernández Montoya, Regina Martínez, Luz María y Geasul.
Hace 40 años no había escuela de Comunicación en Chiapas, por eso, menciono que me tocó formar parte de ese grupo de comunicadoras profesionales que orgullosamente pusimos nuestros conocimientos reporteriles, de investigación, edición, locución y producción en la naciente televisora, que aparece en la época del presidente José López Portillo.
En Chiapas cubrí el interinato de Juan Sabines Gutiérrez (1979-1982), el primer gobernador que me agrede y empuja por el solo hecho de preguntar respecto a declaraciones encontradas que referían una relación tersa con el magisterio, en su discurso oficial, mientras que en el parque central había miles de maestros y maestras en un plantón que demandaban mejores salarios, rezonificación de zonas, derecho a los servicios de salud, mejores prestaciones sociales.
¿Y tú quién eres?, preguntó. “Soy la corresponsal de Proceso”, respondí, se me quedó mirando y sin responder mi pregunta, alargó su brazo, me alcanzó para empujarme sobre las maceteras que adornaban la entrada del Museo Regional, ubicado en la calzada hoy de las Personas Ilustres. Tropecé y di vueltas entre las maceteras para no caer, mientras su sequito de guaruras y funcionarios de la época observaron sin detenerse para evitar que yo cayera. Solo me rasparon las plantas, brazos y cara.
Por azares del destino fui corresponsal de la Revista Proceso (1982/-1984), porque su corresponsal Jorge Siu, también reportero del Periódico Número Uno, donde también laboré, había fallecido aplastado por una roca. Me incorporo a la Revista Proceso justo cuando había renunciado a TRM-Chiapas, en demanda de mejores salarios ante la carga de trabajo, pero después me reincorporo y sigo siendo corresponsal de la revista.
Después del incidente con Sabines, seguirían los funcionarios, con lenguaje sexista, porque obvio, la paridad estaba a ocho lustros. Ellos me hacían esperar largas horas para dejarse entrevistar. Pero, yo era terca, y era inamovible de la sala de espera hasta lograr que el secretario de Economía, por ejemplo, se dejara entrevistar por una mujer.
Chiapas resultó una prioridad en mi vida profesional. Hubo ofrecimientos de todo: de funcionarios que querían para sacarme del estado y mandarme a seguir estudiando al extranjero o plazas en el magisterio y otras instituciones, pero rechace todo. Lo mismo hice en el ámbito profesional, me invitaron regresar a laborar en mi propio estado (Veracruz), medios de comunicación en la CDMX como fue la Revista Proceso, en el extranjero la agencia AP, pero con todas las precariedades que me he topado en esos 40 años, siempre preferí Chiapas.
La razón es y sigue siendo una, que Chiapas, como hace 40 años, sigue siendo lo que llamamos en el periodismo, la fuente principal de información. Yo le he llamado a Chiapas, historia sin fin. Son inacabables las informaciones, porque ni bien terminamos una cuando está iniciando otra.
En estos 40 años he visto pasar a 14 gobernadores. Entre los 80 y 90, los más cruciales para la entidad, represiones, amenazas de muerte, intimidaciones, marcaje personal del gobierno, hasta con mi hijo mayor, entonces de cuatro años (Francisco) la policía municipal se atrevió a detenernos como viles delincuentes, solo por sospechosos de un secuestro. Por lo que fuimos llevados, -los tres, el padre de mi hijo, mi hijo y yo- a la comandancia municipal en calidad de detenidos solo por sospechosos, logré escapar de las oficinas con mi hijo y corrí a casa de la familia de Susana Solís que vivía en el centro, llamé por teléfono para pedir una explicación de la autoridad sobre lo que estaba ocurriendo.
Eran los tiempos del General Absalón Castellanos Domínguez. Soltaron a Francisco, el padre de mi hijo, que era corresponsal del Heraldo de México, y entregaron su automóvil, solo disculpas, pero denunciamos el hecho en medios nacionales.
En las altas y bajas de la profesión, en 1986 nace el Observador de la Frontera Sur, que formamos mediante una cooperativa, integrada por periodistas, hombres y mujeres. La línea editorial era crítica y el periódico se imprimía en prensa plana, de linotipo, fue objeto de una impactante balacera ocurrida entre 4 y 5 de la madrugada, de diciembre de 1986, cuando el personal había concluido sus labores, las balas llegaron hasta la sala de redacción, ahí se quedaron incrustada. Afortunadamente no había nadie.
