Desobediencia
Olimpia Flores Ortiz
SemMéxico, Oaxaca, Oax., 1º. de marzo, 2021.- El respetable se pregunta ¿Por qué las mujeres no denuncian violación? O ¿Por qué se tardan tanto? O ¿Por qué las mujeres no denuncian violencia? O ¿Por qué las mujeres que denuncian se desisten y no sostienen la acusación?
La respuesta a estas preguntas, no las encontramos en el plano de la voluntad. Se requiere de un proceso profundo que les permita con todo su ser establecer su límite, porque han sido agraviadas en la integridad de su ser.
El discurso de la violencia lo llevamos esculpido en el cuerpo y sellado en la psique: es la violencia del sometimiento y la minusvalía. Es el gran mandato divino del mito de la pasividad de las mujeres y su silencio, el legado de María: las mujeres decimos que sí y aguantamos; aguantar es la consigna, porque eso es lo que se espera de nosotras, seres instrumentales y sin autonomía.
Somos responsables del cuidado de los otros, de la funcionalidad del hogar, de la estabilidad familiar. La sociedad se sostiene sobre el estoicismo de las mujeres, porque después de todo, “los hombres son así.”
El resquebrajamiento del orden familiar incide en nuestra subjetividad condicionada al sometimiento y al deber y va más allá de la voluntad. Nuestro valor está no en denunciar que somos víctimas, sino en soportarlo. Ninguna queremos decir que hemos fracasado en el mandato; ninguna queremos aparecer a los ojos del mundo como víctimas. Ninguna queremos la mirada de la conmiseración. Menos en una sociedad que deposita toda la virtud en la vulva de las mujeres. El tesoro ultrajado es patrimonio social. Nosotras hemos fracasado, nosotras somos culpables. Pero también cobramos; la deuda se traslada a los hijos o al fulano mismo en sutiles formas de violencia y de chantaje que nos permite vivir en el círculo vicioso de las víctimas y victimarios, en el que ninguna de las partes es totalmente inocente, ni tampoco totalmente culpable.
Preferimos atenernos a la duda histérica que nos haga prevalecer en el papel social asignado: ahora sí caerá en la cuenta de su mal proceder; ahora sí me va a valorar, ahora sí va a cambiar. En realidad, estoy dudando de mí, es mi neurosis la que me ancla: quiero ser objeto de amor, de deseo y de aprobación.
Podemos incluso erotizar masoquistamente el lugar del dolor para dotar la vida de sentido: si me pega es porque le importo; es porque en el fondo me ama. Por encima de mi dignidad y de mi integridad, le quiero creer al otro; y además no veo rutas de salida, me siento impotente: no puedo sola, a dónde voy. ¿Por qué no hay horizonte? Estoy atrapada. Y por eso la emprendemos de diversas formas contra nosotras mismas por medio por ejemplo de alguna adicción; o contra las hijas e hijos, con represalias y chantajes, después de todo es por ellos que somos capaces de soportarlo todo.
El patrón es repetible al infinito, es el patrón del círculo de la violencia.
Hasta que puedas, que un día llorando te pida perdón (sinceramente) y te prometa cambiar y que tú le respondas: sí, pero a mí ya no me interesa.
Aunque por supuesto, caso por caso y su respectiva singularidad.
Por su lado, una violación es una devastación total, una desestructuración que me descoloca subjetivamente mi estar conmigo y con otros, mi ser social. Nos perdemos de nosotras mismas y volver requiere tiempo, es un proceso de reintegración propia, que entre tanto comprende la decisión de denunciar, pero puede no ser inmediato a los hechos; puede tardar, sobre todo cuando además la decisión implica confrontar al culpable en condiciones asimétricas porque -como en el caso de Félix Salgado Macedonio– es un hombre sin escrúpulos, con poder y con dinero.
¡QUE QUEDE CLARO EL ARDID DE MORENA!
Morena, -o mejor dicho López Obrador, el miserable con astucia-, por medio del ardid que instrumentó esta semana, pretende desmovilizar al movimiento feminista hacia el 8 de marzo, la única oposición que lo desquicia y lo deja sin palabras. No puede, confrontarnos, el feminismo lo supera, no le cabemos en sus trilladas categorías: corruptos/conservadores. Pongámoslo en jaque el Día Internacional de las Mujeres. ¡Arremetamos!
Ha sido un ardid el anuncio de la Comisión Nacional de Honor y Justicia de Morena de que se repondrá el procedimiento para revalorar el perfil de Salgado Macedonio declarando a la vez que considera infundados los agravios interpuestos haciéndonos saber que su candidatura está vigente y sus derechos políticos están a salvo. Mayor burla…
Sustentar la mala fama pública, para argumentar la descalificación del sujeto, es muy ambiguo. ¿Cómo se cuantifican los méritos? No por periodicazos que es lo que las declaraciones de Morena minimizan.
Pero notemos por favor que estamos poniendo en conflicto dos derechos: el de la justicia para víctimas de violación y el de la presunción de inocencia. Estamos bordando en una frontera borrosa. Esto es un debate, en un país de impunidad generalizada y en el que las mujeres no tienen acceso a la justicia, porque ésta es hostil, lenta y tortuosa y sus denuncias prescriben, porque todo obra en su contra; pero un país en el que cualquiera en cualquier momento puede tener la necesidad de reclamar para sí la presunción de inocencia.
La candidatura de Félix Salgado Macedonio es una afrenta a las mujeres, pero López Obrador es un personaje atrabiliario y misógino al que no le importan en lo absoluto la justicia y menos ser políticamente correcto. De otro modo este violador nunca hubiera sido su prospecto a la gubernatura de Guerrero.
Promete Félix dirigiéndose a sus seguidores: “hay toro”. Llegó el momento de demostrarle que es un buey.[1]
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Twitter: @euphrasina (gusto por la elocuencia)
[1] Buey es la versión castrada del toro. Es linda la muletilla nacional