Feministas latinoamericanas pusieron en común “prácticas insurgentes de resistencia” en el Foro Social Mundial

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  • Reivindicaron las luchas que lideran los feminismos hoy en la región y alertaron sobre los desafíos de cara al futuro

Por Redacción

SemMéxico/AmecoPress/Ladiaria. Madrid, España. 11 de febrero 2021.- Los obstáculos que multiplicó la pandemia, el avance de grupos antiderechos y la consolidación en el poder de sectores conservadores paralizaron, revirtieron o pusieron en riesgo algunas de las conquistas de mujeres y disidencias en América Latina. En este nuevo escenario, los feminismos buscan nuevas estrategias de lucha. La actividad “Feminismos de fronteras: prácticas insurgentes de resistencia y (re)existencia” fue una invitación para que referentes de Argentina, Brasil, Chile y Uruguay compartieran algunas de estas experiencias, que si bien están condicionadas de alguna manera por las realidades locales, encuentran puntos de contacto.

Más allá de las especificidades de cada país, a lo largo de todo el continente el movimiento feminista y el LGBTI buscan erradicar problemas estructurales como la violencia patriarcal, el racismo y la pobreza, que siempre afectan más a las mujeres y las disidencias. El objetivo es siempre tener más derechos, mayor autonomía y mejores condiciones de vida. “Transformar las relaciones sociales de raza, clase y género” –como resumió una de las expositoras– y, así, el mundo.

El conversatorio estuvo organizado por el colectivo Fronteras Culturales de Brasil, Cotidiano Mujer de Uruguay y la Articulación Feminista de Marcosur, una plataforma que integran 17 organizaciones de América Latina y el Caribe. Se realizó en el marco de la vigésima edición del Foro Social Mundial, que este año se desarrolló del 23 al 31 de enero, en formato virtual.

“Me acuerdo de que en enero de 2001, cuando se hizo el primer Foro Social Mundial, las feministas éramos poquitas y estábamos ausentes. Nos peleamos mucho con nuestros compañeros de los movimientos sociales para hacer evidentes las luchas y las elaboraciones feministas. Hoy estamos en un contexto distinto y las feministas estamos en muchos terrenos y espacios, con muchas conquistas, y también con una irreverencia y una potencia que interpela”, dijo al inicio Lilián Celiberti, de Cotidiano Mujer, que moderó el evento junto a María Fernanda Passos, de Fronteras Culturales. “Por eso nos parecía tan interesante traer aquí este debate de feministas de frontera, pensando la frontera no sólo como un territorio geográfico sino como la frontera de las interpelaciones que nos hacemos desde cada una de las realidades, los lugares, los espacios, las construcciones de sujetas y de las luchas que hacen que esas interpelaciones nos hagan cambiar los imaginarios”, explicó.

La encargada de abrir el debate fue la socióloga argentina María Alicia Gutiérrez, coordinadora de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, quien hizo un repaso de la lucha por la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo (IVE) en su país, desde la década de 1990 hasta la histórica aprobación hace poco más de un mes.

Le siguió Alondra Carrillo, candidata a la Asamblea Constituyente de Chile e integrante de la Coordinadora Feminista 8M, quien relató cómo se consolidó la práctica política de esta plataforma y el protagonismo que tuvieron los feminismos en la revuelta que estalló en octubre de 2019 en el país.

Por su parte, Analba Brazão Teixeira –feminista antirracista brasileña, educadora e integrante del colectivo SOS Corpo-Instituto Feminista para la Democracia– expuso sobre la lucha de los afrofeminismos en el Brasil de Jair Bolsonaro.

Estaba prevista la participación de Delfina Martínez, activista transfeminista uruguaya, productora cultural, integrante del colectivo Mizangas y una de las impulsoras de la ley integral para personas trans. Sin embargo, por un problema técnico, no pudo hacer la presentación. “Me da mucha pena porque es una perspectiva que buscamos traer específicamente, entre otras cosas porque dentro de los feminismos hay un debate y un movimiento antirreconocimiento de las identidades trans”, lamentó Celiberti, y dejó planteado el tema.

