Especial| Desde abajo, para prevenir y atender la violencia de las niñas y adolescentes en Tlaxcala

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  • Objetivo, reducir la incidencia de embarazos infantiles y la violencia sexual.
  • Tlaxcala ha sido reiteradamente señalada por la trata de mujeres.

Marisol Fernández  Muñoz y Miriam Ruíz Mendoza

SemMéxico, Tlaxcala, 6 de diciembre del 2022.- Un proyecto, una académica activista y 25 promotoras apasionadas de la sociedad civil, de la mano de cientos de chicas de secundaria y sus familias, han sumado esfuerzos para darle la vuelta a la violencia de género y para reducir la incidencia de embarazos infantiles en los municipios más golpeados de Tlaxcala.

El proyecto internacional “En comunidad, Prevenimos y Respondemos ante la Violencia Sexual y el Embarazo Infantil en 12 Municipios de México” fue iniciado hace cuatro años en Tlaxcala por la doctora María del Rosario Texis Zúñiga, líder estatal de la Red por los Derechos Sexuales y Reproductivos en México (Ddser) y docente de la Facultad de Trabajo Social, Sociología y Psicología de la Universidad Autónoma de Tlaxcala. A la fecha, ha llegado a 4,000 chicas -y algunos chicos- dotando a 340 de ellas con tabletas electrónicas e internet, pero sobre todo con educación en sus derechos.

Tlaxcala ha sido reiteradamente señalada por la trata de mujeres, así como por la hasta hace poco silenciosa violencia hacia niñas y adolescentes. Reporte tras reporte, se mostraba la precariedad e inseguridad para las adolescentes, sin que las autoridades cambiaran el panorama.

En el Día Mundial contra la Trata de Personas, que se conmemora el 30 de julio, desde el Centro Fray Julián Garcés reiteró que desde hace siete décadas operan redes de tratantes de mujeres y niñas con fines de explotación sexual.

En un comunicado, la organización civil confirmó -tras una solicitud de acceso a la información pública a la Procuraduría General de Justicia del Estado- “la existencia de 258 denuncias por hechos que constituyen el delito de trata entre enero de 2011 y diciembre de 2021, periodo en el que se emitieron solo 15 sentencias condenatorias firmes, mediante las cuales se sancionó a 19 tratantes. Lo anterior refleja la clara impunidad que vivimos en la entidad, puesto que solo el 7 por ciento de las denuncias de este periodo concluyeron en sentencia”.

Este problema enraizado ya en las comunidades puede empezar a cambiar, desde abajo, desde la cultura y la educación.

El programa empieza a mostrar resultados que cambian la vida de las chicas en seis municipios: Acuamanala, Chiautempan, Huamantla, San Pablo del Monte, Tetlanohcan y Teolocholco.

Primer movimiento: el acercamiento

“El objetivo del programa es implementar un proyecto de empoderamiento y liderazgo para niñas y mujeres, donde lo más importante era prevenir y atender la erradicación de problemas como violencia sexual y embarazo infantil, buscando que las niñas y adolescentes puedan tomar decisiones propias, sobre todo informadas”, explica la doctora Texis, entrevistada por Momento.

El inicio fue duro. Conocían los problemas, pero no hasta dónde tocaba la vida de las chicas.

“Sabíamos que había embarazo adolescente, infantil, venta de niñas, que hay violencia, pero ya cuando llegamos aquí, la violencia es muy amplia. Ver cómo las mamás y los papás prostituyen a sus hijas, las venden y nos dijeran ‘Pues es normal, si lo hicieron con otra, está bien’. Que hayan normalizado tanto esta situación, que en muchos casos te digan: ‘Qué bueno que se embarazó, porque lo que me urge es una boca menos”.

A los 14 años, ellas dicen: “Ya estoy grande, tengo 14 años…puedo tener novio, ya puedo tener relaciones”.  

Las capacitadoras y promotoras dan cuenta que muchas chicas “comenzaron a tener relaciones sexuales justo con los abusos, a los seis, los siete u ocho años y de ahí continuaron con una vida sexual”, nos cuenta Rosario Texis. “En el mundo ideal no pasaría eso, en otro contexto no sería viable que pasara esta cuestión, pero aquí es muy común, está normalizado.”