Un dato más para concluir este breve recordatorio, porque como dije, Chiapas es historia sin fin. En el sexenio de Patrocinio González Garrido, el periódico fue objeto de la única auditoria federal, donde los auditores o policías se metieron sin orden de cateo, sin orden de nada, e intimidaron al personal. Francisco, director del diario, se tuvo que ocultar. En una carta abierta al Presidente Carlos Salinas se pidió prórroga para cumplirle a Hacienda y accedieron. Fue el gobierno federal quien accedió, no el del estado. Cuando Salinas visitó Chiapas, yo lo perseguí en (el municipio de) Venustiano Carranza a donde había acudido a un evento organizado por González Garrido, y entre matorrales llegué hasta el Presidente para entregarle un periódico donde iba la carta de agradecimiento por la prórroga y donde le comunicábamos que habíamos cumplido con Hacienda. Ahí, el gobernador sólo sonrío y le dijo al Presidente de qué se trataba. Hasta entonces ningún periódico había sido auditado, el Observador apenas comenzada.
La ola de crímenes en contra de personas homosexuales es otra historia llena de agresiones, para quienes la cubrimos. Una noche a la salida de las instalaciones del Observador de la Frontera Sur (1986-2002) fuimos a ver la actuación de Lady Rock, que presentaría en exclusiva para el periódico. Al terminar regresamos al periódico para seguir y nos encontramos frente a un operativo que detuvo nuestro paso, policías judiciales, con armas largas nos rodearon, y pedían bajarnos del coche. No lo hicimos, pero queríamos saber ¿por qué? A final de cuentas, pasado el tiempo y desesperada por lo que estaba pasando, intenté bajar del coche, los policías judiciales me metieron a culatazos. En el coche, estaban los representantes del Círculo Cultural Gay, porque preparábamos un evento para denunciar la ola de crímenes.
En el operativo iba un travesti que había sido herido en uno de los “ajuste” de la época y fue quien aseguraba que un Tsuru blanco, el de Francisco era el que se usaba para los crímenes de homosexuales. Resultó que le pedimos al acusador que bajara del coche donde lo llevaba la policía para que nos dijera. Cuando el travesti llegó a donde estábamos, dijo que se había equivocado y que nos conocía, efectivamente, le había dado seguimiento a su caso, no desde el hospital, desde antes que fuera herido.
Hoy tengo dos hijos maravillosos. Soy abuela, pero mantenerse en lugares donde te amenazan, incluida tu familia, no es tan sencillo. Registrar los crímenes de líderes sociales, denunciar a los responsables que sólo están un año en las cárceles o entrevistar a funcionarios como Patrocinio González, que de manera grosera me agrede cuando le pregunto un tema nacional y que repercute en Chiapas, me recrimina de haber echado abajo un programa que pondría en Tapachula. “Contigo nada”, me decía antes de darme la espalda y al entrar a su coche me pega en la cara, al cerrar la puerta. Cuando el funcionariado veía como el gobernador me trataba, actuaban igual. Fue una época difícil.
No me fui a estudiar lejos, me quede estudiando aquí, en Chiapas y vivo en la medianía, feliz, publicando incomodidades no sólo del gobierno, sino de aquellos a quienes les afecta hablar de los derechos de las mujeres o de los temas de género como paridad, masculinidad, aborto, feminicidios, homosexualidad. Además de la corrupción y la impunidad.
Desde Chiapas al mundo, con la Revista Proceso, La Jornada, las agencias AP y France Press, en medios locales como TRM-Chiapas, El Observador de la Frontera Sur, el Sistema Chiapaneco, Cuarto Poder, Número Uno, la radio pública y privada, Expreso Chiapas, la Revista Ni más Ni menos Mujeres, y las agencias CIMAC y ahora en mi casa SemMéxico.
En los 80 el mensaje fue la agresión e intimidación.
En los 90 el mensaje fue: “tienes hijos, piénsalo” y lo pensé.
Gracias por leerme. Y vamos por más. Sigo haciendo periodismo desde cualquier trinchera.