Argentina: “Las luchas por el aborto siempre supusieron una mirada interseccional”

En los últimos años la agenda de los feminismos de Argentina tuvo entre sus ejes principales la conquista del aborto legal. A partir de 2018, cuando el proyecto fue debatido por primera vez en el Congreso, las formas en las que encarnó esa lucha se convirtieron en modelo a seguir para otros países de la región. Pero detrás de la aprobación de la ley –e incluso de esa marea verde que inundó el continente– hay un largo camino recorrido. Para María Alicia Gutiérrez, es imposible entender las prácticas feministas de hoy sin repasar esa trayectoria.

La socióloga aseguró que la lucha por la legalización del aborto en Argentina se fue “incardinando” en “distintos momentos de las diferentes luchas sociales y feministas”, y “muy particularmente con los movimientos de derechos humanos”. Eso representa el emblemático pañuelo verde, “que de alguna manera es una metáfora de la genealogía histórica y de la conexión con las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo”, dijo. Otro caldo de cultivo fueron las conferencias internacionales que durante la década del 90 ya abordaban cuestiones como el derecho a la salud integral, a la autonomía y a la libertad de las mujeres de decidir sobre sus propios cuerpos. “Ahí se construyó un campo semántico y político desde donde accionar y pensar cómo articular estas luchas”, acotó Gutiérrez.

Un mojón importante fue la crisis económica, política y social de 2001, que motivó la construcción de “formas asamblearias” de reunión para discutir las lógicas del poder, algo que quedó bien plasmado en aquel eslogan “Que se vayan todos”. Allí, dijo Gutiérrez, los feminismos populares y comunitarios tuvieron una “impronta fuerte”. “Esta idea de una construcción del poder de otro modo, con una discusión a la verticalidad de la construcción del poder, permitió discutir las formas de la representación e imprimió una lógica a los movimientos sociales que atravesó de manera particular a los diversos feminismos y a las luchas LGBTI”, aseguró la académica. En realidad, estos movimientos estaban en construcción desde hacía años, en el corazón de los encuentros nacionales de mujeres que se venían realizando desde 1986. En esas instancias, que se han mantenido hasta hoy de forma ininterrumpida, mujeres y disidencias de todo el país dedicaban tres días a debatir distintas cuestiones, incluidos los derechos sexuales y reproductivos.

La Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito nació en 2005, en este contexto, “con el sentido plural, diverso, federal y con una estructura de funcionamiento democrática”. “Es tan democrática”, insistió Gutiérrez, “que pertenecer a la campaña supone solamente acordar con su consigna integral, que es ‘Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir’”. Surgió además con el objetivo claro y conciso de lograr la legalización del aborto.


La meta se cumplió 15 años después, pero la espera no fue tiempo muerto. En esos años se generó un espíritu productivo “que se expandió como un rizoma por el conjunto de la sociedad”. Se crearon redes: de socorristas, para acompañar a mujeres a abortar; de profesionales de la salud, para garantizar el acceso a la salud sexual y reproductiva y a la interrupción legal del embarazo –que existía en el Código Penal desde 1921–; de abogadas, que llevaron adelante litigios estratégicos; de docentes, que pelearon para la implementación de la educación sexual integral. Todo esto produjo la “despenalización social del aborto”, aseguró Gutiérrez. “Fue la despenalización social del aborto, más la aparición del #NiUnaMenos en 2015, más los paros internacionales de mujeres, que generaron la aparición de la marea verde en 2018 y ese lento proceso de transmisión social pero también transgeneracional e interseccional”, especificó.

Para la campaña, las luchas por el aborto “siempre supusieron una mirada interseccional, donde la clave estuvo en su forma de organización política”. En ese sentido, la socióloga aseguró que siempre estuvo claro que, si bien la lucha era por un derecho individual, el modo de plantear el acceso a ese derecho era colectivo. Ese proceso de construcción colectiva permitió entre otras cosas incorporar la noción de persona gestante, que abarca a mujeres y personas trans, y que aparece como novedad en la ley de IVE aprobada en Argentina.