Antes y a lo largo del proyecto, el equipo de la doctora Texis identificó focos rojos, sobre todo en San Pablo del Monte, Huamantla y Teolocholco, con situaciones graves de violencia sexual y embarazo infantil.

Acuamanala

“La violencia para las chicas está sobre todo en el contexto. Veo a la comunidad poco solidaria con los otros. Hay muchas situaciones de violencia y maltrato en la familia, pero al final no se reconoce como tal, es normal y está bien”.

Huamantla

“Huamantla tiene comunidades muy arraigadas y muy violentas. Con mucha violencia sexual, con mucha permisividad y mucho embarazo infantil. Está muy ligado a la trata de personas, con fines de explotación sexual. Ahí está muy ligado al crimen organizado, pandillerismo, al robo de trenes… al final el contexto se vuelve inseguro”.

Chiautempan

“Hay situaciones de embarazo que ocurren por la desinformación. Aunque hay servicios de salud, hay servicios particulares y muy cercanos, no van. Prefieren resolverlo con sus amistades o mala información de internet. Además de que tienen ideas como ‘Hay que tener las y los hijos que Dios nos mande’. Aunque son muy jóvenes, todavía tienen una visión muy conservadora, respecto al tema del derecho a decidir”.

San Pablo del Monte

“La violencia sexual es una constante y no es una violencia que viniera de una persona extraña, es la propia familia. La propia familia violentándose, vendiendo a las niñas para la prostitución, explotándolas sexualmente”.

Teolocholco

“Encontramos un contexto difícil, muy violento, de violencia familiar, sexual y, por supuesto, la trata de personas, que está muy fuerte, pero también vemos muchas cuestiones de prostitución, como algo aspiracional, para salir de este contexto. Hay una cuestión aspiracional en ese sentido”.

Tetlanohcan

“Hay una subordinación aprendida y tan normalizada de las mujeres, con respecto a los hombres. Las niñas no hablan, se quedan calladas, no pueden decir mucho de lo que piensan. Mucha violencia que ellas ni siquiera alcanzan a mirar. Hay una violencia familiar impresionante, maltrato infantil… Y aunque las madres y los papás no siempre están, porque es un municipio de mucha migración, ellos dirigen las dinámicas familiares desde otros lados”.

Por todas las situaciones mencionadas, el proyecto no fue recibido con los brazos abiertos. Incluso la autoridad de una escuela desconfió de la legitimidad de esta organización civil que ofrecía tabletas, internet y formación de largo plazo para las chicas.

Madres y padres tenían reservas sobre esos talleres donde se hablaría de anticoncepción y derechos a sus hijas. La violencia, los secretos de familia no se iban a contar en la primera sesión.

“Fue mucho trabajo de mis compañeras, promotoras que son parte de la comunidad. Otras que tienen conocidas aquí, las mismas compañeras que generan redes de confianza, comadronas, parteras, intérpretes, personal de la Secretaría de Salud, docentes que decían: ‘Oigan, vamos a hacer un trabajo’”, rememora la doctora Texis.

Segundo movimiento: hallar la propia voz

Dado que la expectativa del programa es que las chicas sigan estudiando, la organización no gubernamental ofrece tabletas a algunas de ellas, con internet incluido para que puedan hacer tareas y asistir a la capacitación de temas prioritarios en línea, “sobre cuestiones de empoderamiento, liderazgo, igualdad de género, así como capacitaciones presenciales sobre embarazos infantiles y adolescentes, prevención y atención a la violencia y a la violencia sexual,” explica la doctora en Educación.

En total son diez sesiones en línea y diez sesiones presenciales, además de que visitan a las participantes en su escuela cada semana, mientras dura el ciclo de la capacitación para profundizar la comunicación con ellas, sus docentes, padres y madres.

“Nos ha funcionado mucho hablar sobre el amor romántico, las relaciones significativas y hemos reflexionado con ellas sobre la menstruación. En algunos lugares también con hombres adolescentes que trabajan sus propias situaciones de violencia”, explica.

Cada tableta viene precargada con programas que van a ayudar al empoderamiento y liderazgo de las niñas y vienen en tres idiomas: inglés, náhuatl y español.

Alicia González y Silvia Pérez Pérez, madres de dos jóvenes de quince años, resaltan cómo la tableta ha sido fundamental para su familia. Silvia Pérez recuerda que “en casa yo no tenía internet ni nada para esto. Debido a la pandemia no tenía cómo comunicarme con la maestra. Ya nos dieron la tableta con internet gratis. Es lo que me ha servido mucho, a ella también, porque le mandan tareas. Tengo otras dos hijas más en la primaria y ellas pues también están compartiendo con ella el internet gratis, se mandan tareas por WhatsApp”.

Pero la tableta no es el verdadero regalo, sino los conocimientos que imparten las promotoras y el diálogo que se establece para hablar de lo que duele y encontrar la propia voz.

Por ello, más allá de las sesiones, tan solo en San Pablo del Monte se han acompañado ya 180 casos por violencia, agresiones sexuales que han resultado en embarazos, entre otros delitos. Canalizan el caso: “La acompañamos y además vamos a ir a otro paso, ¿hay que hacer denuncia? Sí, claro, entonces vamos a hacer la denuncia y estamos buscando que las autoridades hagan su trabajo, porque a nosotras nos toca detectar los casos, quizás difundir, pero también al Estado le toca garantizar y proteger sus derechos”, sostiene Rosario Texis.

Por ello, el 19 de mayo de este año, en el Congreso de Tlaxcala y en alianza con la presidenta de la Comisión de Igualdad de Género y contra la Trata de Personas, Lorena Ruiz García, Ddser firmó el compromiso de apoyo con la responsable del Consejo Estatal de Población, María Ana Bertha Mastranzo Corona; la entonces titular del Centro de Justicia para las Mujeres, Yeny Charrez Carlos, así como otras funcionarias y funcionarios locales.

Tercer movimiento: nuevos sueños

Falta mucho por andar. Rosario Texis reconoce que el proyecto ha ganado apertura, confianza y reconocimiento por el trabajo de su equipo, reconociendo siempre la problemática de las chicas. Por ejemplo, poner en la mesa que hay otras aspiraciones más allá de la prostitución. O que cientos de niñas, muchas de ellas indígenas, pueden empezar a expresarse.

“Es que las niñas ya se prestan más, ya pueden hablar más. Pero cuando les piden expresarse, muchas veces no quieren, tienen mucho temor y la cuestión indígena les pesa mucho a ellas”. Hay que reconocer su valor como mujer indígena. “Cuando les pasábamos la lista y decía: ‘¿Te identificas como persona indígena?’, muchas decían no y ahora lo vemos y te ponen sí”.

Josefina Gachupín Flores, de 15 años, va a una secundaria en San Pablo del Monte y participa en el proyecto. En su experiencia ha sido útil “porque he conocido mis capacidades en la tecnología. Puedo aprender más sobre las aplicaciones como Word y Zoom. Las cosas cuando se me dificultan un poco las busco y se me facilita. Ahora conozco mis derechos, antes sufría de violencia y ahora que sé cuáles son mis derechos, me puedo defender de todo”. Así respondió a una entrevista sobre la situación que vivió.

  • ¿Dónde vivías la violencia?
  • En mi casa y en la calle.
  • Con toda esta información que has visto, ¿qué sabes de la violencia ahora?
  • Pues mis derechos se ven más y que todos somos iguales. Que todas las personas y niños pueden defenderse como yo, que no tienen que sufrir.
  • ¿Qué violencia sufrías?
  • Violencia psicológica.
  • ¿Te dabas cuenta de lo que vivías?
  • No, no sabía nada. Sabía que era normal, que así eran las cosas, pero no.
  • Ahora con esta información, ¿qué piensas hacer?
  • Ahora me siento segura, ya me siento feliz.
  • ¿Qué te gustaría estudiar?
  • Me gustaría ser maestra.
  • ¿Hablas náhuatl?
  • Sí.
  • ¿Es difícil comunicarte en tu lengua?
  • No.
  • ¿Te da pena?
  • No.
  • ¿Antes te daba pena?
  • Sí, porque no podía hablar bien español, trataba de hablarlo, pero no podía.
  • ¿Ahora te gusta hablar las dos lenguas?
  • Sí.
  • ¿Qué le dirías a otras niñas que pasan por la misma situación?
  • Que se sientan orgullosas de su lengua. Si tienen oportunidad de conocer más lenguas, que las aprendan, que las estudien.