“El logro de la ley es de la larguísima historia de lucha de los feminismos en sus múltiples interseccionalidades y alianzas”, afirmó Gutiérrez. La lucha ahora sigue por otro cauce: “Queda por delante la tarea de vigilancia y monitoreo social autónomo, más allá de lo que haga el propio Estado, para lograr que el acceso al aborto sea posible en todo el territorio nacional”.

Chile: “La movilización social de masas es eminentemente feminista”

Lo que hizo Alondra Carrillo fue reconstruir la genealogía de trabajo de la Coordinadora Feminista 8M, que surgió en 2018 para organizar las movilizaciones del Día Internacional de la Mujer en Chile pero que luego se conformó como una estructura estable, con objetivos más amplios.

El antecedente de la existencia de la coordinadora fue la realización de un diagnóstico de los feminismos que era crítico “de lo que las políticas del progresismo neoliberal habían producido” en el país. Bajo ese paraguas, Carrillo ubicó a los cuatro gobiernos de la Concertación de Partidos por la Democracia y de la Nueva Mayoría –coaliciones que se identificaron con la izquierda y la centroizquierda– “que se dedicaron a administrar el legado de la dictadura con algunas pequeñas concesiones”, incluida la legalización del aborto en tres causales.

El diagnóstico cuestionaba especialmente lo que las políticas de esos gobiernos habían hecho de la posición de las mujeres, “que tenía básicamente dos modulaciones: o éramos víctimas que demandábamos al Estado protección y seguridad, o éramos madres-trabajadoras que demandábamos al Estado la posibilidad de la integración subordinada en el mercado laboral y la prestación de algunos servicios que ni siquiera eran garantizados por el Estado”. Esa doble posición y la forma en la que había sido procesado en Chile el llamado al grito por #NiUnaMenos y contra la violencia patriarcal, “delineaba con mucha fuerza ese lugar de la víctima, que era el único lugar autorizado desde el cual se nos permitía salir a decir algo”, aseguró la activista.

De esta conclusión emergió la primera “tarea política” que se dio la Coordinadora Feminista: desplazar a las mujeres del lugar de víctimas. Para eso levantaron una consigna que ha sido orientadora del quehacer del movimiento feminista chileno, que es “Mujeres trabajadoras a la calle, contra la precarización de la vida”. Esa fue la consigna del 8M de 2018, que tuvo lugar tres días antes de que asumiera el presidente Sebastián Piñera. “Decidimos construir esta consigna y llamarnos a tomar una actitud de afrontamiento activo frente a la amenaza que suponía el gobierno de Piñera, el recrudecimiento del giro autoritario de la democracia en Chile y la respuesta autoritaria necesaria para poder seguir haciendo avanzar las condiciones de la acumulación capitalista en nuestro país, que descansa en la depredación de los territorios, la devastación extractivista, la militarización de las comunidades en resistencia, el ataque directo a nuestros derechos sexuales, reproductivos y no reproductivos y en la posibilidad misma de afirmar nuestra existencia”, recordó Carrillo.

Luego de ese 8M, las activistas decidieron sostener el espacio de militancia con otro objetivo en mente: iniciar el proceso político hacia la huelga general feminista, que se inspiraría en el llamado al paro internacional de mujeres. La idea era “recuperar la noción de la huelga general” y “llamar al conjunto de los pueblos a ponerse detrás de un programa feminista, y decimos feminista porque lo que vamos a hacer en ese proceso de realización de la huelga es darnos a nosotras mismas la tarea de construir nuestra propia voz”, explicó la activista. Ese proceso culminó en la huelga general feminista del 8 de marzo de 2019, que Carrillo describió como “una de las movilizaciones más grandes de la posdictadura” y “un antecedente de lo que sería la revuelta popular desatada el 18 de octubre”.

A su entender, fue un antecedente porque los feminismos dejaron claro en el espacio público que querían tirar abajo “la normalidad capitalista, patriarcal, colonial y racista” en Chile, en articulación con los movimientos sociales. También fue un antecedente porque “lo que hacíamos con la huelga general feminista era decir que íbamos a emerger desde el feminismo como una fuerza transformadora y de oposición transversal a todos los sectores políticos que se han dedicado a administrar la precarización de la vida”, una impugnación general que es “básicamente lo mismo que está contenido en el núcleo de la revuelta”.