Para Yasmín García Pérez, también de San Pablo del Monte, lo más importante fue entender la igualdad de género, al advertir que “ni una persona vale más, ni vale menos. Sobre todo, que somos iguales, sin importar religión, nacionalidad o preferencia sexual”. Al asistir a las sesiones aprendió a distinguir diferentes derechos y diferentes tipos de violencia.

Nos dijo que empezó a aprender con clases de formación cívica, aunque eran pocas: “Vino el programa y empezamos a hablar más sobre igualdad, tipos de violencia, cosas que están pasando mucho más con las mujeres por los feminicidios y cómo protegernos, ya que una mujer no se siente segura al estar sola”.

Ana Laura González Hernández, también de 15 años, quiere hablar ante la Asamblea General de la ONU. “A mí me atrae mucho todo lo que tiene que ver con leyes, con derechos de las personas, de la mujer. Así que fue eso lo que me interesó mucho y quise conocer un poco más, por si en algo estaba mal e iba a aprender algo”.

“Me gustaría estudiar Derecho. Pienso estar algún día en la Asamblea General de las Naciones Unidas y dar una plática hablando sobre todos los derechos que tenemos los seres humanos. Y también sobre algunas cosas que no les tomamos tanta importancia, como el derecho de las plantas, que también tienen derechos”, reflexionó.

Madres y padres también han cambiado, sobre todo al hablar de sexualidad

Félix Flores García y Casilda Pérez Zepeda tienen tres hijos. Su hija, de catorce años, participa en el programa. Félix Flores aprecia que se les ofrezca anticoncepción. Para él es una cuestión generacional: “Muchos papás, los que son más grandes que nosotros -puedo considerarme una etapa de papá más joven- no vemos tan mal que lleguemos a encontrarles preservativos, pastillas anticonceptivas y todo eso; por la edad lo comprendemos un poquito mejor. Realmente los papás que tienen más edad lo ven algo mal y con enojo.”

“Los veo muy transformados, porque al principio era muy difícil confrontar, decían ‘No queremos que hablen de anticonceptivos, hay cosas que no queremos que hablen’, pero ya fuimos conociendo en el transcurso que había una necesidad, una urgencia, algo que está pasando y que necesitamos acercar a sus hijas e hijos, y entonces ha cambiado mucho. Ahora piden que se les ofrezcan anticonceptivos y que se incluyan más chiquitos y chiquitas”.

Silvia Pérez, que tiene también dos hijas de seis y nueve años, relata que “no nos decían nuestros padres, no nos explicaban, no se sentaban a platicarnos y ahora sí; en cambio, nuestros hijos saben más que nosotros, porque aquí en la escuela les dan esa información”. Y agrega que con su hija mayor, “ya tenemos confianza en platicar y todo”.

Con todas estas acciones esperan detener el embarazo infantil y los embarazos por violaciones. Pero no siempre es posible, por lo que han dado seguimiento a interrupciones del embarazo y denuncias de violencia sexual, entre otras.

“De los casos que hemos atendido este 2022, específicamente de interrupción del embarazo, fueron 156 casos de niñas y adolescentes atendidas; por violencia sexual, hemos atendido cerca de 127 casos; de abuso sexual infantil, cerca de 500; de embarazo infantil casi 70 casos; y de embarazo adolescente, casi 230. Todo esto en un solo año. La violencia digital también está muy alta, ya que tenemos alrededor de 130 casos, de esos que les han pedido fotos para difundir y que también es uno de nuestros temas de trabajo”.

El programa debe continuar

Este proyecto de la sociedad civil ya está dando frutos y puede seguir transformando. Cuenta con la alianza de algunas empresas privadas y el respaldo de la Organización de las Naciones Unidas, a través del Fondo Fiduciario para Eliminar la Violencia contra la Mujer, así como el apoyo total de la organización Equidad de Género, Ciudadanía, Trabajo y Familia A.C. y Ddser Tlaxcala.

Pero siempre necesitarán más para llegar más lejos. “Quizás nunca llegaremos a ser parte de la comunidad, pero por lo menos saben que somos aliadas de ellos,” concluye la doctora Texis.

Y las que escribimos pensamos que quizá de aquí, del centro de nuestro Tlaxcala, podría surgir la próxima Malala.

SEM/MG

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