Una segunda huelga general feminista tuvo lugar en marzo de 2020, en medio de la revuelta, y que se erigió desde el llamado de los feminismos a ser “primera línea contra el terrorismo de Estado y contra la prisión política”. “Se trató también de renovar una afirmación que es muy propia tanto de la política feminista que hemos venido levantando como de las condiciones excepcionales que se han abierto desde el estallido social, es decir que, en nuestro país, esa movilización social de masas, de los sectores empobrecidos y precarizados, es una movilización eminentemente feminista”, aseguró Carrillo. “El feminismo no va por un cauce distinto ni por un horizonte distinto, sino que es una potencia que logra reabrir el escenario de la revuelta”.

El desafío ahora es encarar el proceso de creación de la nueva Constitución chilena “desde un feminismo que se afirma en autonomía e independencia de todos los sectores políticos que son responsables de la situación actual”, dijo Carrillo, que es candidata a la Asamblea Constituyente por Voces Constituyentes, una lista integrada por distintas organizaciones sociales. En ese sentido, afirmó: “Vamos a plantearnos cuáles son las perspectivas con las que vamos a defender ese programa feminista en este momento que nosotras concebimos como un proceso constitucional pero, más que nada, constituyente de nosotras y nosotros mismos”.

Brasil: la lucha antirracista es antipatriarcal y anticapitalista

Una mujer negra que integra un movimiento de “mujeres negras, blancas, quilombolas e indígenas” que tiene como objetivo “mostrar el desafío que implica hacer la lucha antirracista, anticapitalista y antipatriarcal”. Así se presentó Analba Brazão Teixeira, quien ahondó sobre los desafíos que encuentran los afrofeminismos en el Brasil actual y reivindicó algunas prácticas de resistencia frente al racismo estructural que “está arraigado en todas las dimensiones de la sociedad brasileña”.

La activista aseguró que “las luchas antirracistas implican una relación directa con las luchas contra el patriarcado y el capitalismo”, en tanto tienen la capacidad de “deshacer la cultura del silencio y de la subordinación”, y “denunciar injusticias históricas”.

En el extenso abanico del antirracismo, dijo, están incluidas la lucha “contra el genocidio de los jóvenes negros” y el encarcelamiento arbitrario de la población negra; la lucha por el derecho a circular “sin que se acerque la Policía”; la lucha por el derecho a ejercer libremente religiones de origen africano. Pero también incluye la conquista del derecho al aborto –“que también es una lucha antirracista porque son las mujeres negras y pobres las que más mueren por abortos ilegales”– y el combate contra todas las formas de violencia machista –porque “las mujeres negras son las más violadas y las que se encuentran en las tasas más altas de femicidios”–.


“Necesitamos seguir vivas individualmente de la violencia racista abierta contra nosotras, y vivas también desde el punto de vista colectivo, construyendo y expandiendo la fuerza política feminista y antirracista para enfrentar este gobierno fascista, racista y misógino”, puntualizó Brazão Teixeira, en referencia al gobierno de Bolsonaro. En este sentido, dijo que el movimiento de mujeres negras y el movimiento negro se han fortalecido y han crecido como una fuerza política fundamental en el escenario político brasileño, “haciendo todas estas luchas, articulándose con movimientos mixtos, y en 2020 esbozó una estrategia muy fuerte en relación con las elecciones municipales, con campañas dirigidas a mujeres negras y feministas que obtuvieron un buen resultado”.

Hoy, más que nunca, la lucha central del movimiento afro es la lucha por existir, dijo la referente feminista brasileña. “En este contexto de pandemia, de crecimiento de la ultraderecha y de la intensificación de las prácticas coloniales y racistas de este gobierno genocida, la lucha por derrocar a Bolsonaro y a [el vicepresidente, Hamilton Mourão, es ciertamente una lucha antirracista, y no deja de ser una lucha contra el patriarcado, el capitalismo y el fundamentalismo”, aseguró.

La tarea de las “feministas antisistema” en este escenario adverso es “organizarse para luchar, transformar las relaciones sociales de raza, clase y género y transformar el mundo”.

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